De Pablo Neruda a Fuad Jorge Yury

De Pablo Neruda a Fuad Jorge Yury

Días atrás estuvimos en el acto de presentación de la “Antología General” de Pablo Neruda (Pablo Neftalí Reyes Basoalto) en la sala de la Academia Dominicana de la Lengua, zona colonial, calle Las Mercedes, Santo Domingo.

Esta presentación estuvo programada para hacerla en Valparaíso, Chile, a principio de año, dentro de la realización del V Congreso de la Asociación de las Academias, organizado para celebrarse en Valparaíso, Chile, pero que el terremoto, ocurrido unas horas antes del inicio, lo echó todo por el suelo.

Las corporaciones se comprometieron, entonces, a cumplir parte de lo programado a cada una de las Academias: poner en circulación el Diccionario de Hispanoamericanismos y los versos de Neruda y de Gabriela Mistral. Ambos chilenos y galardonados con el Premio Nobel de  Literatura.

En la presentación de la obra de Neruda estaban presentes Bruno Rosario Candelier, director de la institución local, quien dijo el discurso central, y los miembros numerarios Federico Henríquez Gratereaux, Manuel Núnez, Ramón Emilio Reyes, Ofelia Berrido, Jacquelín Pimentel y Rafael González Tirado, entre otros. También Ruth Herrera en representación de la Editorial Alfaguera, editora de la Antología.

Tras finalizar el acto de presentación de la obra, la mayoría de los asistentes se reunieron en grupos para comentar el valor de la tarea cumplida, y estuvieron de acuerdo en que era uno de los encuentros más emocionantes que había celebrado la Academia.  Animadamente, en medio de un brindis, en ronda de opiniones.

En ese encuentro, Neruda nos trajo tantos recuerdos de la primera juventud. Y el hecho de que tantos amigos de la época, al conocer los versos del chileno universal, se inclinaron  por la literatura, todavía nos conmueve.

Neruda fue un referente en distintas épocas. Nos atraía con sus mágicas fulguraciones.

Recuerdo que cada vez que Ivelisse Prats de Pérez y yo nos cruzábamos, sonaba un dueto: “Te recuerdo como eras / en el último otoño./ Eras la boina gris / y el corazón en calma /. En tus ojos peleaban / las llamas del crepúsculo / y las hojas caían en el agua de tu alma”.

Al despedirnos de ese acto, también salimos en grupos, cada quien detrás de su automóvil y cada quien con las personas que nos acompañaban.

Salimos juntos tres académicos. Dos iban delante y yo detrás, por la acera sur de la calle Las Mercedes. Al llegar a la esquina 19 de Marzo, uno de los integrantes del trío se decidió cruzar, y ya en medio de la calle, se detuvo, “apenas un instante”, para concluir el tema con esta expresión, que atribuyó a Neruda: “El poema soy yo”. Lo hizo con los brazos levantados al máximo, un hombre alto. ¡Imagínese! A pesar de que los tres somos nerudianos, no me creí vencido, aunque no se trataba de un torneo.

Dije, serenamente al poeta que componíamos en el  momento, triunvirato de dos, ambos de pequeña estatura.

Prefiero esta cuarteta: “Miente quien escribe el mejor poema, / sin haberte visto, sin saber de ti. / Es tan sólo cuento, vana fantasía. / El poema existe a partir de ti/.

Tras finalizar me preguntó: ¿De quién es esa estrofa?

Le respondí: Adivínalo. Mencionó dos poetas.

Entonces intervine: Eso le pertenece a Fuad Jorge Yury.

Saltó de inmediato:

– Ahora está más difícil que cuando comenzaste.

– Cerré el diálogo: Leonardo Favio, poeta y cantautor argentino.

– ¿Cómo?

También me despedí cruzando la calle.

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