De mambo y mambo

De mambo y mambo

POR ALEXIS MENDEZ
Estábamos reunidos un grupo de amigos, que entre música y tragos allantábamos a los problemas. Todos, menos yo, pasaban de los 50 años de edad, lo que ha de suponer que el ambiente estaba adornado por hermosas viejas canciones. De repente pasó un automóvil exhibiendo unas bocinas gigantescas colocadas en la parte de atrás y con un sonido exhuberante.

Uno de los presentes detonó, lo que llamamos, un “San Antonio” (un… ño) Enseguida empezó a detractar el coro del merengue que se escuchaba, que decía: “Peña Suazo el rey del mambo”. El hombre expresó que aquello era una ofensa a la memoria de  Pérez Prado que fue el verdadero rey, y que lo que se escuchaba podría llamársele de cualquier manera, menos mambo. Que mambo solo había uno.

Otro día, mientras trabajaba en Cdmanía, una muchacha me pidió que le enseñara los CDs de mambo que teníamos disponible. Aunque sabía lo que la jovencita buscaba, quise jugarle una broma, entonces bajé de la tramería seis discos de Pérez Prado y se los mostré. La chica me llamó ignorante. Se preguntaba cómo me tenían trabajando allí. Luego, en tono agrio me nombró las agrupaciones de mambo que buscaba: Jacubanda, Lokera, Mala fe, Mambo con clase, etc.

Tanto el señor de la tertulia como la chica defendían sus mambos. Uno con base, la otra con lagunas en la cabeza, tantas como los hoyos exhibidos en sus orejas, que eran muchos. Ambos lo hacían muy convencidos de lo que decían.

El primero se refería al ritmo creado a finales de los años 30 y principios de los 40. Existen varias versiones en torno a su creación. La más aceptada es la que identifica a los hermanos López, Oreste e Israel (Cachao), como sus precursores. Otros musicólogos dicen que antes de que Oreste y Cachao hicieran sus experimentos, Arsenio Rodríguez ya había trabajado en la génesis. Además se mencionan otros músicos que se destacaron en el desarrollo de esta expresión musical. Entre ellos Antonio Arcaño, dueño de la orquesta Arcaño y sus Maravillas, en la cual militaban los hermanos López. También estaban Bebo Valdés, quien hacía arreglos para la orquesta Kubaney, y René Hernández, arreglista de la orquesta de Julio Cuevas.

En lo que todos los investigadores han estado de acuerdo es que el matancero Dámaso Pérez Prado le dio forma definitiva al mambo, le puso un traje de gala, tan elegante como los que él usaba. Pérez Prado superpuso al mambo al ritmo cuatro por cuatro del swing americano. Su orquesta estaba influenciada por la propuesta jazzística de Stan Kenton, integrando los saxofones al unísono en registro grave y las trompetas en agudo. Esto, combinado con la base percusiva cubana, dio como resultado el ritmo más popular de aquella época.

Pérez Prado se estableció en México y de allí repartió mambo a todo el mundo. Poco después Nueva York se convirtió en la capital del mambo, donde existían los más populares centros de bailes, como el Palledium y el Birdland. Allí se destacaron bandas como las de Tito Puente, Fran Grillo (Machito), y Tito Rodríguez.

 El mambo ejecutado en la ciudad de Nueva York tuvo su color particular. Llevaba mucha carga de Jazz, contrario al que se desarrolló en Cuba, que estaba más inclinado al sonido típico de la música bailable de ese país.
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