Por lejana que parezcan la interrelación entre protagonistas utilizados en este título, sus decisiones y actuaciones  tienen algo en común que puede resultar aprovechable para perfeccionar la democracia: la rectificación de decisiones por detentadores de poder ante rebeldías de gobernados.

Obama, presidente de la única súperpotencia en términos militares y tecnológicos, tomó la decisión unilateral de atacar a Siria bajo el supuesto de que su gobierno utiliza armas químicas en el lamentable conflicto interno que azota el territorio que han ocupado una de las civilizaciones más antiguas de la humanidad por haberse encontrado  “vestigios… de hasta 10,000 años a. d. C.” (WordPress.com).

 A pesar de su popularidad previa sustentada en la recuperación económica y en sus proyectadas reformas, y del apoyo del complejo industrial de guerra norteamericano, no pudo cumplimentar su decisión por rebelársele sus conciudadanos y sus tradicionales aliados internacionales, particularmente Inglaterra, para emprender acciones que pudieran concluir en una conflagración de proporciones inesperadas. A pesar de vencer, a duras penas, la resistencia del Congreso Norteamericano se ha visto compelido a supeditar su iniciativa bélica al accionar de la diplomacia internacional catalizada por la ONU, originalmente sobreseída en sus intervenciones por pacificar esa conflictiva región del mundo de donde provienen las principales religiones monoteístas.

La reacción norteamericana y mundial ha originado que Obama haya rectificado su proceder para revestirse de mayor prudencia aspirada por repugnantes de la guerra.

Guardando distancia temática y geográfica, algo similar observamos con el Presidente Medina. No pudo implementar sus decisiones sobre concesiones de explotaciones turísticas (Bahía de las Águilas) y mineras (Cementera y Loma Miranda) ante rebeldías ciudadanas medio-ambientalistas. Otras reacciones obligaron dejar sin efecto impuestos instituidos en su Reforma Fiscal, así como el aumento de tarifas eléctricas y de suministro de agua.

Ha tenido que admitir que sus programas insignias, que le han granjeado  simpatías, ofertas dominicales de recursos y construcciones escolares para la tanda extendida, no han podido implementarse como hubiera querido por “trabas burocráticas”.

Ante magros resultados fiscales y económicos y mantenimiento de  políticas de gastos populistas, clientelistas y privilegiados, su gobierno ha optado por continuar con el desenfreno del endeudamiento público, acrecentando reacciones conducentes al detenimiento de la hipoteca nacional a que aspiran quienes hemos aplaudido sus rectificaciones previas.

Estamos pues frente a rebeldía de gobernados conducentes a rectificar decisiones de gobernantes.

Algo similar tendrá que suceder en el PRSC ante apoderados que ya no representan su membresía, pero que siguen atropellando sentimientos reformistas intentando celebrar una Asamblea con delegados manipulados por canonjías y privilegios; desconociendo que hoy resulta más insostenible que nunca sostener pretensiones de detentadores de poder contrarias a representados.