De motocicletas, padres de
familia, voladoras y patanas

De motocicletas, padres de<BR>familia, voladoras y patanas

JOSÉ ANTONIO MARTÍNEZ ROJAS
En nuestro país, del caos que se produce diariamente en la circulación vehicular, no sólo son culpables los conductores de motocicletas, carros de concho (representantes de los padres de familia), de los minibuses denominados «voladoras»,  de patanas, así como los conductores en sus jeepetas y carros de lujo. Debemos señalar que los principales responsables son los agentes de la policía (PN) y los de la Autoridad Metropolitana del Transporte (AMET), los cuales no están conscientes del rol que deben jugar en el ordenamiento del tránsito.

En esta semana, frente a la Embajada de Italia, un conductor desaprensivo violó la indicación del tránsito de Este a Oeste (una vía) e impidió que una dama pudiese continuar, ya que los agentes que custodian dicha sede diplomática permiten el estacionamiento en ambos lados de la calle, no obstante haber un letrero que indica que la grúa se llevará a los que se estacionen del lado sur. Intervenimos en ayuda de la dama y le solicitamos al conductor violador de la ley que diese marcha atrás, a lo cual se negó. Entonces recurrimos al agente policial, que muy plácidamente conversaba con los que hacían fila. Éste intervino y nos espetó: En este país todo el mundo hace lo que le da la gana. Este agente no se percató que el encargado de velar por el orden público era él y que su deber era imponerle una multa al conductor que se insolentó contra la dama y nosotros, ejecutando gestos indecentes ante la mirada complaciente del agente policial. Si este señor supiese al menos que él debía actuar conforme a una ley que al parecer desconoce, no habría tantos accidentes y tantos violadores de las leyes.

Los conductores de motocicletas son verdaderos emuladores de los pilotos japoneses denominados «Kamikaze» en la Segunda Guerra Mundial. Para estos «suicidas» no hay calles de una sola vía. Los semáforos son de adorno y lo violan tan pronto tienen una oportunidad, poniendo en peligro la vida de los que respetan los cambios. Las aceras son vías públicas y en las autopistas circulan en el bordillo en sentido contrario. También, destruyen los muros llamados New Jersey para hacer pasadizos y economizarse el recorrido hasta el trayecto en donde se puede cruzar. Pero lo más insólito son las flagrantes violaciones a la Ley 241 sobre Tránsito Terrestre. No utilizan cascos, montan tres y cuatro pasajeros. Transportan desde cuatro a seis cerdos en árganas, puertas, colchones, bases de «box spring», planchas de madera aglomerada, tubos plásticos y varillas de construcción que arrastran por el pavimento. Madera de construcción, cilindros de gas propano, gomas de vehículos y un sinfín de cosas que persona sensata no puede imaginar. Ahora bien, los peores de estos irresponsables son los denominados «delivery». Estos deben llegar, sea con «pizzas, hotdogs o hambergers» en un determinado limite de tiempo; de lo contrario, el cliente tiene derecho a una sustancial rebaja del precio y el establecimiento se lo cobra al mensajero. Para efectuar las entregas, no vacilan en subirse por aceras, transitar en vía contraria, violar el semáforo o los muros divisionales en las calles y estacionarse en donde les convenga. ¿Por qué las autoridades no controlan a estos suicidas que desgracian a cualquiera? La respuesta es la misma que los conductores del «concho» son padres de familia.

Los automóviles dedicados al servicio público y que el vulgo conoce por «conchos», son los amos de las calles. Se detienen en cualquier lugar, sea ésta una intersección o haya un letrero indicador de «No Pasajeros». Pueden llevar cuatro pasajeros en la parte delantera y cinco en la trasera, y además están exentos del uso del cinturón de seguridad. Artefacto que es un lujo en este tipo de transporte.

Los minibuses o «voladoras» son harina de otro costal. Cada vez que hay un tapón en doble fila, las voladoras establecen una tercera fila en el carril contrario y ¡ay de aquel que trate de enfrentarlos! Los semáforos no existen para ellos y detener el autobús en medio de la calle para esperar un pasajero es parte del deporte que practican, auxiliados los conductores por un engendro que denominan «piche» y que lleva más de la mitad del cuerpo fuera del vehículo, desmontándose violentamente antes de detener el conductor la «voladora» para disputarse los pasajeros con los otros que cubren la misma ruta.

Los «patanistas» son en carretera los más peligrosos de todos. La velocidad en vehículos de gran longitud y con grandes cargas, no le permiten un frenado rápido, y cuando embisten a un vehículo generalmente si es un automóvil o motocicleta se le suben encima, con la secuela de muertes y heridos graves. De nada vale llamar a los que tienen la muy conocida inscripción: «Yo manejo bien, sino llamar al…».

Hemos leído con gran interés el anuncio de que la UASD educará en urbanidad y tránsito mediante un plan de estudios de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas. Debería la universidad incluir a la gran cantidad de agentes de tránsito que desconocen sus obligaciones y que muchas veces se convierten en violadores de las leyes que ellos deben hacer cumplir, por desconocimiento, desidia o como me indicó el agente «este país no tiene arreglo».

La AMET también tiene unos vehículos que por medio de altoparlantes tratan de inculcar a los conductores las costumbres y el apego a la ley que debieron aprender cuando efectuaron el examen teórico. Sin embargo, con simples advertencias los conductores se burlan de los consejos, no respetan semáforos en rojo, las señales de cebra son inexistentes, y si tienen que esperar paso por obligación en un semáforo, no reparan en hacerlo en una intersección, sin importarle que haya otros conductores que tengan necesidad de cruzar. La ley establece sanciones y si éstas no son aplicadas, se convierte en letra muerta. Debemos recordar que después de la muerte de Trujillo, la única vez que la policía hizo respetar las leyes fue aquella que vestida de blanco estableció cuando era jefe de la Policía Nacional el general Neit Nivar Seijas. Con aquellos policías no se jugaba al desplante y encarcelaban hasta los funcionarios mimados de los doce años del doctor. El nuevo jefe de la Policía Nacional, conocido por su rectitud, debería ponerle coto al desorden, desacato y burla de conductores, tanto del servicio público, particular y hasta oficial.

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