La Coruña EFE. El Diccionario de la Lengua Española nos informa de que un salpicón es un guiso de carne, pescado o marisco desmenuzado, con pimienta, sal, aceite, vinagre y cebolla, aunque matiza que, en los casos de Uruguay y Argentina, se trata de un plato de carne, no de pescado o marisco.
Así, el salpicón uruguayo y argentino sería un directo heredero del que, según Cervantes, cenaba frecuentemente don Alonso Quijano antes de convertirse en don Quijote: al comienzo de esta obra se nos informa de que el hidalgo tomaba salpicón las más noches. Ese salpicón era una forma de aprovechar las carnes sobrantes de su olla o puchero -una olla de algo más vaca que carnero- cortándolas menudas y alargándolas con cebolla, además de aliñarlas con los elementos básicos: aceite, vinagre, sal y pimienta. Que el DRAE diga que se trata de un guiso de carne, pescado o marisco no quiere decir que en la cocina española sea habitual el salpicón quijotesco. Los más frecuentes son los otros dos, preferentemente el de marisco. Y, dentro de los salpicones de marisco, el más apreciado, el más ilustre, es el de bogavante, ya saben, ese animalito al que los franceses llaman homard y los ingleses lobster y que los malos traductores pasan al español como langosta, cuando, evidentemente, no se trata de langosta. Pero así funcionan los libros mal traducidos.
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Salpicón de bogavante
Es una forma muy satisfactoria de rendir honores a este gran crustáceo al que los italianos llaman, también, elefante di mare, y al que algún autor despistado dio el nombre de cardenal del mar.