De pragmatismos, relatividades e individualismos

De pragmatismos, relatividades e individualismos

JACINTO GIMBERNARD PELLERANO
Puedo decir que siempre he mantenido una duda sistemática acerca de las afirmaciones contundentes. También en cuanto a la historia. Por eso no estoy seguro de que fuese el historiador griego Polibio, quien murió por el año 120 a.c., el primero en usar el término «pragmático» según se afirma, para describir su propio modo de escribir la historia. Pragmática quiere decir acción las cosas que han hecho los hombres, los asuntos humanos, los negocios y también los socios.

Se trata de la historia que se aparta todo lo posible de la leyenda que la tenemos más cerca de lo que se piensa- para enfocar los hechos de la manera más objetiva posible.

Lo cual es harto difícil.

Ya escribía el persa Omar Khayyam en una de sus Rubaiyatas: «Convicciones y dudas, errores y verdad / son burbujas transidas de tenue claridad./ Irisadas y frágiles reproducen la imagen / de lo que fue la vida y de lo que será» (Traducción de Virgilio Díaz Ordóñez).

La historia nos ha demostrado que, a menudo, la certeza, la convicción de una verdad no es más que un error compartido. La realidad es una cúpula multicolor en la que vemos destacarse ciertas combinaciones cromáticas, debido a misteriosas causas internas que en ocasiones se expanden alcanzando multitudes.

Naturalmente, en la superestructura de los acontecimientos, grandes o pequeños, hay espacio para certidumbres. En el tema del pragmatismo, no cabe duda de que está estrechamente ligado al médico, fisiólogo y filósofo William James, aunque el término Pragmatismo lo tomó James de Charles Sanders Pairce, catedrático de la universidad de Harvard cuando James se graduó allí de doctor en medicina, en 1869.

James consideraba que la oscuridad no era premisa necesaria para la filosofía, y que la expresión de la verdad era tan sencilla que podía plantearse en términos comprensibles hasta para los hombres de negocios, es decir, para personas distantes de la disciplina filosófica, aunque, necesariamente, los hombres de negocios requieran, para ser exitosos, su propia disciplina filosófica. Tengamos en cuenta que para James, verdad equivalía a eficacia y él sometía la idea a la prueba de la acción, buscando consecuencias prácticas en ésta.

En los orígenes del pragmatismo norteamericano e inglés no puede dejarse de lado la influencia del escocés Alexander Baín, quien había escrito que lo pragmático es «aquello sobre lo cual el hombre está preparado para actuar».

El pragmatismo es eficacia.

Debemos referirnos al pensamiento de Francis Bacon cuando afirma que «la regla más eficaz en la práctica es paralelamente la más verdadera en teoría». Igualmente hay que mencionar la filosofía utilitarista del inglés Jeremy Bentham, quien considera la utilidad como única comprobación de la validez de todas las cosas, formulando como primera ley de la ética el llamado Principio de Interés, según el cual el hombre (la humanidad), se rige siempre por sus propios intereses, los cuales se manifiestan en la busca del placer y la evitación del dolor, que él denomina «los dos maestros soberanos que la Naturaleza ha impuesto al ser humano». Pero Bentham propone una democracia en la búsqueda del placer y la felicidad y quiere que el aumento del placer y la evitación del dolor no se confinen al reino individual, sino que rijan para toda la sociedad.

Muy difícil. Tristeza y alegría, euforia y depresión, placer y dolor son profundamente individuales. Me viene a la memoria una anécdota de don Rafael Alardo, que fue un prominente y acaudalado hombre de negocios en el San Pedro de Macorís» de «la Danza de los Millones», aquel período de enorme prosperidad financiera. En las tardes solía él sentarse en una mecedora colocada en la acera frente a su vivienda. En cierta ocasión un paseante se detuvo junto a él y, con un hondo suspiro, le dijo: -¡Ay!, si/yo fuera don Rafael Alardo…

-¿Qué harías…qué harías…? -repuso el potentado.

-Ah…viviría en París, estaría en los mejores hoteles siempre rodeado de bellísimas mujeres, me pasearía por los bulevares en un espléndido coche abierto…

-¡Qué más…qué más harías si fueras Rafael Alardo?

-Bueno… vestiría los trajes más caros, luciría joyas estupendas…

-¿Qué más?..

Bueno… eso…

-Pero como no eres don Rafael Alardo, sino un carajo pasacantando, no puedes…y como don Rafael Alardo soy yo, mi disfrute es cometer mi majarete aquí en mi mecedora mientras el aire del Higuamo me choca en el pescuezo.

Así de individual es el placer y la felicidad.

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