Aprovechado estos días navideños y el obsequio que me hiciera un caro amigo, inicié la lectura del voluminoso libro “Una Tierra Prometida” de Barack Obama. A medida que iban cayendo páginas, encontré ciertas sugestivas semejanzas -también diferencias- entre estos dos líderes políticos de nobles ambiciones convencidos de la necesidad de un cambio democrático profundo.
Confiesa Obama que “su familia no era muy interesada en la política” pero su madre, Ann Durham, sí, sus “ideales prevalecían sobre los hechos puntuales”. La oiría hablar de las marchas por los derechos civiles y de la guerra de Vietnam “un desastroso error, la importancia del movimiento feminista, la igualdad salarial y la lucha por la pobreza.
“Un mundo donde hay personas que solo piensan en ellas mismas y menosprecian a los demás para sentirse importantes.”
Luis Abinader podría hablar de su padre, Dr. José Rafael Abinader Wasaf, empresario exitoso, educador y político destacado, vicepresidente del PRD, desempeñando elevados cargos en la Administración Pública con absoluta pulcritud, eficiencia y honestidad. Obama inicia su carrera política en el Partido Demócrata; Abinader, luego del descalabro del PRD, en el Partido Revolucionario Moderno, partidos de centro izquierda (no revolucionarios, ni marxistas) herederos de una grave crisis económica y un sistema de Gobierno corrupto e injusto, conscientes de que “una democracia se necesita de una mayoría para provocar un gran cambio, lo que implica construir coaliciones que cruzaran diagonalmente las líneas étnicas y raciales”.
Aspirantes a la Presidencia, luego de muchas reflexiones, Barack Obama senador, se decide “si se puede” igual Luis Abinader y con sus laboriosos equipos de trabajo se lanzan al ruedo y ganan las primarias de su partido, Obama venciendo lo imposible Hillary Clinton, soberbia “trabajadora, afable e implacablemente preparada”.
A Luis le fue mucho más fácil. En las primarias su rival, que debió apoyarle, pasado presidente de la República se empeñó en menospreciarlo, siendo derrotado bochornosamente.
Igual le sucedería cuando, postulado como candidato a la Presidencia, el presidente Medina frustrado al tener que renunciar a una tercera repostulación, designa como sucesor a su Penco, carente de probidad y de virtudes, provocando la división de su maltrecho partido, PLD, barrido en las urnas.
En los meses de transición tanto Obama como Luis, se enfrascan en la dura tarea conformar un Gabinete de Gobierno selectivo; el hombre o la mujer, idóneo para el cargo, teniendo Obama, por razones políticas, hacer designaciones y algunas indecorosas, concesiones las “hienas de Busch, por conveniencia personal y “seguridad de la nación”.
Ambos tienen que enfrentar una tremenda crisis económica dejada por sus antecesores, agravado por el COVD-19. Uno y otro combaten la corrupción y los abusos en toda su extensión, particularmente contra la mujer víctima de aberrantes violaciones que atentan contra su vida, su dignidad y su intimidad personal. Ambos favorecen las tres causales eximentes.
Sin dejar de cometer errores, Obama baja del solio enaltecido. Su primera ley aprobada por el Senado, Ley de Recuperación, “no solo ayudaría a evitar la depresión, también restaurar la fe de la gente en un gobierno honesto y responsable”. Luis ambiciona lo mismo. “Quiere ser recordado como un reformador honesto. ¡Que así sea!