De nuevas generaciones, actitudes y Haití

De nuevas generaciones, actitudes y Haití

)Habrá algo más dañino que la apatía? Me parece que no, porque la apatía nunca es constructiva, positiva y positivante. El descuido que constituye su núcleo activo es incapaz de generar avances, ascensos y claridades benéficas. Todo ese históricamente extenso Haití, cuando no nos cae encima con ejércitos y se nos impone a la fuerza como en el siglo XIX, nos envenena con su -digamos- pacífica invasión.

Esto así, porque existen muchas formas de ejercer la violencia, y una de ellas, tal vez la más cruenta y peligrosa, es la que se ejerce envuelta en pasividad, la que se presenta con disfraces de humildad, precariedad y dependencia inferior.

El país, que parece haber entrado en un proceso de concientización de sus poderes, inaugurando una disposición activa que se manifestó el pasado 16 de mayo, sacando de la abulia a mucha juventud que no sabía de su fuerza y ahora se levanta temprano para ejercer su derecho al voto, hace carteles exigiendo justicia y disciplina gubernamental, que se incorpora a tareas civilistas, apartadas de intereses grupales inconvincentes, hace piquetes frente a los supremos poderes de la Nación, esa nueva generación me ha conmovido y obligado a repensar los criterios de Ortega y Gasset en torno a los procesos generacionales.

Ortega nos dice en «La idea de las Generaciones» que cada una de ellas es una variedad humana. «Los miembros de ella vienen al mundo dotados de ciertos caracteres típicos, que les prestan una fisonomía común, diferenciándolos de la generación anterior. Dentro de ese marco de identidad pueden ser los individuos del más diverso temple, hasta el punto de que, habiendo de vivir unos junto a los otros, a fuerza de contemporáneos se sienten a veces como antagonistas»… «Unos y otros son gente de su tiempo, y por mucho que se diferencien se parecen más todavía».

Hemos tenido aquí una prueba en las actitudes de los jóvenes que, sorprendentemente, se hacen conscientes de su fuerza y su responsabilidad y, por consecuencia directa, manifiestan la responsabilidad y solidaridad del pueblo dominicano ante una catástrofe como la de Jimaní.

Ahora confío, espero, aguardo esperanzado, que estas nuevas generaciones, con su variedad natural, con sus buenos y sus malos, sus honrados y sus ladrones, no caiga en la eterna siesta de la apatía, que es la más peligrosa. Ya ha dicho Ortega que una generación no es un puñado de hombres egregios, ni simplemente una masa: es como un nuevo cuerpo social íntegro, con su minoría selecta y su muchedumbre. La conducta humana, la historia humana, al igual que todas las ciencias biológicas «tiene un departamento dedicado a los monstruos, una teratología».

Es que, en circunstancias, estos «monstruos» son necesarios, aunque investidos de sus poderes, siempre se salgan de cauce. Conste que detesto la afirmación «siempre» por lo errada que suele ser, pero en este caso no dudo en esta calificación.

La dominicanización de la frontera con Haití llevó a Trujillo a una espantosa masacre cuando su dictadura aún no cumplía diez años. )Era esa la solución? )Era necesaria tal medida?

No.

Se trató del desborde del poder. Algo que también ha de temerse.

El relativo poder del actual Presidente de la República, señor Mejía, mueve a inquietudes en cuanto a crear situaciones difíciles para el nuevo gobierno que se habrá de instalar el 16 de agosto de este año angustioso.

)Cómo sería si el actual gobierno tuviese la fuerza acerada de El Jefe?

Sería risible, si no fuese trágico, que el dictatorialismo de Trujillo tan excecrado y productor de náusea, haya seguido siendo una aspiración de quienes abominan del trujillismo o el totalitarismo.

Ese artículo 55 de la Constitución… cuán grato e intocable es!

No obstante, esta nueva generación dispuesta a participar, a accionar y protestar con éxito, trae un alivio, una especie del bálsamo «nepente» capaz de curar graves heridas y dar paso a certidumbres de salud y paz.

Fortalezcamos estas saludables actitudes participativas de nuestros jóvenes.

Sean ellos los activos vigilantes de nuestra integridad como país, los evitadores de que los cómodos intereses de poderosas naciones no acaben con nuestra Nación, mediante permisividades «humanitarias» que maten nuestros recursos naturales, sequen los ríos, guillotinen la foresta y nos transformen en un erial en el cual laboren fatigosamente los haitianos.

Hasta que no quede nada.

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