Las redes sociales son un excelente vehículo que permiten acceso a la comunicación abierta y democrática de quienes no tienen nada que perder, pero sienten que las palabras no escritas o no dichas les ahogan, pugnando por salir.
Las redes son un termómetro que permite escuchar, leer lo que la gente no se atreve a decir, o que algunos escuchan y sin analizar género dejan la bola correr sin pensar en el daño que hacen las verdades a medias o las mentiras creadas para dañar.
Quienes nunca han purgado el arroz de los machos que se cuelan para dañar el condumio futuro, quienes nunca han trillado café en esas tertulias interminables de las trilladoras, cuya imaginación desborda la de los compiladores de Las Mil y Una Noches, difícilmente entiendan la importancia de las redes como desahogo popular donde entre una corta y otra larga, como decía mi compadre José Cabrera Maldonado, circulan las noticias que alimentan la imaginación popular.
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En una palabra, la información, veraz o inventada, que circula en las redes sociales, merece ser respetada, estudiada y analizada, como forma de expresión popular, situada entre el borde del arroyo y las catedrales.
Preocupa que la mayoría de las personas que tiene acceso a estos medios de comunicación no sean lo suficientemente duchos, entrenados, como para separar con propiedad, la paja del grano, pues siempre serán víctimas de los maledicentes, de los creadores de fábulas cuya intención va más allá de entretener.
Aunque lo intenten los sabios nadie podrá dominar el potro desbocado de la imaginación de los francotiradores de la envidia, quienes usarán cualquier medio para dañar, para practicar la sucia tarea de la gatita de María Ramos que tira la piedra y esconde la mano.
Escuché la voz de mamá cuando le ofreció al maestro Pereira una taza de café que no pudo tomar porque “ando de prisa, gracias, doña Nieves. ¡Ah, se murió Massena Vargas”! Massena era hijo de tía Rosaura, vecina de siempre de mi familia materna y partera de medio pueblo de Barahona. Década de 1950. Antes de que me mandaran salí hacia donde tía Rosaura. A quien vi primero fue a Yan. Escuché un prolongado ronquido. No era Chivito, el padre. Tía Rosaura estaba sentada en el patio. Me respondió ¿quién va a ser? Massena que se acuesta muy tarde. Cuando regresé con la buena nueva mamá me dijo: el maestro Pereyra dijo que lo vio muerto.
La no confirmación de una noticia, de una información puede causar graves daños. Sacar los machos del arroz y los granos dañados del café, es un arte que sirve para manejar las redes sociales, y mucho más.