De rodillas ante Trujillo, en fiel servicio a su vanidad

De rodillas ante Trujillo, en fiel servicio a su vanidad

El deleite narcisista de Trujillo por el acicalamiento y la pose fotográfica, la expresión de una élite de intelectuales, periodistas, empresarios, relevantes jerarcas de la Iglesia Católica comprometidos con el poder dictatorial, la adulonería del séquito gobernante tradicional, las lisonjas al llamado Jefe y una grotesca disputa de alabanzas hiperbólicas con el vano propósito de reiventar la historia dominicana, están contenidos en un revelador ensayo titulado: “El Desfile Trujillista: Despotismo y Complicidad”, escrito por los historiadores Walter J. Cordero y Neici M. Zéller, como parte de una serie de trabajos incluidos en el libro “Homenaje a Emilio Cordero Michel”, puesto en circulación la semana pasada en la Academia Dominicana de la Historia.

En la extensa producción, basada en la gigante y ostentosa parada cívico militar del dieciséis de agosto de 1958, no sólo se ofrece un minucioso análisis histórico sociológico de esas apoteosis que constituyeron el espectáculo predilecto de la dictadura. Cita por sus nombres y actuaciones en ese acontecimiento a connotados colaboradores del régimen, “personeros íntimos” del tirano que presentaron la trama del homenaje como si se tratara de una iniciativa ciudadana, auspiciada por un supuesto comité gestor que convocó a los representantes de las actividades productivas y de servicios del país.

Cordero y Zéller basaron su estudio en la consulta de un legajo de fotos y documentos que les fue facilitado como primicia de un tesoro recuperado, y en revistas y periódicos de esa época en que el Generalísimo pretendía, con la ceremonia, proyectar “la ambivalencia del desafío y el temor de un régimen amenazado por los cambios externos”. La gran manifestación, denominada “Del millón”, reclamaba la unidad ante el aislamiento exterior y la resistencia interna.

[b]LOS ORGANIZADORES[/b]

La presidencia del desfile, refieren los autores, “recayó en José María Bonetti Burgos, antiguo funcionario y socio al momento del presidente Héctor Trujillo en el monopolio de las grasas comestibles. Los importadores José Manuel Bello y Rafael Esteva compartieron las dos vicepresidencias; José Armenteros, socio accionista en empresas del dictador, quedó nombrado tesorero; a Ricardo Mejía Pittaluga, secuaz del cuñado del dictador, Francisco Martínez, le correspondió el importante cargo de secretario…”.

Agregan que el comité eligió una comisión encargada de la recaudación de fondos en la que designó “a José Antonio Caro Álvarez, Antonio Leiba Pou, ingeniero Alejandro Martínez e ingeniero Virgilio Pérez Bernal para velar por la planificación del desfile. Estaban como comisarios de propaganda Rafael Herrera, Manuel Valldeperes y Pedro Pablo Bonilla, amigo personal de Ramfis”.

Detallan interioridades de telegramas cursados entre los artífices del acto y Trujillo, cómo fueron movilizándose los pueblos, las comitivas que desfilarían, banderitas, cartelones, flores que portarían los participantes y la música que se tocaría en esta manifestación sin precedentes en la que Virgilio Álvarez Pina estimó la concurrencia en unas cien mil personas y Francisco Prats Ramírez ejerció un control total al escoger los expositores, depurar el contenido y la forma de los escritos de alabanza al caudillo.

“Un ejemplo de esta censura, dicen, lo tenemos en el caso del oscuro presidente de la junta del Partido Dominicano en Sánchez, Aníbal Páez, a quien el 2 de julio se le remitió la conferencia “Alcance patriótico de la deuda externa y cruzada gloriosa del Generalísimo”, que deseaba pronunciar en dicha junta Francisco del Rosario Concha. El señor. Páez no había tomado todos los cuidados de estilo con la citada conferencia, por lo cual se le devolvía, debidamente corregida”.

Afirman que en los meses previos, Bonetti no tuvo tiempo para sí, sus negocios ni su familia “Sobre él recayó la grave responsabilidad de organizar rápidamente un espectáculo sin precedente en la historia dominicana, tan brillante y multitudinario como la gloria sin par del Jefe… Veló por obtener suficientes recursos económicos e involucrar a todas las personas con influencia social del país”.

Las damas de Ciudad Trujillo, “encabezadas por varias compinches de doña María Martínez de Trujillo, instalaron el subcomité femenino que “quedó presidido por Cristina Peynado de Aybar Mella, hija del ex presidente títere Jacinto Peynado. La secundaban Heroína de Saviñón, esposa del confidente José Ángel Saviñón, a la sazón subsecretario de Interior y Policía; Carmen de Prats Ramírez, esposa del titular del Partido Dominicano; las fervientes correligionarias del trujillismo Miladys Félix de L’Official y Amada Nivar de Pittaluga, entre otras”. Reproducen los nombres, como delegadas especiales, de Celeste Woss y Gil, Poupé Molinari, Clara de Pichardo, María Consuelo Pérez Bernal, América F. De Sánchez, Sara de Gassó Pereyra, Gracita Rocha y Carmen Aura Cocco de Thomén”.

