De repente descubrimos

De repente descubrimos

ANTONIO SÁNCHEZ HERNÁNDEZ
Descubrimos que la esposa de Don Rodrigo de Bastidas, Isabel Rodríguez de Romera Tamarís, era hermosa por donde quiera que la miraras. Definitivamente a esta joven le había tocado mucho en la ya mentada repartición de los panes y de los peces. Mirándola apenas y ya sabías que estabas enfrente de un meteoro y las fuerzas de la literatura en combate. Con sus pecas sobre los hombros, su sonrisa segura con un dejo de timidez, dueña de ojos penetrantes, como si ya supieran cómo se vivirá en algo tan desconocido como el futuro.

Miradas de largo plazo, qué bellas, y por eso siempre decían que el futuro es hoy, fuerza de meteoro, y era naturalmente como usted lo está sospechando ya, extrañamente para una época en que las damas de la clase alta no trabajaban, esta dama por fuerza del destino y el influjo de sus propios maceteros, era del comité directivo central del club de los santos y sanos trabajólicos de la ciudad de Sevilla, hace ya 500 años.

Descubrimos que era una bella mujer con todos los requisitos necesarios para vivir en sana y plena convivencia consigo mismo, y con más nadie. Con excepción claro está, con Don Rodrigo de Bastidas en primera persona, «porque mujer representada era igual que mujer soñada». Decía: «Me adapto a ese hombre pero dirijo esta orquesta. Es muy tradicional: aquí siempre han mandado las mujeres y todos nuestros hogares, hechura de nuestra gran experiencia vital sevillana de ocho siglos con la cultura mora, están hechos a imagen y semejanza de nosotras. Administramos y gestionamos todo, comenzando por la salud gástrica y mental de nuestros maridos. Espero poder domar, que fue lo que me tocó, a esta alma de marinero». Domar es un placer, genial, sensual, como nos recordaría siglos más tarde Doña Sara Montiel.

Descubrimos que dichosos fueron desde entonces los maridos con sus mujeres, dicen las viejas historias, servidos a tiempo completo y dedicación exclusiva, como debía ser, según el código de ese tiempo borrascoso, e igualmente generoso para el sexo masculino. Este hecho tan simple y tan cotidiano era ya costumbre establecida en el Medioevo.

Curiosamente dicen algunas fuentes autorizadas que «era igual a como lo sigue siendo hoy, en el aquí y en el ahora: «los hombres representan, pero las mujeres mandan y administran».

Descubrimos que las tradiciones eran y siguen siendo una gran fuerza de freno, la gran fuerza de inercia de la historia, palabras propias que gustaba repetir un alemán ilustre del período de libre competencia, de origen alemán de nombre Federico Engels, un sabio de verdad, un gran científico social, un peso pesado, empresario exitoso en la industria textil, que fue donde se produjo la revolución industrial: el paso del trabajo manual al maquinizado, particularmente cuando se refería al tipo de gerencia femenina y sus consecuencias, razón por la cual vivió siempre en solitario. Y conste que le gustaban las mujeres y mucho, y era además un hombre con dinero, un prestigioso industrial y uno de los más preclaros hombres de la economía política clásica del mundo europeo de su época, en el siglo XIX y XX: un visionario, extemporáneo fundador de la guerra fría, por aquello del Manifiesto Comunista del cual es coautor, y que por lo tanto, debido a su éxito político, advino una vez más la división del mundo en bloques o sistemas en conflicto y competencia, en pleno siglo XX, hasta que la humanidad invente algo mejor. ¿Mejor para quién? La renta siempre se ha dividido en tres partes desiguales.

Descubrimos que nadie se parece a nadie y por lo tanto, nadie debe permitir que le estén administrando su vida, y lo que es más grave por delegación. Uno tiene los años que le quedan de vida, los otros ya los comimos. Y debe ser consecuente, sobre todo en la tercera edad, la edad del raciocinio y de la esperanza, de vivir a su manera, sin imposiciones ni pendejadas, en estas ciudades llenas de malhechores políticos, de actores impunes. Lea la prensa y con una simple tijera póngale esta tarea a sus hijos, para que además de computarizados, sean activos sociólogos de su propia vida: que recorten los titulares más importantes de todos los periódicos incluidos los provincianos, y saquen su propia opinión, en tanto que niños, sobre las ciudades y campos donde están viviendo.

Descubrimos que desdichadamente el conflicto todavía dirige el mundo. Nada nuevo. Ni la inteligencia preclara de occidente lo ha podido evitar. Qué pena que también el comunismo viviera también dentro del conflicto y la competencia. ¿Se puede acaso vivir fuera de la teoría y práctica del conflicto? ¿En la solidaridad y el amor? ¿En la soledad creativa, al estilo Krisnhamurti? Quién sabe si algún día el ser humano lo decide de esta forma, para que no siga dando tumbos y creando tantos problemas en el mundo. ¡Ni siquiera en la época actual, en el 2007, de alta tecnología, se pudieron encontrar armas químicas en Irak y el Presidente del país más rico del mundo, en todos los tiempos, ha quedado como borrego mundial.

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