Nueva York, EE.UU. Llegaron desde República Dominicana, Nueva York, Boston y hasta Montreal. Trajeron tambores, panderetas y muchas banderas.
Todos aterrizaron con su música y algarabía en este bucólico pueblito del norte de Nueva York para festejar el ingreso de Pedro Martínez al Salón de la Fama del béisbol. Miles de fanáticos de Martínez, en su mayoría compatriotas dominicanos, hicieron el peregrinaje hasta Cooperstown para su ceremonia de exaltación al templo del béisbol.
El pitcher que lanzó para los Dodgers de Los Angeles, Expos de Montreal, Medias Rojas de Boston, Mets de Nueva York y Filis de Filadelfia dejó fieles seguidores en cada ciudad, pero en ningún lugar es tan querido como en Manoguayabo, el humilde pueblo a las afueras de Santo Domingo que lo vio nacer y donde todavía tiene una finca y una academia de desarrollo de peloteros.
“Para nosotros él es como un presidente”, comentó Darío Taveras, de 33 años y ahijado de Martínez que trabaja en la fundación del ex lanzador en Manoguayabo.
“Ha hecho casas, escuelas, iglesias, `play’ (estadio). Nunca se olvidó del barrio”.
Taveras forma parte de un grupo de unas 100 personas a las que Martínez les pagó el viaje desde Santo Domingo para ver el ingreso en Cooperstown de apenas el segundo dominicano, después de Juan Marichal (1983).
Mientras Taveras hablaba unas tres horas antes de la ceremonia, decenas de compatriotas con banderas dominicanas, instrumentos musicales y camisetas con la imagen de Martínez animaban un círculo con ritmos caribeños y los estribillos “Pedro, que lo baile Pedro” y “Manoguayabo”.
“Pedro es un gran ser humano que ha representado al país y lo ha llevado al más alto nivel”, comentó Dalvin Roa, quien viajó desde Santo Domingo con un grupo de unas 50 personas, incluyendo tres equipos de pequeñas de ligas de jugadores de 9 a 14 años. Los niños, todos con sus uniformes azules y rojos con las palabras “Liga Los Trinitarios” en el pecho, ondeaban banderas y pancartas con el rostro de Martínez.
“Es un ejemplo de superación, de que con trabajo y esfuerzo se puede llegar a hacer muchas cosas”, agregó Roa, de 39 años y padre de uno de los pequeños jugadores.
Otros llegaron de más cerca, como Diógenes Domínguez, Juan López y Julián Domínguez, que parados debajo de una bandera dominicana que ondeaba de un poste de unos tres metros de alto, comentaban las gestas del lanzador que sumó récord de 219-100 y 2.93 de efectividad en 18 temporadas en las mayores. Los tres dominicanos viajaron desde diferentes lugares en el estado de Nueva York donde residen. “Pedro es el símbolo, es el mejor embajador deportivo dominicano”, señaló Diógenes.
“Humildad y grandeza dentro y fuera del terreno”, agregó Julián. El octavo pelotero latinoamericano que ingresa al Salón mediante una votación de la Asociación de Cronistas de Béisbol o el comité de veteranos atrajo incluso seguidores del odiado rival de los Medias Rojas, los Yanquis de Nueva York.
Julio Pabón, residente del Bronx y criado a la sombra del Yankee Stadium, organizó un viaje para unas 100 personas de ese barrio neoyorquino.
“Pedro representa para mí no un pelotero de Boston, representa un pelotero latinoamericano.