La mancuerna delictiva es tan vieja, conocida y denunciada que dudo que haya mucha gente capaz de recordar desde cuando ocupa espacios en los periódicos, lo que significa que en todo ese tiempo nadie se ha ocupado de enfrentarla o, cuando menos, de sancionarla ejemplarmente para evitar las tentaciones a las que se expone la autoridad cuando interactúa tan de cerca con quienes viven al margen de la ley. Que el ministro de Interior y Policía, Carlos Amarante Baret, denuncie la perversa alianza entre policías y delincuentes como quien denuncia un problema nuevo ciertamente sorprende, pero alienta la esperanza de que desde su investidura está dispuesto a aportar a la solución de ese problema o reducirlo a su mínima expresión. El funcionario, quien aseguró que en su despacho reposan decenas de denuncias de que en los pueblos y en los barrios los policías están actuando en connivencia con los delincuentes, cree que la solución a ese problema, que reconoce como un factor que agrava el clima de inseguridad que nos agobia, es una Policía más profesional y más motivada. Y que un mejor salario, planes de salud y de viviendas, y la confianza de pertenecer a una institución que garantiza su futuro, su seguridad y la de su familia mantendrán alejados a los policías de las malas compañías que afectan su imagen y minan su credibilidad frente a la población. ¿Pero cuánto falta para que tengamos la Policía profesional y motivada para la que trabaja el Gobierno según el Ministro de Interior y Policía? Amarante Baret no lo dijo porque no lo sabe ni puede saberlo, pero si preguntan allá en los barrios, donde la gente tiene que lidiar día a día con la peor cara de la Policía, responderán de inmediato, y sin dudarlo, que todavía falta demasiado.