[b]INTELECTUALES Y PERIODISTAS[/b]

Entre los que ofrecieron su respaldo político al magno desfile, Cordero y Zéller citan a Horacio Álvarez Ortiz, Marcos Gómez hijo, Mario Fermín Cabral, Modesto Díaz, Francisco Pereyra, Elías Brache Viñas, Julio de la Rocha Báez, Polibio Díaz, Joaquín Balaguer, Víctor Garrido, Manuel María Guerrero, Carlos Sánchez y Sánchez, Marcos Guerrero, Manuel Ramón Ruiz Tejada, Luis Amiama Tió, Homero Hernández Almánzar, y José Antonio Hungría…

“La alta jerarquía de la iglesia oficial no estuvo ausente a este acontecimiento y fue obsequiosa en halagar a quien durante décadas le había favorecido generosamente mediante obras materiales y un tratamiento privilegiado”, significan y mencionan a El Nuncio de Su Santidad, celebrando “la feliz iniciativa”, a Ricardo Pittini y Octavio Beras, oponiendo a la “ponzoña comunista el antídoto salvador de la Doctrina de Cristo”.

El ensayo, de sesenta y dos páginas, describe el evento en el que avanzaba la comitiva presidida, según los escritores, “por la inefable Minerva Bernardino, quien iba envuelta en un crespón tan oscuro como su diabólica conciencia” y en el que se anunciaba a los miembros de las Fuerzas Armadas: “Ahí vienen… Alta la frente… Firme el paso… y gallardo el porte, los centinelas de la Patria”.

“La dictadura tuvo siempre una relación intrincada de carácter simbiótico con la intelectualidad dominicana. Aquella le proveyó apoyo material, poder, y en ciertos casos, prestancia social; todo esto a cambio de una complicidad ilimitada en las actividades políticas e ideológicas del régimen”, apuntan. Señalan que esta responsabilidad “fue compartida por algunos periodistas de la época que enarbolaron, desde sus posiciones ejecutivas en los medios de comunicación de masas, la matriz ideológica del trujillismo. En su particular e interesada concepción de la sociedad dominicana, Trujillo era el modelo de mandatario ajustado a la idiosincrasia del pueblo dominicano”, expresan para introducir el comportamiento de esas clases en el desfile.

Entre esa pléyade de profesionales “comprometidos”, describen acciones de Rafael Herrera, de quien aseguran “sobresalió ante todos tanto por la eficacia técnica de su labor propagandística como por el grado extremo de adulonería de sus propuestas”. A seguidas dedican extensas líneas a las iniciativas del destacado periodista en el extraordinario desfile. Otros comunicadores e intelectuales que desfilan en el ensayo son Manuel Valldeperes, Armando Almánzar, Tomás Morel, Héctor Incháustegui Cabral, Uladislao Guerrero, Ana Cavallo, Armando Cordero, Julio Genaro Campillo Pérez, Manuel Rueda, Alberto Ferreras, José Penson, M. Pouerié Cordero, Manuel de Jesús García y nutrida delegación de periodistas internacionales, que presumen invitó Rafael Herrera.

[b]REACCIONES[/b]

El documento ha despertado reacciones de inquietud en algunos descendientes y parientes de aquellos connotados trujillistas. El historiador y sociólogo Walter Cordero dijo desconocerlas y afirmó que “esta sociedad fue muy generosa con los trujillistas, un régimen autoritario, criminal, que provocó mucho sufrimiento al pueblo dominicano y si ellos fueron asimilados y aceptados con generosidad por esta sociedad, la historia no los va a absolver”. Aclaró que a lo que se han referido es a sus actuaciones “tal y como aparecen en los mismos medios de comunicación que ellos dirigían, en las publicaciones del régimen” y que ahí no se ha tratado de ningún rumor.

“Es un tema que trata sobre una de las actividades preferidas del régimen para mostrar su esplendor, pero detrás de eso había una gran coerción y represión contra sectores de la población dominicana y contra el pueblo dominicano sobre quien recaería el costo de esa ostentación”, significó, y agregó que el historiador, si cree en la verdad, es una persona libre de enfocar los hechos tal y como su conciencia y su formación se lo dicten. Aseguró no deberle favores a ningún trujillista que condicione sus opiniones y manifestó que no está tratando actuaciones privadas ni actuaciones posteriores de los aludidos.

Destacó la complicidad de la élite en ese y muchos otros regímenes. Enfatizó que la adulonería es un mecanismo para vivir bien y estar arriba en esta sociedad, que se ha prolongado hasta hoy. Concluyó en que es un profesor y que “como maestro de más de treinta años lo que he querido decir a mis estudiantes es que debemos ser distintos y no creo que por eso deban enjuiciarme negativamente”.

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