¿De qué depende hoy la recuperación económica de EEUU?

¿De qué depende hoy la recuperación económica de EEUU?

Después de registrar un crecimiento moderado entre 2002 y 2003, las últimas cifras de la economía estadounidense han arrojado un resultado bastante alentador en el primer trimestre de 2004, de 4.4% de crecimiento.

Paralelamente, el incremento del empleo y de las ganancias de las empresas denota una evidencia de que el aceleramiento de la actividad económica ciertamente fortalecerá las expectativas de que la Reserva Federal suba las tasas de interés desde los actuales mínimos de 46 años. Luego de la desaceleración global iniciada en 2000, un rápido análisis de estas cifras indicaría un mejor panorama económico para EE.UU. y, consecuentemente, para la economía mundial. Paradójicamente, estos indicadores también estarían apuntando hacia una profundización de los desequilibrios macroeconómicos existentes en la economía de ese país, reflejados básicamente en crecientes déficit fiscal y déficit de cuenta corriente en balanza de pagos.

La interrogante que surge es acerca de si los indicadores de la economía estadounidense pueden ser sostenibles en el mediano plazo y acerca de por cuánto tiempo más podrán mantenerse estos desequilibrios, mientras la economía se recupere. Hasta hace algunos meses se venía observando una economía en recesión, con una producción industrial estancada, desempleo creciente, y un bajo dinamismo del intercambio comercial. Esta situación reflejaba la severa incertidumbre geopolítica existente (guerra en Irak) y la continuación de los efectos recesivos derivados de la pérdida de capacidad adquisitiva de los consumidores y del colapso de la inversión privada, tras la finalización de la burbuja de precios de las acciones en el año 2000 (se estima entre 2000 y 2002 se han perdido más de US$6 billones en el mercado de acciones). Hoy, las cifras de crecimiento muestran un dinamismo importante de la producción gracias a la implementación de agresivas políticas en materia monetaria y fiscal, las cuales han afectado principalmente al consumo y las importaciones. Sin embargo, a pesar de esto, los datos de empleo casi no han mostrado mejoría, y se estima que desde fines del año 2001 se han perdido más de un millón de empleos.

[b]La política económica[/b]

La actual política económica norteamericana se caracteriza por una combinación de políticas monetarias y fiscales expansivas. Una política monetaria expansiva significa más dinero a la calle con tasas de interés en su nivel más bajo de los últimos cuarenta años, buscando reactivar la economía y evitar una caída severa y prolongada del nivel generalizado de precios (deflación). Por su parte, la política fiscal basada en un recorte de impuestos (US$350 millones en los próximos años), permitirá aumentar el ingreso real de la población buscando que la gente pueda aumentar y diversificar su estructura de consumo. Sin embargo, los hogares podrán también aumentar sus niveles de endeudamiento en situaciones históricamente pocas veces registradas desde hace más de seis décadas. Así, si bien el consumo ha sido impulsado por el recorte de impuestos y abaratamiento del crédito (gracias a tasas de interés mínimas), de no reaccionar el mercado de trabajo, el endeudamiento de las familias en el mediano plazo podría volverse insostenible.

Conjuntamente ligada a un mayor sobreendeudamiento privado y a una política económica expansiva, la recuperación económica de los EE.UU va a depender de cuánto persistan y se agraven los desequilibrios macroeconómicos bautizados como «déficits gemelos», esto es, los niveles del déficit en cuenta corriente y el déficit fiscal. Estos, si bien están ligados a la recuperación del nivel de actividad en el corto plazo, en el mediano plazo podrían convertirse en la piedra angular de una severa recesión de la economía estadounidense y mundial.

Durante la última década, la economía norteamericana ha impulsado el crecimiento de la economía global gracias a un gasto que va más allá de sus posibilidades; es decir, de lo que produce. En efecto, el déficit en cuenta corriente (el monto que EE.UU. tiene que prestarse de afuera para gastar más de lo que produce) ha venido incrementándose rápidamente, y se espera termine cerca del 5% del Producto Interno Bruto (PIB) en 2004. Como podría esperarse, el déficit en cuenta corriente ha sido alimentado por el creciente déficit fiscal, ya que finalmente el mayor gasto del Gobierno ha impulsado el exceso de gasto en la economía estadounidense. El presupuesto federal ha pasado de un superávit de 2% del PIB en 2000 a un déficit que bordeará el 4% este año. Tanto el déficit fiscal como el déficit en cuenta corriente se encuentran en niveles históricamente altos, hecho que, aunado a las cifras de endeudamiento de las familias, indicaría que en la actualidad la recuperación estará amenazada por múltiples y preocupantes desequilibrios macroeconómicos.

