Terminada la razón histórica de la existencia del PRD, el profesor Juan Bosch decide fundar el Partido de la Liberación Dominicana con un propósito específico, a decir, completar la obra de Duarte y de los demás padres fundadores de la patria. Cuatro décadas han transcurrido desde entonces. El PLD ha gobernado por algo más de trece años, con luces y sombras que han sido evaluadas en cada proceso electoral.

Tres pilares fundamentales constituyeron la base sobre la cual se formó el PLD, estos son: centralismo democrático, unificación de criterios y la autocrítica. Los dos primeros principios han sido cumplidos de manera satisfactoria, sin embargo, es en el tercero donde se hace necesario hacer una profunda evaluación introspectiva que permita implementar las reglas partidarias establecidas.

Tener la suficiente madurez para auto-criticarse es la única garantía de subsistencia para toda organización política, pues de ahí se obtendrían los insumos necesarios con los cuales realizar los cambios estructurales que cada momento histórico exige.

Claro está, un proceso de evaluación autocrítica arrojará informaciones y decisiones que probablemente sean dolorosas para ciertos actores; sin embargo, ese dolor sería irrelevante si a cambio del mismo se conserva el instrumento democrático en cuestión.

Por otro lado, la ausencia de mecanismos autocríticos genera un clima de permisividad que de forma indirecta hace cómplices silentes de inconductas a militantes que nada tienen que ver con acciones incorrectas. Peor aún, se vende la falsa idea de que esa es la conducta generalizada de los integrantes de la organización, cuando en realidad la mayoría de los miembros del PLD forman parte de la masa crítica que en términos éticos y morales aún conserva nuestro pueblo dominicano.