De radio y narrativa

De radio y narrativa

POR EDGAR REYES TEJEDA
Mientras leía hace poco un delicioso artículo del magnífico escritor Pedro Antonio Valdez, me identificaba crecientemente con su planteamiento de que muchos poetas tuvieron su primigenio contacto con la poesía a través de la radio por no contar, debido a la pobreza según Valdez, con bien nutridas bibliotecas en donde deleitarse con la lectura de estupendos y trascendentes poemas.

Ciertamente hay que suponer que la poesía llegó hasta los oídos antes que a los ojos del gran publico que incluye por supuesto a escritores, mediante las versiones sonoras que la radio de antaño difundía con apreciable profusión; contacto que es por demás muy natural si atendemos a que en principio la poesía fue una creación destinada a ser recitada antes que escrita, pues los aedas de la antigüedad y los juglares y trovadores de la edad media la declamaban en ágoras, templos, palacios y plazas publicas.

Al seguir la exposición del articulista, quien refería haber escuchado los versos de Rubén Darío, Neruda, Bécquer y otros notables poetas previo al conocimiento de sus libros; caí en la cuenta de que para muchos también fue la radio su primer contacto con la narrativa.

No somos pocos los que conocimos la novela romántica oyendo las lacrimógenas radionovelas de HIZ; o nos asomamos a las narraciones de aventuras escuchando a «Cazan el Cazador» y «Luis Dragón» por Radio Santamaría. Y si se trata de relatos de suspenso nuestra iniciación a este género estuvo marcada por los electrizantes capítulos de «Calimán el Hombre Increíble», devorados asiduamente de lunes a viernes en La Voz del Trópico.

Solo luego de leer ávidamente a García Márquez, Vargas llosa, Carpentier, Roa Bastos, Carlos Fuentes o Umbral , Gala, Muñoz Molina y otros legendarios maestros de la narrativa hispanoamericana, comprendimos que las tramas y estilos de esas radionovelas que nos hacían conmover junto al vetusto aparato de radio de las tías abuelas, o permanecer expectante ante las peripecias de un héroe imaginario a quien solo identificábamos por su voz estentórea o su risa burlona, eran obras de escaso valor literario, destinadas únicamente a atrapar una radio audiencia masiva y fiel.

Sirva esta referencia emocional y nostálgica para reconocer que la radio ha sido para muchos una poderosa, motivadora de aficiones o vocaciones literarias, siendo por tanto los casi anónimos escritores de radionovelas, entre quienes recuerdo vagamente a Armando Couto, Olga Ruiz López, Delia Fiallo, Víctor Fox, etc; los primeros modelos que han seguido autores quizás de gran éxito.

Sospecho, que muchas de estas novelitas radiales sembraron la simiente de la pasión narrativa en importantes novelistas de hoy día, cosa que muy pocos reconocerán por la mala prensa y desprestigio intelectual que sufren aquellas obras ciertamente superfluas y anodinas, aunque nostálgicamente entrañables.

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