De nuevo el tiempo político (y2)

De nuevo el tiempo político (y2)

¿Cuáles son las novedades políticas que nos puede traer el tiempo presente? Un tiempo que, como se ha indicado, tiene a la incertidumbre como rasgo distintivo en un contexto marcado por una aparente confusión ideológica y un cierto inmovilismo. ¿Será cierto que no tenemos más remedio que asumir el presente estoicamente como la realidad posible? Dicho de otra manera, ¿estamos condenados a asumir el presente como “LA” realidad con mayúscula y en consecuencia, a pensar el futuro como una continuación de este presente? No creo que tenga sentido rendirse. La pobreza y la desigualdad que condenan a la muerte temprana a los hermanos más pequeños no pueden ser asumidos como rasgos inevitables de cualquier ordenamiento social. Moralmente se impone el esfuerzo por adecentar la condición humana vía la eliminación de los males sociales y el esfuerzo constante por la vigencia de los derechos de seres humanos que, aún desde la exclusión, se saben y sueñan como iguales.
Debería pues servir este activo tiempo político para propiciar el debate en torno a los problemas cruciales y los posibles caminos para enfrentarlos. Así, la coyuntura electoral serviría para, además de la bulla, obligarnos a pensar con seriedad y sensatez acerca de la responsabilidad de la sociedad con “sus pobres y sus jóvenes” que se debe expresar en la construcción de oportunidades concretas de integración digna de los mismos a la dinámica social. Así pues, la definición y desarrollo de agresivas y realistas políticas públicas en educación, salud, vivienda, empleo y seguridad, entre otras, junto con las de apropiación y desarrollo de la ciencia y la tecnología, son los caminos sociales a recorrer para la construcción hoy de inclusión social, y evitar así, que “el crecimiento de la desigualdad acabe con la democracia.” (Cfr. B. Barragué, 2019).
Por eso y como se sabe, las elecciones no son cualquier evento político-social. Ellas son esenciales para el desenvolvimiento democrático de la sociedad. Pero, no como una función de desahogo de la población, sino como vía de interpelación-constitución de sujetos democráticos capaces de alianzas socio-políticas orientadas a la ampliación permanente de una democracia que se hace adulta y viable por la integración de sectores sociales diversos que se construyen como sujetos de un proyecto social y políticamente incluyente. Todo lo anterior se dice rápido, pero se construye lenta y arduamente. Las campañas electorales deberían ser parte de esa construcción. Lo pueden ser en la medida en que se constituyan en espacio para la presentación, por parte de los actores políticos, de propuestas serias de construcción de relaciones sociales incluyentes que, de ser ciertas, implican la convocación a la participación activa en su desarrollo. Así, el tiempo político que nos arropa en este presente puede ser ocasión para la constitución de una oferta política que recoja y ayude a reorientar las aspiraciones sociales hacia una democracia incluyente.
La política recobra así su sentido para colectividades que se constituyen en sujetos con capacidad de concretización de derechos, y reivindican la validez de la democracia como manera de organización que puede servir a la producción de vida digna, a la negociación necesaria para concretarla, y a la apuesta por un futuro más humano sin necesidad de recurrir a vías de hecho que destruyen lo dolorosamente avanzado. “Corremos el riesgo de que una democracia vaciada de contenido nos arrastre hacia una falsa sensación de seguridad. Podríamos así continuar confiando en ella y acudir a ella para que nos rescate de los problemas, al tiempo que estaría creciendo nuestra irritación por su incapacidad para responder a nuestra llamada. La democracia, pues, podría caer aun permaneciendo intacta” (Runciman, 2019, p. 12).

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