Transcribiendo las siglas se trata de las ya famosas ODM, en constante mención desde que en el 2000 la ONU enunció los Objetivos Del Milenio agrupando un conjunto de metas que debían alcanzarse por países en desarrollo en el 2015 para superar las graves situaciones que padecen las naciones reunidas bajo el eufemismo de en desarrollo.
Llegándose a la meta, a la vuelta de solo 3 años, y con escasos resultados en general, con países mostrando exiguos resultados en buena medida, por una parte, por el tsunami económico que ha estado estremeciendo la economía mundial desde el 2008, pero, por otra parte, especialmente relevante, porque no se han rectificado las condiciones que caracterizan las relaciones internacionales y que ofertan muy poco margen al desarrollo a la mayor parte de la humanidad que padece las condiciones que prevalecen en el escenario mundial.
En consecuencia, la ONU encargó a un Grupo de Trabajo de 30 países el diseño del nuevo Plan de Acción a incluir más allá del 2015, el cual ya ha sido bautizado como Metas de Desarrollo Sostenible MDS -, de ahí el enunciado de éste trabajo de ODM a MDS. Sin embargo, el conjunto de intenciones contenidas en las MDS surgidas en la Conferencia de la ONU sobre Desarrollo Sostenible del pasado mes de junio conocida como Río + 20 ha desencadenado un interesante debate a partir de diferentes percepciones.
Recordemos los 8 objetivos incluidos en los ODM: combatir la pobreza extrema y el hambre, lograr la educación primaria universal, promover la igualdad de género y potenciar a las mujeres, reducir la mortalidad infantil, mejorar la salud materna, combatir el VIH/sida, la malaria y otras enfermedades, garantizar la sostenibilidad ambiental y fomentar una alianza global para el desarrollo. Obviamente, aunque alguna que otra nación ha logrado avances, lo cierto es que una buena parte de la humanidad se está quedando bien lejos de la mayoría de esas metas. Uno de los puntos que se viene señalando con mucha fuerza es que nada se logrará si solo se recogen metas y no la revisión y reestructuración de aquellas variables que prevalecen en la estructura económica mundial y que frenan y obstaculizan las posibilidades y potencialidades de las naciones que necesitan crecer y desarrollarse lo cual, en definitiva, beneficiaría a todo el mundo.
Los puntos en discusión apuntan a la pertinencia de introducir reformas en el sistema financiero mundial, a lo cual se opone una parte del mundo desarrollado; la estructura y régimen del comercio internacional, un marco legal global que pone en primer plano a las transnacionales por encima de los intereses de los gobiernos, los obstáculos a las transferencias de tecnología y de los derechos de la propiedad intelectual, entre otros.
De ahí que se destaque la importancia de enfocarse tanto en lo económico como en lo social y ambiental pero también en la viabilidad de las políticas de desarrollo.