De Pessoa a Saramago

De Pessoa a Saramago

A propósito de  una visita a una exposición-homenaje en Lisboa  al notable escritor portugués ganador de un premio Nobel de Literatura

SULLY SANEAUX

Pericles Franco, uno  de los dominicanos notables del siglo XX solía decir, medio en broma, medio en serio, que si algún homenaje se le iba a hacer, que se lo hicieran en vida, porque si sus méritos eran personales, no veía el porqué fueran sus descendientes los beneficiarios (del homenaje).

 Todo esto viene a cuento porque en estos días se inauguró en Lisboa, una exposición homenaje a José de Souza, conocido en todo el mundo como José Saramago. El reconocimiento no es para menos: el hombre es novelista, poeta y ha sido traductor, crítico literario, fotógrafo, periodista y, muy importante, hombre de fuertes convicciones políticas. Se agrega que  está vivo y parece que feliz. Además tiene todo el derecho a considerar que se merece el homenaje (hay un “pleito viejo” con su patria porque el gobierno portugués, ante la consternación general, negó el respaldo a que su obra “El evangelio según Jesucristo” participara en un concurso europeo). Saramago, sulfurado, se fue a vivir a Lanzarote, en las Canarias, a medio camino entre África y Europa, lo que no está mal para el autor de “La balsa de piedra”.

La exposición raya un poquito  en cierto culto a la personalidad, pero eso, en el caso de Saramago no es grave, porque no es candidato a nada (en los años 70 fue candidato a diputado y no lo eligieron), tiene un extraordinario “peso especÍfico” y, en una época en que escasean los valores “de antes”, es mejor rendir homenajes, por desmesurado que sean, al  culto  de la creación y el talento, del que Saramago es uno de los sacerdotes indiscutibles. No porque él se lo haya propuesto así, es el consenso  tanto entre extranjeros como portugueses.  Para citar uno de los que aparecen en la exhibición, el crítico (en este caso, una crítica) del diario británico The Independent, describe al gran autor luso como “escritor de inmenso talento y sin ambiciones”. Y el propio Saramago alimenta la valoración al decir, “cuando era joven me dije, todo lo que es mío, me llegará”. Y le ha llegado, a raudales.

Quizás la “Saramagomanía” de que hacen gala los portugueses hoy se origine en dos complejos nacionales de culpa: uno de ellos con el propio Saramago. Pero la primera de esas “culpabilidades de olvido” es con Fernando Pessoa, el más universal de los poetas portugueses. Como dice el crítico Paulo Marques, Pessoa es  “uno de los mayores nombres de siempre de la literatura portuguesa, quien en su vida hizo de todo: tuvo una carrera, tuvo amores, relaciones sociales, obras y permaneció siendo casi un desconocido” [1].   Claro, Pessoa quizás nunca aspiró en vida a reconocimientos, pero sus intereses personales no eran del mismo tipo que los de Saramago: Pessoa hasta dedicó algún tiempo libre al esoterismo: Saramago lo consagró en cambio a visitar a Fidel Castro o al subcomandante Marcos, el de Chiapas.

Pero volvamos a la exposición,  cuyo nombre es bien a lo Saramago: “La consistencia del sueño”  y que tiene como marco el magnífico palacio de Ajuda (Lisboa), que remonta a principios del siglo XVIII y donde naturalmente, en algún momento estuvo viviendo la familia real portuguesa.

Uno de los rasgos notables al comienzo de la exhibición es el de la relación tan estrecha de Saramago, de familia campesina, con sus abuelos maternos. Y uno de sus escritos más emotivos, que puede verse en la exhibición, es la “Carta para Josefa, mi abuela”  que dice, entre otras cosas, “Tienes noventa años. Estas vieja y enferma y me dices que fuiste la chica más bella de tu tiempo y lo creo….Cargaste sobre tu cabeza toneladas de leña y con la harina que amasaste pan se haría un banquete universal. Viga maestra de tu casa, fuego de tu chimenea y siete veces embarazada y siete veces parida…” Es una hermosa expresión de cariño de un hombre a quien uno, por estereotipo, adivina más bien seco y poco dado a efusividades.

Por supuesto, la exhibición cuenta con una numerosa colección de recuerdos de la infancia y la juventud de Saramago, cuando todavía no había hecho nada de lo que haría después, pero que es el material que utilizan los biógrafos ¿para tratar de encontrar el origen del genio? En todo caso, para quienes se interesan esencialmente en José Saramago, el escritor y poeta laureable y laureado, hay que obviar un par de la veintena de salas dedicadas a la exposición, organizadas cronológicamente,  y caer en  los finales de los años 40, que es cuando Souza/Saramago comienza a producir. Su vida de creador literario es, por lo demás, una buena muest ra de lo duro que es imponerse en el mundo de los elegidos, pues  a la par del talento, siempre se requiere de suerte.

Saramago la necesitó porque, en cierta forma, fue “descubierto” 40 años después de comenzar a incursionar en las más variadas vertientes de la literatura. Es efectivamente en 1986, cuando recibe su primer pago por escribir. Quizás en ese momento, descubre que de ese oficio se puede vivir “…Aunque claro”, él mismo precisa, “el escritor que quiere vivir de su trabajo, debe tener disciplina de hierro”.

Pero Saramago durante un tiempo, tal como se muestra en la exhibición, fue sobre todo traductor; allí aparecen varias de las numerosas obras que llevó al portugués: Tolstoi, Maupassant, Colette, Nazim Hikmet, Baudelaire. Lo que quiere decir que muchas obras ya traducidas a un idioma, siempre están a la espera de un buen escritor que las traduzca de nuevo. Claro, escribir implica una manera de pensar, de comunicarse y de entender las palabras. En todo caso, el mundo de la traducción, de las propias, le permitió además, encontrarse con su actual esposa, que era su traductora al español.

Pero sigamos visitando la exposición.

De Saramago se exponen obras de arte no directamente vinculadas a su oficio: figuras religiosas (budas y dioses aztecas o africanos), también figuras ecuestres; todas pequeñas y de fácil  colocación ¿en el escritorio del creador?  Igualmente pinturas o grabados, algunos de estos inspirados en poemas de Saramago.  Algunas de sus poesías han encontrado una feliz interpretación musical, que puede escucharse en una de las salas.

Por supuesto, además de las decenas de traducciones de sus obras, ejemplares de las cuales cubren una gran pared, no podían quedarse tres salas imprescindibles para un estudio de su obra y su vida o al menos para su conocimiento: la del  premio Nobel que, con todo y las rabietas que produce su no otorgación en algunos grandes maestros, tiene una magia inmarcesible de la que ni siquiera el muy modesto  Saramago podía escapar.

Pero como el autor sigue siendo tan fiel a convicciones adoptadas cuando aún era joven, no lejos de allí está el muro contentivo de su visita a Chiapas (semanas antes del Nobel) y al subcomandante Marcos, visita que Hizo acompañado de otro laureado creador, el fotógrafo brasileño Sebastião Salgado; Chiapas, donde según sus palabras,  “los más despreciados, humillados y ofendidos ciudadanos de México han logrado encontrar una dignidad y un honor nunca totalmente perdidos”. Continuaremos.

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