De mansos y cimarrones

De mansos y cimarrones

El encuentro fue casual, pero no inesperado. Nos conocíamos desde tiempo atrás, lo suficiente como para aquilatar sus gustos y preferencias de persona culta y refinada, independiente de su quehacer como dirigente empresarial y en lo educativo. Nada extraño sería encontrarlo en el remozado Teatro Nacional Eduardo Brito al entrar y a la salida de la Sala Principal, Maestro Carlos Piantini, donde me pidió un aparte para hablar de las cosas del país, luego de disfrutar del magnífico montaje y adaptación musical de la obra “La Novicia Rebelde”, una bien lograda producción de Elizabeth Lenhart y su equipo de trabajo – con escenas quizás extensas para un público joven- y un reparto excepcional donde sobresalen la actuación de actores principales y los protagonistas Annabelle Aquino, de exquisita voz (María, la Novicia) y Alex Díaz (Capitán Von Trapp) y su prolifera familia; y la participación de más de un centenar de niños junto a voces corales acopladas unidos a una escenografía fastuosa, luces y sonido, diseño y vestuario en su conjunto, sencillamente, espectacular: “algo digno de verse” como me recomendara el amigo Niní Caffaro, Director del Teatro. “No te lo pierdas.” Y allí estuve con parte de la familia.
Pero no soy ni presumo ser crítico de arte. Apenas un diletante que se deja arrastrar por la emoción de lo bello para escapar de las cosas que fundamentalmente me preocupan. Y he aquí que aquel encuentro casual con el amigo sirvió analizar y evaluar tales cosas, las pasadas elecciones por ejemplo, y hallar a propósito, para mi complacencia, mayores coincidencias que discrepancias: 1) La ceguera o irresponsabilidad de los partidos y grupúsculos “oposicionistas” que se negaron a ver lo que para los demás era evidente, pretendiendo deslegitimar ahora lo validado en las urnas: a) El innegable nivel de simpatía del Presidente Medina, distanciado sagazmente del estilo de gobierno de su antecesor, Leonel Fernández, su verdadero rival. b) Los medios utilizados para destruir su imagen y franquearle el camino a la “funesta” reelección; c) La nueva maquinaria corporativa del PLD disponible: I) Para modificar la Constitución; II) Sostener una campaña publicitaria, mediática, brutal, con el uso y abuso de los recursos del Estado; d) La estructura de los organismos electorales, encabezada por el presidente de la JCE y sus adláteres y del TSE, montadas, ambas, para servir al poder constituido, no al soberano; e) Las alianzas políticas con partidos desacreditados, depredadores, que no aportan absolutamente nada para el bien del país y la democracia. f) La condición de un pueblo atrapado entre la ignorancia y la miseria que desconoce el valor cívico del voto, y forzado a preservar aquel que da desde el poder y no el que solo ofrece más de lo mismo, sin vislumbrar un cambio radical en su destino.
Aquello que Bosch definió como “Matadero Electoral” y que hoy, frente a irreductible derrota, pretende hermanar fuerzas disimiles, mansos, no tan mansos, con cimarrones consumados en un afán inútil de defender, tardíamente, con cuchillo boto, lo irreversible e inevitable; sin una sana autocrítica que les haga comprender la causa de su total fracaso. ¿Esperarán acaso las elecciones del 2020 para volverse a equivocar?

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