De políticos y estancamiento democrático

De políticos y estancamiento democrático

BIENVENIDO ALVAREZ-VEGA
Creo que los políticos dominicanos no han caído en la cuenta que pocas veces antes su descrédito ha estado tan alto como ahora. Es cierto que se trata de un fenómeno ampliamente extendido en América Latina, un fenómeno que es casi estructural, pero hay que observar con detenimiento lo que está registrándose en la República Dominicana.

Todos quisiéramos que los políticos fueran más creíbles, que mejoraran su aceptación pública y que cada una de sus palabras, de sus iniciativas y de sus actos llegaran a la población en un ambiente de amplia credibilidad y fe. No solo para que ellos aumenten su patrimonio políticos, sino, principalmente, para darle al proceso democrático dominicano el reimpulso que necesita.

Pero, lamentablemente, nuestros líderes partidarios parece que no se dan por enterado. Desde hace varios años los países de la región miden la cultura política, la actuación de los políticos, las percepciones de los ciudadanos y su credibilidad en el sistema político, en los partidos y en los líderes.

Y decimos que no se dan por enterados porque los últimos estudios muestran una tendencia al empeoramiento, y porque no hay muestras de que los líderes de las organizaciones partidarias introduzcan cambios sustantivos en la manera de hacer política, en el uso de los fondos públicos, en su relación con la ciudadanía y, sobre todo, en el manejo de una agenda que refleje las verdaderas necesidades de la población.

Para los políticos dominicanos mejorar su imagen pública tienen que 1) demostrar mayor y real preocupación por los problemas reales de sus electores, por sus necesidades de cada día, sin dejar de sentar las bases del porvenir, 2) reducir su amor al dinero, un amor que en no pocas oportunidades les ha empujado a envolverse en acciones que riñen con la ley y las buenas costumbres, en actos de corrupción y hasta los ha llevado a vincularse con casos de tráfico de drogas, y 3) representar antes que nada los intereses de sus electores porque, en esencia, los políticos son delegados y mandatarios de quienes les eligieron.   

Pero los políticos han preferido, en general, jugar con el enmascaramiento, con las imágenes y las percepciones. Prefieren ser fieles al partido antes que a los electores y se desvelan por buscarle el lado a los ricachones y a los poderosos antes que a sus humildes legiones de electores que creyeron en sus palabras, en sus propuestas y en sus programas de trabajo.

Los políticos dominicanos saben que las encuestas y otros estudios de opinión pública revelan, una y otra vez, que ellos pierden credibilidad y que la población tiene serias dudas sobre sus intenciones y sobre el carácter positivo de su trabajo. Más todavía: ellos saben que con una frecuencia lamentable el poder de los políticos ha sido avasallante y hasta irritante. Saben, también, que en cada gran escándalo suele haber un político que participa, que apoya y que se beneficia.

Pero con frecuencia dicen, con ciertos aires cínicos, que a pesar de ello la participación electoral de los dominicanos es una de las mayores en América Latina y del Caribe. También nos recuerdan que el índice de participación social es el más alto de la región. Pero olvidan que se trata de legiones de hombres y mujeres que están obligadas a enrolarse en las campañas electorales, están obligadas a identificarse con los partidos y a votar, porque aquí la política partidaria es la industria que más empleos genera, y quien milita, quien no establece una relación de cliente o de prosélito, posiblemente no consigue empleo o pierde el que tiene. 

En resumen, los políticos dominicanos necesitan tomar conciencia del difícil momento por el atraviesan, por la tendencia creciente de la falta de credibilidad y confianza. Hace falta un reexamen serio de su papel en la sociedad, porque los políticos y los partidos son necesarios para retomar un proceso democrático que ha sufrido un lamentable estancamiento.

bavegado@yahoo.com

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