De repente descubrimos

De repente descubrimos

ANTONIO SÁNCHEZ HERNÁNDEZ
Descubrimos que «un manto de optimismo ha protegido esta isla desde el momento en que sus habitantes conocieron el secreto más íntimo de la caña de azúcar. Resulta que la caña de azúcar facilitó un mayor tamaño y una mejor fortaleza física. En el año 1500 los españoles éramos personas de muy baja estatura», según nos cuenta Don Rodrigo de Bastidas.

Crecimos todos, también los negros que eran ya suficientemente crecidos y los indígenas. El 18% de la sangre dominicana es indígena. Descubrimos a siglos de distancia «que es cómodo definir la llamada etapa antillana de la Conquista como unos años en que los españoles realizaron su aclimatación biológica a las tierras tropicales, se familiarizaron con las características del continente que iban a abordar y establecieron sus bases de partida hacia el mismo. por otra parte cierto.

Ellos no fueron muy conscientes de ese proceso,  Sabían lo que se proponían al ir allí, pero se desenvuelven en una trágica ignorancia de los procedimientos útiles para conseguirlo; sorpresas, fracasos, decepciones y esperanzas, termina por hacerle dudar a muchos de sus claros propósitos y surgir en ellos otros nuevos», en otros lugares del continente, nos cuenta la Historia social y económica de España y América, un clásico. Don Rodrigo de Bastidas se quedó a vivir en esta isla caribeña para siempre, él y su larga descendencia.

Descubrimos que toda novela es narración de aventuras. Que la historia también lo es. Lo es una historia de relatos. Es posible un largo relato novelado porque el propio dato histórico contiene en si mismo una alta dosis de ficción, ya que la vida humana es a la vez realidad y ficción. La vida es sueño…se sabe desde tiempos inmemoriales. Unos sueñan más, otros menos, pero todos hemos soñado, despiertos y dormidos, desde que hacemos, en todos los siglos. También descubrí que el ser humano sueña mucho más despierto que dormido.

Descubrimos que el caballero Don Rodrigo de Bastidas, siempre iría acompañado, muy bien escoltado, por sus dos grandes amores, en su labor de conquista y colonización de tierras americanas. De un lado su amor adolescente y del otro lado su esposa de toda la vida.

Descubrimos que los descendientes de Don Rodrigo de Bastidas siempre fueron ciudadanos de primera categoría social en esta isla: terratenientes del período colonial; empresarios en los siglos XIX y XX, políticos sobresalientes en el período Republicano como Don Buenaventura Báez, cuatro veces Presidente de la República; comerciantes exportadores e importadores; banqueros renombrados: Baninter, todas las posibilidades; intelectuales de fuste. Todos bien educados, personas refinadas con dinero, con el buen gusto de quien ha nacido rico de cuna gracias al esfuerzo y el trabajo de muchas generaciones precedentes. Nacer rico es una dicha, dicen los ricos, que cuesta una montaña de trabajo mantener.

Descubrimos que con Don Rodrigo de Bastidas comienza una historia dominicana muy particular: es la historia de una familia proveniente de Sevilla, que allá nació rica, que nació marinera, que nació blanca y andaluza, que también nació comerciante, que era de origen noble en su tierra, y que se sembró con todo ese ímpetu andaluz en esta tierra dominicana, desde principios del 1500 hasta nuestros días. Que fue testigo ocular de la enorme mezcla de razas y culturas: la indígena, la española y la negra, y que dos siglos después, en 1700, se había convertido en una comunidad de mayoría mulata. El pueblo dominicano es mulato.

Descubrimos que fueron amores y dolores entre tres. No olvide nunca que el amor duele. Hijos del amor y del dolor, de un triángulo cultural y racial, la vida en esta isla paradisíaca es muchas veces parecida a una hermosa canción de amargue. Inconclusa, un imaginario, como aquel horizonte que se aleja a medida que te acercas. Concluyente, como don dinero, como verdadero paradigma.

Descubrimos que Don Rodrigo de Bastidas fundó una familia exitosa, de primera, que se extiende a lo largo de cinco siglos, cuyos descendientes vivieron desde entonces en esta isla del Caribe, se casaron siempre dentro de su clase social y sembraron una raíz española generosa en nuestra historia y en nuestra cultura dominicana. Una raíz principal por el lado español de su época. Subrayó en el sentido refinado de la vida. Una parte del refinamiento del dominicano vino por el lado español, por la vía del mediterráneo andaluz. Sevilla es buena evidencia y buena semilla. La tierra de Don Rodrigo, su lugar andaluz.

Descubrimos que «después del apellido Colón, ninguno como el de Bastidas fueron más ilustre ni más prócer en la Ciudad de Santo Domingo», como nos cuenta Fray Cipriano de Utrera. La diferencia es que los Colón se marcharon y los Bastidas se quedaron en esta isla. Y esa no es cualquier diferencia. Yo estoy, tu estás, el está, nosotros estamos, vosotros estáis, ellos y ellas están. Los Colón se fueron.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas