De partidos políticos

De partidos políticos

Las organizaciones políticas han atravesado una etapa bastante difícil, caracterizada por la pérdida de credibilidad.

Como se trata de entidades que sustentan la democracia, los gobiernos deberían asumir esta pérdida de credibilidad como un germen patógeno para la democracia.

En esa virtud, la descomposición de los partidos tiene que ser atacada para que ese estado de cosas no perjudique a la democracia.

Hace falta, pues, que se establezcan normas que permitan rescatar la credibilidad de las organizaciones políticas y convertirlas en entes transparentes y confiables.

Si el Estado ha de financiar sus campañas, debería haber controles de supervisión efectivos, que permitan llevar registro de la forma en que son invertidos los dineros asignados por el Estado.

Del mismo modo, debería haber medios ineludibles que permitan conocer el origen de las finanzas de los partidos, pues son extremidades de soporte de la democracia, no razones sociales con fines de lucro.

Hay que establecer una ley de partidos que teniendo medios rigurosos de supervisión financiera, no invadan la soberanía política de estas organizaciones soporte de la democracia.

Daniel Zovatto, director regional para América Latina del Instituto Internacional para la Democracia Electoral (IDEA), ha planteado algunas sugerencias que deberían ser tomadas en cuenta con los propósitos señalados anteriormente.

Quedarse de brazos cruzados en medio de la pérdida de crédito que están sufriendo los partidos podría constituir un suicidio para la democracia, porque la situación se presta para el surgimiento de alternativas que no siempre son las más sanas y convenientes.

No hablamos de una acción que invada la autonomía y libertad de los partidos, sino de medios para que sus actos sean transparentes y les hagan merecedores de crédito público, en bien de la democracia.

Contrasentidos

Las autoridades competentes tienen que retomar el control sobre el uso de motocicletas, vehículos que están involucrados en la mayoría de los accidentes en este país.

No tenemos nada contra la idea de pedir que los motociclistas lleven chalecos numerados y otros distintivos, pero nos preocupa que las motocicletas parezcan excluidas de las regulaciones de tránsito.

Miles de motocicletas circulan por ahí sin placas ni seguros, y un altísimo número de conductores de este tipo de vehículo de motor carecen de licencias.

En la mayoría de los casos de accidentes que involucran motocicletas, no hay manera de reclamar con éxito las compensaciones por responsabilidad civil que se derivan de daños a personas y propiedades.

Los motociclistas, que cada día son más, parecen tener patente para violar todas las regulaciones de tránsito cuyo cumplimiento se exige con rigor a conductores de otros tipos de vehículos de motor.

Hay que eliminar estos contrasentidos y caer en la cuenta que una motocicleta es un vehículo de motor cuya conducción tiene que apegarse a las regulaciones generales del tránsito.

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