De Señal a Señal: “Dos en Uno”

De Señal a Señal: “Dos en Uno”

Exposición de esculturas y fotografías
en Galería de Altos de Chavón

No siempre las ocurrencias artísticas logran nacer propuestas con contenido formal y conceptual. “Dos en Uno” alcanzó este reto, el de asociar la fotografía y la escultura en un propósito de investigación que logra evidenciar la expresión de cada sujeto en su más íntima y confidente manifestación del duende humano que interioriza y que surge mística y misteriosamente cuando evidenciamos ese “yo único y excepcional” que todas y todos llevamos por dentro.
“Dos en Uno” es ese atrevimiento. Una sola persona, hombre y mujer, en dos retratos, uno en fotografía en blanco y negro y otro en escultura de tierra cocida y patinada, ejecutando un busto. Dos procedimientos técnicos con el mismo desafío y la misma tensión de sacar la expresión del “ser”.
El fotógrafo Herminio Alberti y el escultor Mark Lineweaver tuvieron el ímpetu de acercarse a esta idea y crear en ella un resultado visual, plástico y estético con dos facturas artísticas conjugadas en un mismo ánimo: servir la representación del rostro humano, en un retrato, uno en volumen y otro en llano.
El escultor trabajando con un ritmo impuesto por la materia que el artista tiene que domar, sincronizar con la flexibilidad del tiempo que concretizará la tierra en figura humana, e invitará la materia desde su plasticidad húmeda hasta su cocción fijando para siempre la imagen. Ese ritmo lo hemos vivido en el mismo taller del escultor Marc Lineweaver, en presencia del artista del lente Herminio Alberti, quien nos invitó a participar de todo el proceso creativo y meternos desde adentro en la complejidad de cada sujeto.
La fuga del tiempo impone otra tensión al fotógrafo, por ejemplo, el instante, el segundo, la fracción de ese segundo puede caer en un desbordamiento del efecto que desplaza inmediatamente la verdad perseguida. El fotógrafo está bajo la presión del instante, es como decía Roland Barthes “Une question de vie ou de mort” (Un asunto de vida o muerte), o lo captas o lo matas, claro el duende…
Alberti es uno de nuestros fotógrafos de arte más experimentado con la relación del instante, porque su naturaleza y su agudeza le han desarrollado eficiencia y gran coherencia y sobre todo una praxis al servicio de la emoción, con una valoración visual muy justa del mensaje, de una mirada, de una arruga, de una sonrisa, de un secreto que se dibuja en los rostros humanos.
Ambos artistas reunieron un conjunto humano de diferentes generaciones, profesiones y clases sociales en un solo propósito, en el que encontramos a: Leonor Gibb, Mary Pérez de Marranzini, Margarita Copello de Rodríguez, Melba Segura de Grullón, Soledad Álvarez de Vega, José Luis Corripio -Pepín-, Félix García, Gottfried Bruhn, Julio Brache Arzeno, Freddy Ginebra, José Armas y Luis Mejía Oviedo -Luisín-.
Tanto Alberti como Marc Lineweaver supieron transferirse a cada personalidad y llegar a un punto de captación y percepción en la que ellos se reconocen y en la que nosotros el público los identificamos.
El misterio de un retrato artístico se alimenta de esa búsqueda, de ese detalle, de ese secreto o enigma que tiene cada personaje y que lo hace singular y excepcional. En este caso los dos son cazadores del alma que supieron iniciar con religiosidad una complicidad y una incidencia visual entre la persona y el artista.
Desde la perspectiva del análisis crítico los artistas sabían lo que hacían cuando establecieron el día de la inauguración en la Galería de Altos de Chavón, la revelación.
Cada busto, cada retrato estaban cubiertos por un lienzo y metódicamente cada modelo tuvieron que retirarlo para descubrir la obra y descubrirse en un “Yo” reinventado por estos artistas. En el plano científico de la relación del retrato con la representación del “yo” desde finales del siglo XIX, se han logrado muchos aportes, tanto en filosofía como en el psicoanálisis, pues en el fondo se trata de abandonarse a la construcción de una imagen propia traída por la interpretación del otro.
Todos los modelos se descubrieron y todos manifestaron con espíritu lúdico y felices en participar en esta aventura visual que invita hasta el 4 de marzo próximo, a disfrutar de ese duende creativo que suscita un auténtico coloquio formal dialogante entre fotografía y escultura.
A finales del siglo XIX en Europa el retrato fue una obsesión visual, pues científicamente ofrecía la oportunidad de una imagen realista que se sometía a la exigencia de una representación de autenticidad en la figura. Los escultores estaban también llevados por esa pulsión del realismo de los tiempos que incitaba a captar la figura humana sin ninguna libertad de interpretación visual del artista.
Como evolución de los tiempos, pero también evolución de las técnicas “Dos en Uno” ha logrado alcanzar un resultado de contenido visual que llama a una reflexión contemporánea sobre la dimensión de la figura humana. La presencia de esta exhibición permite a los estudiantes de artes plásticas y visuales y a la comunidad artística alimentarse de dos direcciones: la fotografía y la escultura como fuerza expresionista, lo que se pudo lograr por la gran experiencia de Marc Lineweaver como escultor de gran trayectoria y profesor de escultura de varios años en la Escuela de Arte de Altos de Chavón, en total sinergia con el fotógrafo Herminio Alberti, fino conocedor del conjunto de las personalidades modelo y que siendo los dos amigos y cómplices de la imagen pudieron alcanzar cada uno con su medio artístico el duende de cada sujeto y revelarlo en su singularidad.
La noche inaugural de la exposición todos los seleccionados modelos estaban orgullosamente presentes y según llegaban e intercambiaban de inmediato se notaba en sus rostros vivos la satisfacción, la contentura y el niño callado que lucían como si fuese la primera vez que se veían representados, significando el valor que tiene el arte para poder borrar en una noche las fronteras de género y generaciones, de clases sociales y profesionales, y hacer que la obra artística nos humanice cada vez más con el encuentro interior de cada persona. Definitivamente, el arte sigue siendo la vía que nos lleva a la sublimación más profunda.

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