De nuevo las prohibiciones musicales, ¿para qué?

De nuevo las prohibiciones musicales, ¿para qué?

Las prohibiciones de música juvenil en el país son cíclicas. En febrero 2009 se prohibieron once canciones de reguetón y rap, el pasado 15 de julio 22 canciones.

El discurso se repite con una visión conservadora de la cultura y sus expresiones, “defensa de la moral y las buenas costumbres”. Las “buenas” y “malas” costumbres son relativas a cada cultura, no existen per se.

La existencia de letras de canciones con referencia a: consumo de drogas, violencia juvenil, violencia contra la mujer y patrones sexuales, evidencian su presencia  en nuestra sociedad en todos los ámbitos y estratos sociales independientemente de la interpretación o no de esta música.    

Con prohibir canciones no se erradican estas prácticas. Si no es así, pregúntense si la prohibición de once canciones en el 2009 generó algún cambio de conducta con respecto a la violencia de género, consumo de drogas, violencia social.

¿Disminuyó la frecuencia de feminicidios, riñas, consumo y venta de drogas luego de que se prohibieron estas canciones en el 2009? ¿Es únicamente la población que escucha y compone estas canciones la que agrede, abusa y asesina a las mujeres, consume y vende drogas?

La población joven maneja todo un lenguaje y unos símbolos que responden a su búsqueda de identidad y su expresión cultural. En cada época la juventud tiene expresiones simbólicas y culturales que siempre tienden a convertirse en conflictivas para la población adulta que se resiste al cambio cultural y lo maneja con intolerancia social.

La sexualidad y el erotismo presente en el reguetón no es nuevo en nuestra sociedad. El erotismo forma parte de nuestra cotidianidad en todos los ámbitos y se presenta históricamente en nuestras manifestaciones artísticas y musicales de diferentes formas. Hoy la juventud aborda el erotismo de una forma más directa y provocadora entrando en tensión con los tabúes sexuales con que se manejan otros segmentos de la población.

Se hace necesario que dejemos de lado la repetición  permanente de actitudes autoritarias y conservadoras hacia la cultura juvenil y hacia las prácticas culturales en general, pues genera más atractivo por las expresiones musicales prohibidas y no transforma las prácticas que reflejan. 

Dialogar, problematizar y reflexionar sobre las expresiones artísticas y musicales y lo que ellas visibilizan de la vida social resultaría más efectivo. Así no se oculta y legitima una realidad que es desgarradora y que no se reduce a la cultura juvenil como la violencia de género, consumo de drogas y violencia social. Estas prácticas están presentes en todos los estratos sociales, son legitimadas y reforzadas por sectores de poder que no escuchan ni componen esta música.

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