De señal a señal
Arte comprometido el de Botero

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Si algo nos hace admirar un artista es su compromiso y sensibilidad social, por lo que Fernando Botero, el pintor y escultor colombiano, es un ejemplo de estas condiciones. Desde principios de febrero hasta el próximo mes de abril podemos disfrutar de la exposición  “El dolor de Colombia”, en la Galería Nacional de Bellas Artes. Este evento inicia el programa de las actividades y celebraciones de la declaratoria de “Santo Domingo, Capital Americana de la Cultura 2010”, lo que significa un gran regalo para el país.

Admiramos al maestro Botero, no solamente por ser un gran ejemplo para el arte contemporáneo, un gran trabajador con más de 175 exposiciones individuales llevadas a los principales museos del mundo, además, de un artista muy cotizado entre los grandes coleccionistas y galeristas de las diferentes urbes y centros de arte.

Esta actividad se ha producido gracias al respaldo del Ministerio de Cultura de Colombia y al Museo Nacional de Colombia, quienes facilitaron 67 obras originales, distribuidas en 6 acuarelas, 36 dibujos y 25 pinturas. Dichas obras fueron donadas por el famoso artista antioqueño al Museo Nacional de Colombia. Las mismas las pudimos apreciar hace dos o tres años en Bogotá, y nos reconfirmaron el gran legado recibido por Botero cuando estudió en la Academia San Fernando, de Madrid, España a los grandes maestros de pintura española (en especial a Goya y a Velázquez).

En su interminable periplo, Botero en los años sesenta se estableció en Nueva York, lo que permitió granjearse una notable popularidad en ese importante mercado artístico. De esos años, podemos recordar La alcoba nupcial y Mona Lisa, la cual adquiere el Museo Metropolitano de New York.

En 1963 cambió su residencia al East Side y alquiló un nuevo estudio en Nueva York. Es allí donde surgió su estilo plástico en muchas de sus obras de este período con colores tenues y delicados. Su pasión por Rubens se deja ver en sus obras

Posteriormente, se traslada a París, donde introduce sus primeros trabajos escultóricos, siempre fieles a su obra pictórica.

El estilo de Botero, plenamente figurativo, con un toque o aire “naif”, lo representan personas y animales muy corpulentos, o francamente, obesos.

En la década del 1980 Fernando Botero ya es aceptado como uno de los artistas más cotizados del mundo, y algunas de sus famosas esculturas, realizadas en bronce, mármol y resina fundida pasan a ser parte integrante del paisaje urbano de muchas importantes capitales y ciudades.

Desde sus inicios, Botero ha recurrido a escenas costumbristas, inicialmente, con una pincelada suelta de colores oscuros (con ocasionales contrastes fuertes) cercana al expresionismo y, desde finales de los sesentas, ha recurrido a una pincelada cerrada, con figuras y contornos más definidos.

Su compromiso social es incuestionable, incluso es un ejemplo para que los artistas y lideres mundiales comprendan que la pobreza hay que combatirla con educación  y cultura, no se logran avances sociales con obras majestuosas, infraestructuras físicas, si esto n o va acompañado de un mensaje o demostración de conocimiento. El propio Botero ha afirmado: “que el arte no es un capricho que adorna a una sociedad, sino una necesidad espiritual que debe ser compartida con entusiasmo”.

No es de extrañarnos que su exposición lleve el sugerente titulo “El dolor de Colombia”, porque casi toda su obra ha sido Arte de Resistencia. En su obra reciente, Botero ha recurrido temáticamente a la situación política colombiana y mundial. Por ejemplo, la serie sobre «Abu Ghraib» está compuesta por 78 cuadros que tratan de representar los horrores de la tortura y de la guerra, relacionada con la invasión de los Estados Unidos a Irak, y los sucesos de la Prisión de Abu Ghraib a partir de las declaraciones de las personas allí torturadas.

Es nuestro interés a través de esta columna incitar e invitar al público dominicano a que asistan a esta gran exposición, ya que no es común lograr una itinerante de esta calidad y actualidad. Incluso, las escuelas y colegios deben programar visitas guiadas que permitan a los estudiantes el conocimiento de la cultura global que no solo deben aprender por medios digitales, es muy “ver”, palpar y meditar sobre los maestros contemporáneos.

Felicitamos al Ministerio de Cultura y a la Galería Nacional de Bellas Artes, en la persona de su directora doña Marianne de Tolentino por toda la coordinación para llevar a feliz término este importante proyecto museográfico.

En síntesis

Fernando Botero

Pintor, dibujante y escultor colombiano, en el que la monumentalidad, el humor, la ironía y la ingenuidad se combinan con un admirable dominio del oficio y gran talento. Nacido en Medellín en 1932, inicia su actividad artística en 1948 como ilustrador del periódico El Colombiano, al tiempo que participa en su primera exposición conjunta —Exposición de Pintores Antioqueños— Medellín 1948. Tres años más tarde se traslada a Bogotá y celebra su primera exposición individual (Mujer llorando, 1949).

En 1952 viaja a España y sigue estudios en la Academia de San Fernando de Madrid, al tiempo que asiste al Museo del Prado donde estudia y copia la obra de Diego Velázquez y Francisco de Goya. Entre 1953 y 1955 viaja a Francia, Italia y estudia en Florencia pintura al fresco, tras su regreso en 1955, permanece un año en Bogotá (donde su obra no tuvo buena acogida), otro año en México (conoce a Rufino Tamayo y José Luis Cuevas) y en 1957 visita Estados Unidos. Allí celebra su primera exposición individual en la Pan-American Union de Washington. A los 26 años es nombrado profesor de pintura en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Nacional de Bogotá, en 1960 se instala en Nueva York y en 1973 fija su residencia definitivamente en París.

En principio sus obras revelan cierta admiración por el muralismo mexicano y la pintura del renacimiento italiano (Partida, 1954), pero más tarde estas influencias van desapareciendo en favor de un personalísimo estilo, en el que las figuras engordan y se deforman hasta cubrir en buena parte el lienzo (Prelado, 1959), los cuadros de esos años denotan la influencia del surrealismo. La historia del arte (Autorretrato con Luis XIV visto por Rigaud, 1973), la vida burguesa (Escena familiar, 1969), la cultura colombiana (Baile en Colombia, 1980) y los personajes históricos (Luis XIV y María Antonieta en visita a Medellín, Colombia, 1990) constituyen a lo largo de su carrera las principales fuentes de inspiración, de una dilatada y variada producción en la que abundan paisajes, retratos y escenas costumbristas.

Sus primeras pinturas muestran una pincelada suelta y concreta, pero poco a poco ésta se empasta, al tiempo que las perspectivas y las figuras se hacen arbitrarias en función de la importancia que tengan en la representación. Óleo, acuarela, pastel, sanguina o lápiz son manejados con gran destreza a lo largo de su obra. Botero emplea la gordura como base de una cariñosa burla para comentar ciertos aspectos de la vida (La alcoba nupcial, 1958).

A partir de 1960, lleva a cabo entre su variada temática una serie de obras en las que parece rendir tributo a los grandes maestros de la pintura universal como Mona Lisa a los doce años (1959), Rubens con su esposa (1965) o Autorretrato según Velázquez (1986). Su afición por los toros le lleva en la década de 1980 a dedicarse casi en exclusiva a este tema (La pica, 1984, El quite, 1988). La misma voluptuosidad e ingenuidad que caracteriza su pintura, se encuentra en la escultura cuya producción se inicia en París en 1973, se trata en su mayor parte de figuras y animales de tamaños grandiosos y desproporcionados y singulares.

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