[b]Recuperaciones diferentes[/b]

Se entiende que una economía empieza a mostrar indicios de sobrecalentamiento cuando principalmente se reflejan aumentos de precios. Sin embargo, la esperada recuperación económica que viene actualmente experimentando EEUU es diferente en varios sentidos a la de 1991. A diferencia de las anteriores, la de 2004 no ha provocado aún un aumento significativo en los precios sino que, por el contrario, existe un riesgo de llegar a niveles de deflación. Adicionalmente, la salida de la actual crisis no ha implicado una mejora sustancial en el mercado laboral sino que en su lugar, contrario a lo esperado, se ha experimentado un aumento en la productividad y en el uso de la capacidad instalada ociosa que ha hecho que se produzca más sin la necesidad de contratar más empleados ni de incrementar gastos de capital para aumentar la producción. Hoy día existe la preocupación de que para optar por la recuperación económica, fruto de la reducción en los impuestos, se pueda provocar un aumento no deseado en las tasas de interés. Estas características de la situación económica en EE.UU. serán consideradas ante la posibilidad de que la Reserva Federal (FED) aumente sus tasas de interés en el corto e incluso en el mediano plazo.

En 1990 la inflación mostró un repentino aumento, alcanzando niveles de 5.4% anual, el mayor nivel de toda la década. De igual manera, el PIB real registró una importante contracción, al pasar de niveles de crecimiento de más de 3.0% en 1989 a una tasa negativa de 0.9% en 1991. Este comportamiento negativo también se pudo apreciar en la producción industrial, las ventas al por menor, la capacidad instalada y en las tasas de desempleo. En esta coyuntura, por un lado, la FED optó por enfrentar la crisis mediante una reducción sustancial en sus tasas de interés, mientras que el Tesoro decidió aplicar una política fiscal expansiva que se tradujo en un déficit fiscal de 4.4% del PIB en 1991 y de 5.2% en 1992, elevando la deuda total del Estado a niveles equivalentes al 73% del PIB en 1992. En este contexto, las tasas de interés de mercado, tales como la prime, la corporativa y la hipotecaría, mostraron un comportamiento descendente a partir de 1991, llegando a sus mínimos en 1993, cuando la recesión ya había concluido.

Por su parte, la crisis de 2001 se inició con un aumento de la inflación, que llegó a niveles de 3.4% en 2000 y fue combatida mediante varios aumentos en las tasas de interés de la FED. Sin embargo, estos aumentos probaron ser excesivos, provocando una contracción en la economía, que se vio reflejada en una fuerte contracción en el PIB durante 2001. De esta manera, ante los claros signos de enfriamiento en la economía, la FED optó por aplicar una política monetaria expansiva mediante la reducción subsecuente de sus tasas de descuento, que fueron reducidas en múltiples oportunidades hasta bajar de 6% en 2000 a 1% en 2004.

[b]Las perspectivas[/b]

Muchos economistas se han preguntado por cuánto tiempo más se dispondrá de financiamiento externo para el exceso de gasto interno estadounidense (financiamiento del déficit de cuenta corriente). En el largo plazo, quizá llegue un momento en que los inversionistas se mostrarán reacios a financiar estos déficits crecientes, o las tasas de interés cobradas se volverán excesivamente altas. Lo que sí parece indudable es que, en algún momento, el ajuste se tendrá que dar por una de estas tres vías: (1) a través de un menor gasto de la economía (recesión); (2) de un mayor incremento en el gasto de otras economías respecto de la de EE.UU.; o (3) de una depreciación sustancial del dólar que impulse una caída de las importaciones y un incremento de las exportaciones (menor gasto interno y mayor producción).

Cabe resaltar que no es la primera ocasión en que EE.UU. alcanza niveles de déficit excesivamente elevados. La historia señala que, mientras en la primera mitad del siglo fue un prestamista neto de recursos (acreedor) para el resto del mundo, posteriormente la situación se fue revirtiendo poco a poco y, a comienzos de los ochenta, ésta se invirtió con la administración de Reagan. Desde entonces, comenzaron a registrarse lo que se denominó en la literatura económica como «déficit gemelos» que bordearon el 4% del PIB. También puede ocurrir que el déficit en cuenta corriente disminuya sin que la economía mundial pueda caer en una severa recesión, como consecuencia de un fuerte crecimiento de otras economías líderes (Alemania y Japón) y de una depreciación significativa del dólar. Las perspectivas de mediano plazo no son nada alentadoras respecto del ajuste de los desequilibrios macroeconómicos; en especial, si se toma en cuenta que tanto la Zona Euro como el Japón están inmersos en situaciones aún más críticas y que una fuerte depreciación del dólar podría ser riesgosa. A pesar de que algunas monedas, como el euro, ya se han apreciado respecto al dólar dado el creciente déficit en cuenta corriente, algunos bancos centrales del Asia, en especial los de China y Japón, se mantienen reacios a permitir una apreciación de sus monedas respecto al dólar, debido a que esta minaría la competitividad de sus economías.

En realidad, la manera y la velocidad en que los ajustes se llevarán a cabo es una interrogante casi imposible de responder. Mientras las autoridades estadounidenses esperan que las acciones de política implementadas ayuden a retomar la senda de crecimiento, un número creciente de economistas se pregunta si, dadas las difíciles condiciones para que el ajuste venga por el lado externo (mayor crecimiento de otras economías), lo más probable es que el ajuste se produzca en la forma de una severa contracción del gasto en la economía de EE.UU., lo que indefectiblemente la volvería a llevar a una recesión, arrastrando a la economía mundial.

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