De mano en mano

De mano en mano

MARIVELL CONTRERAS
No me gusta ser agorera ni dar pau pau como si fuera una maestra de escuela -qué bueno sería que pudieran aún corregir a nuestros hijos-, pero yo creo que los dominicanos tenemos que revisarnos y a fondo.

Pienso que debemos preocuparnos los dominicanos individualmente y luego revisar el sistema político y social en el que hemos vivido.

Nosotros hemos rumiado por años, muchos, el sistema telefónico que hemos tenido, que a diferencia del de Estados Unidos y España ha sido eminentemente monopólico.

Como si de una empresa del Estado, es decir de todos, se tratara. Como si la centralización de los beneficios y el servicio tuviera que ver con un interés particular del país.

Estoy hablando, por supuesto de lo que un día fue Codetel, una empresa que se sirvió con la cuchara grande la mayor parte de los ingresos de la clase media y la clase pobre del país.

Pero, esa era la Compañía Dominicana de Teléfonos, altamente ligada al desarrollo de las telecomunicaciones del país. Con un considerable aporte al deporte nacional.

Con una inversión publicitaria que hacía pensar que la manzana estaba siendo bien repartida y que era una empresa nuestra que estaba ahí para servirnos.

Nunca tuve a mano ni me interesó saber quiénes se beneficiaban de ese negocio millonario que era esa compañía con ínfulas de ser dominicana.

Fue la globalización quizás, esa que el Presidente del país reconoce hoy que ha ampliado la brecha entre los ricos -cada vez más ricos- y los pobres -ya más que indigentes-, la que nos trajo esos aires que hoy trae estos vientos.

Estoy hablando de la negociación que se llevó a Codetel con siglas en español para traernos a Verizon con pronunciación en inglés.

Este cambio, además del cambio de acento, nos trajo una compañía con capital e intereses más de otros que de nosotros, que se divorciaron casi inmediatamente de los intereses de la comunidad.

Hago esta reflexión porque me preocupa, y me duele mucho, que ahora esa compañía que empezó siendo nuestra, con la que fuimos -como Gobierno y como país- extremadamente indulgentes -hasta lo imprudente- haya pasado a ser propiedad total o mayoritaria de inversionistas internacionales que están claros, como los que vendieron, que no tienen ningún compromiso con este país.

Ni siquiera se sienten en el deber de pagar los impuestos y aclaran que no tienen que hacerlo porque son una empresa extranjera.

Y yo vuelvo a la rabia que me provoca esta declaración para preguntarme qué hemos hecho y qué han hecho los que han debido defender los intereses del país al permitir que una empresa como esa, amparada por una innecesaria y extensa protección estatal, ahora sea entregada -sin más ni más- en un acto comercial en el que no nos beneficiamos y del que simplemente salimos perjudicados y desamparados.

Cuando Juan Hernández desde Impuestos Internos dice que tienen que pagar, ellos lo evaden hasta que aclaran lo que nosotros debíamos haber sabido hace mucho: que eso no es nuestro ni tiene nada que ver con este país.

Con qué razones y por qué motivo nuestro país ha permitido un monopolio que perjudica a todos los usuarios, al pueblo, cuando debió promover una libre oferta en la que los consumidores eligiéramos la compañía que nos diera el servicio que necesitáramos al precio que podíamos y debíamos -en justicia- pagar.

Pero no fue así y ahora sólo esperamos a que algún tribunal coincida con los argumentos de sus abogados en que definitivamente es una empresa extranjera -que ha tenido como privilegio, muy irritante por cierto nuestra seguridad y comunicación en sus manos-.

Que esa empresa puede vender y asegurar a otra empresa extranjera que tendrá el mejor negocio de comunicación del mundo con carácter de exclusividad y pagar y recibir miles de millones de dólares por ello.

A nuestro humillado país sólo le queda el silencio. Una historia más de irresponsabilidad -que tiene que tener sus culpables-, pero identificarlos ni siquiera nos garantiza que la misma no se repetirá.

Y nosotros pensando en toda esa gente que se ha quedado tantas veces sin comer para poder pagar el bendito/maldito teléfono y que no le lleven la línea.

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