De Presidentes y «vacas sagradas»

De Presidentes y «vacas sagradas»

JACINTO GIMBERNARD PELLERANO
No. Nunca en elecciones limpias, el pueblo dominicano ha apoyado con más fervor a un candidato presidencial, como lo hizo el pasado 16 de mayo en favor del candidato Leonel Fernández. Esto, dejando aparte la abrumadora victoria del profesor Bosch en 1963, cuando obtuvo más de seiscientos mil votos frente a los trescientos quince mil de la Unión Cívica Nacional. El pueblo ha admirado la trayectoria de Fernández, este joven abogado y político, inteligente, culto, disciplinado, gentil y con clara imagen de honradez y óptimas intenciones para su patria.

Pero ¿qué sucede ahora, a ocho meses de su segundo mandato? El primer desconcierto lo produjo al no asistir a los funerales de quien podemos llamar «primer líder mundial», cuando los más importantes jefes de Estado y de Gobierno, los líderes de las más diversas religiones o creencias de cualquier color político, inundaron Roma junto a multitudes nunca antes vistas en la Ciudad Eterna. Hasta los «jefes del mundo», como podemos, en propiedad, llamar a los norteamericanos, asistieron a las honras fúnebres del papa Juan Pablo II, no sólo el Presidente Bush y su esposa, sino su padre, Bush senior y el ex-presidente Clinton. Ni siquiera a la solemne misa oficiada en la Catedral nuestra, Primada de América, asistió el Presidente de la República, cuando Fidel… Fidel, visitó oficialmente la Nunciatura en La Habana con su Gabinete, para expresar sus condolencias. Aquí tardíamente, se quiso enmendar el error y la grave descortesía diplomática.

Luego con estos días, recibimos el aire fresco de que se va a atacar la corrupción a todos los niveles. Por supuesto, aquí el primer nivel accional es el presidencial, que se mete en todo, que interviene para que tapen un hoyo que rompe los muelles de los vehículos en una avenida principal, para hacer y deshacer millonarios -quitar unos y poner otros-, porque aunque se vitupere, insulte y maldiga el régimen de Trujillo, la omnipresencia del Presidente de la República sigue siendo igualmente poderosa, aunque haya sido democráticamente electo y trate de no ser un dictador legal.

No tendremos democracia, y menos «modernidad» mientras no exista una real separación entre los Poderes: Legislativo, Ejecutivo y Judicial. Mientras el Ejecutivo se meta en todo, a la luz -mayormente- y a la sombra -otras-, no tendremos una Nación Capaz de ir hacia delante. El lema «E’ pa’lante que vamos» no pasa de ser una aspiración impregnada de cloroformo.

La puesta en reversa de la citación del fiscal del Distrito al ex-presidente Mejía, a fin de que declare en torno al caso Quirino, ocurrida tras una inusual entrevista entre el fiscal y el presidente Fernández (no me imagino por qué debió ser tan extensa -más de dos horas- tal reunión para dar una orden) ha causado una conmoción extraordinaria en el ánimo público.

Se nos han caído al suelo las esperanzas de que estábamos en los umbrales de una nueva época, con una justicia independiente, aunque eventualmente a su vez, poco confiable, un Ministerio Público, un Fiscal, valiente y libre para poder defender la sociedad de tanto abuso. Vemos que la Justicia es asunto político. «Y Te tapo si me tapas, te doy impunidad si me la retribuyes».

¿Es que los ex-presidentes de la República, por haber logrado cruzar en su pecho la banda con los colores e insignias nacionales, se tornan (sin Obra y Gracia del Espíritu Santo) perfectos, pulquérrimos, decorosos, probos e incorruptibles?

No. Son seres humanos como los demás, aunque no los veamos así.

Si actuaron, honestamente durante su mandato, merecen el más alto respeto y admiración, pues las tentaciones no faltan en ningún momento.

De lo contrario, hay que tomarles cuenta. Por lo que hicieron o dejaron que se hiciera.

Eso de llevar la cosa «hasta sus últimas consecuencias» y que «no hay vacas sagradas» produce náusea, por ser mentira repetida hasta la saciedad.

Yo he visto las vacas sagradas en la India, en Bombay, y cuando se acercan a un frutero o vendedor ambulante que tiene su mercadería en el suelo y estos notan que no va de paso, sino que pretende comer algo de allí, empujan la vaca con una discreta patada y luego se sonríen con picardía cómplice.

Por lo menos, eso tenemos que hacer con nuestras «vacas sagradas».

No permitamos que roben tanto, y si roban, que se les castigue.

¿Qué es peligroso políticamente?

Más peligroso es, en cuanto a justicia, dejar el país «en banda».

Presidente Fernández: apóyese en un país que confió en su honestidad y valentía.

Que la Justicia encarcele al culpable y libere al inocente.

No pedimos más.

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