De Pérez Prado y la censura a la música nueva

De Pérez Prado y la censura a la música nueva

Leyendo la historia oculta tras >La ciudad y los perros= escrita en el libro >El cadete Vargas Llosa= de la autoría del también peruano Sergio Vilela Galván, me encontré con una interesante información a la que inclusive me atrevo a calificar de revelación.

En una entrevista, para cuya consecución tuvo que hacer malabares Bhasta ir a París con el laureado y reconocido escritor Mario Vargas Llosa, en la que recordaban a Lima en la época en que estudiaba en el Colegio Militar Leoncio Prado (donde se escenifica la novela) contó el impacto que tuvo en esa ciudad el creador y músico cubano Leoncio Prado.

Resulta que el mambo de Dámaso Pérez Prado que tanto valoramos hoy Bjunto a su figuraB fue en su momento despreciado y criticado.

Inclusive este mambo del que ha dicho Gabriel García Márquez que dio Aun golpe de estado contra la soberanía de todos los ritmos@ fue acusado de pervertidor por distintas y recatadas sociedades de América. Vargas Llosa cuenta entre sus recuerdos el día en que fue a recibir y siguió en el trayecto del aeropuerto a Lima, a Pérez Prado.

El artista fue invitado a participar en un concurso de baile que los jóvenes habían organizado y al que la iglesia, por supuesto, se opuso.

A pesar de las amenazas de excomunión del cardenal Guevara Aa todos los que participen en el mismo@, el evento fue un éxito al que el escritor no asistió, aunque no se resistió a la idea de conocer al músico cubano y por eso fue al aeropuerto.

AEsa fue la época de gloria de la música afro cubana, eso fue, uff, la revolución@, le contó el escritor a Sergio Vilela.

En ese tiempo Blos 50=sB los jóvenes apenas se tomaban de las manos y se daban besos furtivos. Los besos cinematográficos eran igualmente efímeros y desapasionados. El cuerpo y el vestido de entonces representaban esos valores.

El culpable de que la juventud de entonces se liberara y se moviera frenéticamente al ritmo de la música, fue Pérez Prado.

Ayer, censurado y criticado. Hoy respetado y admirado (sobre todo por los conservadores). Se ha visto una y otra vez este enfrentamiento entre la música Bsobre todo la nueva y la sociedad. Ella (la música) que se entrega desaforada y voluptuosa al salón de baile y ella (representantes de la sociedad y defensores de las buenas costumbres) que se tapa los ojos y los oídos y cuando puede grita y patalea. Aunque la historia cambie 20 años después, pregúntenle a Carlos Gardel, si puede…

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