De partidos políticos, robos y desengaños

De partidos políticos, robos y desengaños

JACINTO GIMBERNARD PELLERANO
Por supuesto. Lamentablemente la política, por su fuerza natural, es un acopio de pasiones. Digo mejor, de intereses materiales, tangibles, utilizables y exitosos. Queríamos que no fuese así, que los Partidos Políticos o “Partido de los Políticos” como se llamó originalmente al que formaron en Francia católicos y protestantes después de la matanza de la noche de San Bartolomé en mil quinientos setentaidós, grupo que se deshizo al acceder al trono francés el rey Enrique Cuarto en 1589, querríamos -repito- que los políticos se moviesen a más nobles alturas.

Pero ¿cuándo han sido nobles las más poderosas pasiones humanas? Humanas. No me refiero al asombro insondable de Cristo.

Porque en política, como escribía Denis Diderot en el siglo dieciocho, entregado a la dirección de la famosa Enciclopedia durante veintisiete años, “en política, todas las reconciliaciones son falsas” (“Comentarios a Tácito”).

Y resulta ser así. Acuerdos y desacuerdos son mentiras de sube y baja, mutuos engaños transitorios y desengaños para los ingenuos y los crédulos.

Estamos, los dominicanos (como otros, ahora, antes o después) envueltos en redes de mentiras y tramposerías. ¿No han descendido los Estados Unidos de Norteamérica hasta abiertas trampas presidenciales y engaños electorales?

¿Será que, inconscientemente, nos quieren hacer un favor a los latinoamericanos, demostrándonos que ellos también se tragan las mentiras y que aquella severidad moral que nos estuvieron presentando por mucho tiempo, haciéndonos sentir inferiores, no era más que una pantalla con efigie de águila imperial?.

Es que durante mucho tiempo hemos sido muy burdos: dictadores a pleno sol, golpes de Estado sin astutos refinamientos, eliminaciones físicas (caso J. F. Kennedy y otros) grandes inmoralidades financieras (las privadas no dañan tanto la Nación) y artilugios hábiles, resultados de un “brain storm”, positivo -para ellos- tormenta de cerebros a toda marcha. Entonces viene el abuso contra los más débiles.

Ellos hablan y repiten como ahítos de asombro las habilidades del nazi Heinrich Himmler como jefe de propaganda de Hitler, pero los cerebros del Pentágono o de dónde sea, esconden el horror que destruye a esos buenos muchachos norteamericanos sencillos e ignorantes que son enviados “a defender la democracia”, sin que tengan ellos la menor idea de lo que sucede en esos remotos lugares, si es justo o no privar a esos de sus creencias milenarias, así nos luzcan tan absurdas como a menudo lucen algunas de ellas, y nos escandalicemos por abusos variados y hasta la barbaridad de las ocultaciones físicas a la cual se obliga a las mujeres en el Islam, pero veamos con naturalidad que estemos nosotros usándolas como carnada, mostrando senos, traseros y más, para vender, con cuerpos desnudos de mujeres en plenitud temprana, automóviles, bizcochos, radios o caramelos.

Cada cual con lo suyo, siempre que no dañe a los demás.

Por más voracidad que se tenga, por más redituable que haya sido y sea la norteamericanización de territorios mexicanos, a cuyos nacionales se les quiere hoy poner un muro y son tenidos a menos, así el territorio tenga nombre español: Nuevo México, San Francisco de California, el enorme Estado de Texas (Tejas), etc., un robo es un robo y la fábula de Lafontaine que expresa que “La razón del más fuerte es siempre la mejor” (Le loup et le agneau) sigue manteniendo dramática vigencia.

No me gustan los extremos. Creo que Platón tenía toda la razón cuando afirmaba que un extremo lleva a otro. Norteamérica se ha situado, por circunstancias, en un extremo de prepotencia. Se meten en todas partes, intervienen en todo a su conveniencia y debido a ella, que a veces resulta conveniencia ajena, como cuando evitaron líos eleccionarios urdidos por la gente de Hipólito Mejía que, como algunos miembros del actual Partido en el poder, están gozosos y eufóricos por todo lo que es posible hacer cuando se está al mando y a cualquier denuncia se le pueda llamar chisme o embuste.

¿Queremos, los dominicanos, que los norteamericanos nos aparezcan hasta en la sopa, o el sancocho nacional?

¿Sí?

¿No?

En buena parte depende de nosotros.

No nos pongamos locos.

Todavía quedará tiempo para robar.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas