De nuevo en la encrucijada
Guillermo Moreno recorre etapas históricas del país

De nuevo en la encrucijada <BR>Guillermo Moreno recorre etapas históricas del país

El 1961, con el ajusticiamiento del sátrapa Trujillo, debió  ser el año de nuestro  despegue sostenido hacia la democracia y el desarrollo nacional.

El pueblo  hizo la parte que le correspondía. Se movilizó. Tiró por tierra las estatuas del dictador. Hizo huir el gobierno títere. Tan solo 20 meses después elegía a la Presidencia  al profesor Bosch, verdadero paradigma ético y con un profundo compromiso social. Bosch propició la Constitución y el gobierno más democrático que antes y después hemos tenido.

Pero las élites tradicionales no estuvieron a la altura de las circunstancias.

A los siete meses auparon un golpe militar. Se repartieron una parte importante de los bienes del pueblo en manos de la dictadura. Propiciaron un gobierno espurio, corrupto y autoritario que atropelló las libertades y los derechos fundamentales. De nuevo el pueblo actuó. Una parte de nuestra juventud, liderada por Manolo Tavárez Justo,  se fue a las montañas y allí ofrendó sus vidas.

Luego, un significativo grupo de militares, encabezados por los coroneles Rafael Fernández Domínguez  y Francisco Alberto Caamaño Deñó, se levantó en armas para reponer la Constitución y el gobierno legítimo. El pueblo se organizó en comandos y libró una de las más bellas epopeyas de nuestra historia, defendiendo nuestra soberanía, al producirse  la segunda invasión norteamericana del suelo patrio.

De nuevo las élites no estuvieron a la altura de las circunstancias. Se aliaron al sector militar más reaccionario, y en componenda con el ocupante extranjero, forzaron para imponer un gobierno autoritario que  restituyó en parte la herencia trujillista.

  Nueva vez nuestro pueblo se movilizó en las calles. Aportó miles de sus jóvenes a la lucha por la libertad y la democracia. Solo 12 años después, se pudieron  derrotar los planes continuistas del gobierno autoritario de Joaquín Balaguer. Esta vez el pueblo lo hizo a través del Partido Revolucionario Dominicano. Ese partido había movilizado la conciencia nacional y sembrado la esperanza de la libertad, la democracia y la justicia social.

Parecía que el pueblo al fin encontraba un  camino para realizar su destino. Pero no, la cúpula del PRD que asumió la dirección del Estado, en sus dos gobiernos sucesivos frustró las ansias del pueblo dominicano de avanzar  en forma sostenida hacia la institucionalidad democrática y el desarrollo nacional. Se crearon las  condiciones que permitieron el  retorno y el  restablecimiento político de Joaquín Balaguer en  1986

LA ENCRUCIJADA. La sociedad  se encuentra hoy ante una importante encrucijada: continuar bajo el dominio del liderazgo y los partidos tradicionales o producir un cambio de rumbo.

Y decimos más, por la profundidad de la crisis, la infuncionalidad del Estado  y  los  niveles de exclusión y desigualdad social, hoy presentes, de  continuar el dominio de ese liderazgo tradicional corremos el riesgo de que se produzca una  fractura político-social que desconozca la institucionalidad democrática. En ese escenario perderemos todos.

Por estas razones,  nuestra sociedad está ante el imperativo del surgimiento de un liderazgo político y social diferente y diferenciado del liderazgo tradicional.  Ese nuevo liderazgo debe actuar políticamente para, por las vías institucionales,  ganar el gobierno y desde allí liderar el  proceso de cambio de rumbo.

Ese nuevo liderazgo tiene que caracterizarse por su autoridad moral, su compromiso social, sus convicciones democráticas, su capacidad y su patriotismo. Ese nuevo liderazgo tiene que sentar las bases de una nueva forma de hacer política, guiada por principios y valores. Ese nuevo liderazgo tiene que  encarnar un proyecto de país, basado en la democracia, la justicia social, el desarrollo y soberanía nacionales.

 Todo este recorrido histórico muestra que en repetidas ocasiones el pueblo  ha hecho su parte en la búsqueda de un mejor país. Que sin embargo el liderazgo político y las élites de poder tradicionales no han estado a la altura de las circunstancias o han puesto por delante sus intereses mezquinos.  Pero a pesar de todos los avatares históricos,  una nueva generación se levanta, aquí y ahora, dispuesta  a recoger el legado dejado por las generaciones precedentes.

Es que los pueblos no dejan de parir hombres y mujeres que  mantienen viva la llama de la esperanza, que son tozudos en su idea de  una mejor sociedad, que no se resignan a ser suprimidos,  en nuestro caso, por el “grupito de malos dominicanos” del que nos advirtió el padre de la patria, Juan Pablo Duarte.

Ese sentimiento se transmite de generación a generación, y aunque pretenden acallarlo,  germina, y como los manantiales, gota a gota forma ríos,  que un día irrumpen y forman torrentes de pueblo que se pone en movimiento y marcha.

15 AÑOS PERDIDOS

Las últimas veces que el pueblo dominicano actuó en el sentido de  producir un  cambio en los destinos nacionales fue en las elecciones de 1990 y  de  1994.  En ambas oportunidades  una parte mayoritaria de la sociedad votó por el Profesor Juan Bosch y el Dr. José Francisco Pena Gómez, respectivamente.  En ambas ocasiones, un fraude electoral, hecho desde el poder, frustró las esperanzas que encarnaban ambos liderazgos cimeros. Desde entonces la sociedad dominicana deambula perdida,  buscando  camino sin encontrarlo. Los gobernantes elegidos en estos últimos 15 años han sido un verdadero fiasco. Lejos de hacer el giro hacia la democracia, el fortalecimiento institucional, enfrentar la pobreza y la desigualdad, lo que han hecho es reproducir en forma ampliada las peores prácticas de corrupción y clientelismo del pasado. 

Son 15 años perdidos, casi una generación.  En estos 15 años nuestro pueblo vive como en agonía, desesperanzado unas veces, desesperado otras. Los nuevos dueños del poder político –ninguno con categoría para llamarle líder o estadista–  han profundizado  una  crisis que hoy es estructural.   La crisis que enfrentamos es de factura propia y toca  todos los órdenes: el económico, el político, el social, el moral, el cultural, el ambiental. El poder político es regenteado por un liderazgo que se entiende y actúa desde tres partidos tradicionales que se han igualado en una práctica de la política y un ejercicio del poder, basados en la corrupción y el clientelismo.  Renunció ese liderazgo a encarnar un proyecto de cambios que nos conduzca a la democracia y al desarrollo nacional. En realidad, ese liderazgo en su  mayoría se integra por negociantes de la política,  cuyo único propósito es llegar a las funciones públicas para servirse de los negocios e inversiones del Estado en beneficio propio.  La democracia está  “entrampada” entre una legalidad formal y  representantes carentes en su mayoría de real legitimidad.

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