De los Lockward: Jaime, Juan, Georgi…

De los Lockward: Jaime, Juan, Georgi…

REGINALDO ATANAY
Nueva York.- Jaime Lockward fue el culpable de que conociéramos, tratáramos y entrevistáramos a Jaime Colson; y que luego entrevistáramos, y alcanzáramos algún grado de amistad, con otros maestros del pincel de renombre, como Paúl Giudicelli, Guillermo Pérez (Guillo); y que con ellos, hiciéramos amistad. Y que adentráramos en amistad, también, con el pintor Gilberto Hernández Ortega, del que vecino fuimos en el barrio de Ciudad Nueva en la ciudad de Santo Domingo de Guzmán, Primada de América, y donde él se ensimismaba oyendo y reoyendo el Concierto de Violín de Peter Ilich Tchaikosky.

Jaime fue un periodista desde la «p» hasta la «a»; amante, muy amante del arte, sobre todo de la pintura y el teatro. Un hombre exquisito; un periodista desde cuyo cuerpo emanaba siempre un tenue olor a perfume, contrario a otros desde los cuales salía (y sale) casi siempre «un tufo a romo». Y en aquellos tiempos… ¡a plomo!

Alfonso Lockward (Fonchi) quien ha pocos años marchó al otro lado de la vida, por razones nefríticas, nos recordaba, en sus últimos tiempos de existencia, como embajador dominicano en Israel, y por medio de e-mails, cuando nos conoció siendo él «un niño.»

«En aquel tiempo», como dicen las Escrituras, Rafael Molina Morillo era director del «Listín Diario». Y Fonchi, desde Israel, enviaba sus artículos a Rafaelito, copia de los cuales nos dejaba caer, para que nos enteráramos y le opináramos.

Fonchi recordaba que cuando Jaime era Jefe de Redacción del periódico «La Nación» siendo director Mario Álvarez Dugan (Cuchito) él (Fonchi) le llevaba almuerzo en cantina a su tío Jaime, y que nos veía… tan viejos como a su tío.

Por eso, una vez le soltamos un ¡carajo! , término medio sucio, como el «San Antonio», pero que en ocasiones, sólo decirlo… expresa muchas cosas, como a veces, el «okay» inglés. ¿O norteamericano?

Hemos tenido la satisfacción de haber cultivado amistad, con varios miembros del «equipo Lockward», que viene desde Puerto Plata con el ancestro cocolo.

Georgi, el padre de Fonchi: el costumbrista, conversador jocoso y excelente; hermano de Jaime. Y del bohemio Juan. Georgi publicó una obra costumbrista que él intituló «Acúcheme usted». La discutimos muchas veces, en el Restaurante Roxy de la calle El Conde a esquina calle Santomé, de las unas cuantas veces centenaria ciudad de Santo Domingo de Guzmán.

Georgi era uno de «los fenómenos», al igual que muchos de sus familiares, de la Primera Iglesia Evangélica Dominicana de la cual fue pilar otro amigo de nobleza y reciedumbre ejemplar: Julio Postigo, un entusiasta y callado traficante de cultura y afectos.

Y entre los hermanos Lockward, ¿quién va a ignorar a Juan, «El Mago de la Media Voz?»

Juan, el que ha sido «víctima de la dictadura de Servia Tulia», su mujer, como él mismo, amorosamente, dice.

Juan: un grande trovador; contador de cuentos, cantador de encantos… y tragador de tragos, como sus hermanos señalados y como también el autor de esta nota…

Juan nació, como dice en unas de sus canciones, «en la falda de la loma». Puertoplateño; (muchos puertoplateños se niega a admitir que son cibaeños) ese Lockward acuñó y bautizó a la ciudad de Santiago de los Caballeros (la primera ciudad con el nombre del apóstol Santiago en el Nuevo Mundo) como «La Ciudad Corazón».

Jaime, en sus años mozos, fue un activista antitrujillista; al paso de los años, «dejó esa cosa» y se adentró con amor indecible en el campo del periodismo. Nosotros agradecemos a Jaime las orientaciones que nos dio en el oficio de untar cuartillas con tinta. Su sonrisa sólo la achicaba el eterno cigarrillo que colgaba de sus labios, vicio ese que le minó, a final de cuentas, su existencia.

Entre esos hermanos había otro Lockward cuyo nombre, ahora mismo, nuestra memoria no ha podido atrapar; no era escribidor ni trovador, pero sí un estupendo conversador y acumulador de nostalgias.

Ahora que hablamos de Juan, nos viene a mente su canción «Guitarra Bohemia», y una jugarreta que usamos con el trovador y guitarrista petromacorisano ido hace muy pocos años: Luis Vásquez. Esto, ya lo hemos referido en otros artículos. Luis fue un cantante exitoso; y no sólo eso: que se hizo empresario de discos. Creó su firma «Géminis» y vivió en Nueva York y Venezuela varios años.

Lamentamos haber recibido una llamada suya pocas semanas antes de su muerte… y no poder localizarlo, pues nos dejó el mensaje en la grabadora, sin ninguna dirección.

Vásquez tenía fama de ser amo de una «lengua respetable». Que «no se quedaba con nada de nadie».

Y una noche en que compartíamos cena en su casa de Manhattan, le dijimos:

—Ombe, Luis. El otro día estuve hablando con Juan Lockward y no me habló muy bien de ti.

Luis «explotó». Y dijo, más o menos así:

—¡Coño! ¡No me joda Juan! Su «Guitarra Bohemia» no la conocía nadie en Nueva York, y fui yo quien la popularizó aquí…

Nosotros estallamos en risa… y luego Luis, que pregonaba ser «hijo de Ogún Balenyó», dijo:

—No me haga esa vaina, ombe. Me has puesto a hablar mal de Juan… Yo lo quiero mucho… Ojalá tú no le vayas a decir esto…

Cuando Juan Lockward venía a Nueva York, solía visitar el estudio del guitarrista y pendolista Servio Tulio Peralta (tocayo de su mujer), muerto ya hace unos años. Allí «se armaban» peñas de canto, poesía, chistes y relajo. Y Juan se ponía a hablar de política con tono casi izquierdizante; señalando que le importaba que eso repercutiera, aunque tenía un hijo en un puesto militar. Y le echaba mano a su guitarra, y cantaba cosas como «Poza del Castillo…»

Ya Jaime y Georgi están al otro lado de la vida. Por acá tenemos a Juan, siempre con sus jocosidades, enclavado en la ciudad de Santo Domingo, allá, por la calle Albert Thomas, viviendo sus recuerdos, tocando su guitarra, haciendo recordar, a muchísimos compatriotas, sus inolvidables creaciones….

Para la meditación de hoy: En tu pozo interior… hay mucha agua para sacar. Aguas frescas, de amor, compasión y amistad. Aguas esas, que en ocasiones, crees que no tienes; y que por momentos, quieren ellas salir. Eso, a veces, te avergüenza… Deja que esas aguas salgan de ti para que ayuden a que el medio ambiente luzca un toque mejor de vida… de candidez; como de la alegría esa que sale a borbotones de las bocas y los ojos de los niños…

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