El idioma tiene sus atractivos, aunque, en ocasiones, nos envuelve con sus particularidades y excepciones. Aún personas con preparación y experiencia sienten, en algún momento el enredo del lenguaje. Una vez, en la sección de revisiones de la editora Alfa y Omega veíamos pruebas de imprenta y, presente el profesor Juan Bosch, nos dijo: “No hay libro que se publique sin ningún error”.
¿Dominamos completamente los códigos del lenguaje? ¿El código escrito y el código oral? Inte/r/perie es un buen ejemplo. Siempre lo escuché así y así lo escribí y lo pronuncié. Debí tener frente a mi vista esa dicción escrita con características propias de las transformaciones del sistema. Pero no lo advertí entonces.
Para la temporada devastadora del huracán George(s) fue tal el desastre en los lugares más afectados que, durante días, la prensa daba cuenta de todo lo que había quedado a la inte/r/perie. Lo exponían con la consonante /r/ al final de la segunda sílaba. Y quizás por capricho, quizás por pensar que andaba con la mosca en la oreja acudí a varios diccionarios y enciclopedias, y en todos encontré que mi inquietud por aquella consonante /r/ al final de la segunda sílaba de la articulación que realizamos los hablantes dominicanos, y también la escribimos, corresponde a otro sonido consonántico: /m/, que revela la etimología del sustantivo /tiempo/, como base del sentido del vocablo al pasar del latín al español, como la ‘desigualdad del tiempo’, y ‘a cielo descubierto, sin techo ni otro reparo alguno’. Tiempo como base, además con prefijo y sufijo: in + tiempo + erie. Así nace inte/m/perie en la lengua propia, y no inte/r/perie.
Son muchas las transformaciones y muchos los signos adheridos por la fuerza del sustrato, que se deben advertir a lo largo del proceso de una lengua. Influyen el tiempo, los lugares, el sustrato del sistema de habla que provoca la innovación, los préstamos al léxico, las interferencias etc. Multitud de razones.
En Ecuador se traza Pabón; aquí escribimos Pavón. Abundan Valdés en Cuba; aquí, Valdez. Alonso para los españoles: Amado Alonso, Dámaso Alonso, Martín Alonso. Nosotros: Carlos Alonzo, Alonzo Perry.
Y ¡qué de curiosidades! Parónimos, homónimos, homófonos, antónimos: baca y vaca; zumo y jugo; rosa (una flor), roza (del verbo rozar). Ribera, orilla de un río o del mar. Rivera es riachuelo o arroyo; bienes: igual a riqueza; vienes del verbo venir.
Es cierto que a veces sentimos dudas, generalmente al escribir, que es un hecho de habla al cual se le pone más cuidado. O notamos haber repetido algún término y nos parece una repetición innecesaria. Si al momento no logramos la sustitución, acudimos a un diccionario de sinónimos, antónimos, parónimos… Un ejemplo: “No hay cosa que despierte /más/ los instintos /más/ perversos que unas elecciones en la RD”. Se trata del primer párrafo de la opinión (última página) del Diario Libre, “De buena tinta”, del 28 de marzo del 2003. Título: “El insulto colorao está al pecho”.
El redactor del texto pudo haber recurrido al lexicón que le fuere útil al caso. Pudo no haberlo hecho si no le alcanzaba el tiempo -o la voluntad- .
/Más/, con tilde es adverbio de cantidad. El periodista pudo escribir:
a) No hay cosa que despierte los instintos /más/ perversos…
b) No hay cosa que despierte más los instintos perversos que…
De una u otra forma, o dándole la vuelta a la frase, se pudo mejorar la redacción.