De ñoñeces y memeces II

De ñoñeces y memeces II

En el siglo XIV el infante Juan Manuel escribió el “Libro de los ejemplos”, que se conoce con el nombre de “El conde Lucanor”. Esta obra es precursora importante de las técnicas novelescas, de las posteriores artesanías para contar sucesos. Digamos, de manera resumida: hemos tenido novelas de ejemplos de conducta, novelas de caballería, novelas picarescas, novelas “de capa y espada”. A ese grupo pertenece la historia de “Los tres mosqueteros”, de Alexandre Dumas, según el lingüista Umberto Eco; y muchas otras variantes modernas: novelas de costumbres, de retratos psicológicos, de conflictos sociales, de aventuras infantiles, policíacas, de terror, de ficción científica, de introspección personal, de experimentación formal.
En las novelas actuales más populares ya no aparecen caballeros andantes, ni pícaros a la antigua, ni espadachines, ni amores frustrados, ni apólogos moralizantes. Los protagonistas de las novelas en boga en nuestro tiempo son, casi todos, “antihéroes”. Los poemas homéricos, en cambio, son composiciones épicas en las cuales los “héroes” representan las virtudes de sus pueblos respectivos. Esos héroes reforzaban el orgullo colectivo de teucros y aqueos. Las epopeyas de la antigüedad no son propiamente novelas, pero son narraciones que “transmiten” el carácter de los héroes, sus talentos y habilidades. Odiseo, “fecundo en ardides”, decidió con la estratagema del caballo hueco, el curso de la prolongadísima Guerra de Troya.
La astucia de Odiseo es la manifestación primitiva o elemental de la inteligencia humana. Muchos siglos después de la muerte de Homero, los filósofos griegos empezaron a entrever otras modalidades de la inteligencia distintas de la astucia. Platón ejercita el pensamiento y retuerce la inteligencia con la esperanza de alcanzar la “ciencia”: el conocimiento abstracto, un tipo de sabiduría superior a la astucia.
La novela, pues, ha hecho un largo viaje por la historia literaria. Primero fue considerado un género ligero, maligno y hasta dañoso. (Don Quijote enloqueció al leerlas; Madame Bovary destruyó su vida por la misma causa; en la América colonial fueron prohibidas). Después llegó a ser el género preferido de las multitudes alfabetizadas de las grandes ciudades europeas. De las novelas por entregas, en folletón, hemos pasado a los libros de bolsillo -los “paperbacks”-, de tirajes enormes; a los “culebrones” interminables de la TV.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas