DE SEÑAL A SEÑAL
DerekWalcott odisea Caribe

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DELIA BLANCO
Los personajes de Walcott, viajeros de fortuna recurrentes y marineros mulatos, son tipos que parecen salir de La Odisea. El personaje Shabine en The shunner flight es una autÉntica odisea cuando declara “o soy o bien nadie o bien un país entero”, él está haciendo eco en el poema épico griego en que Odiseo se burló del Cíclope llamándose a sí mismo nadie. Al mismo tiempo está afirmando que ese nadie podría ser la representación de una cultura, la representación de un país. Claro que esto lo podríamos acercar al modo en que los exiliados también son figuras odiséicas.

Homero es su espíritu poético titular
El patrón de la imaginación homérica culmina en Derek Walcott en su obra Omeros, el bardo arquetípico. Queda claro que en la obra de Walcott el hombre es náufrago que deriva hacia el exilio. Acepto mi función como un advenedizo colonial en el fin de un imperio, afirma en el poema North and South, un solitario vagabundo satélite que da vueltas. A partir de Sea grapes, uvas de playa, Walcott ha escrito casi todos sus poemas situados en el Caribe, pero también en otros lugares, estableciendo un diálogo entre el norte, países metropolitanos, y el sur, el Caribe.

Por ejemplo, el poemario Fortunate travellers, tiene tres secciones, norte, sur y norte. Por su parte, The Arkansas testament se divide en aquí, Santa Lucía, el Caribe, el ancla, el hogar, y allá, que incluye el paisajismo extranjero, América y Sudamérica.

Su obra tiene también una expresión global del imperio, ha manifestado inquietudes  con el sentimiento de distancia de sus orígenes y a lo largo de su vida ha confesado una tremenda autoconciencia del regreso al hogar, entre los cuales podemos tener temas como Home camino, Return to  the new rain, que es un  capítulo de Another life y The Light house y The Light for the Word. Estos poemas posesionan la lejanía en relación a su provincia Santa Lucía, pero también el drama de los diversos regresos a un hogar sin hogar,  la angustia y el dolor por haber abandonado a la gente que lo rodea. Cito: “Yo, que nunca podría solidificar mi sombra para ser una de sus sombras.”

Tenemos una dialéctica en el conjunto de su obra que es un desgarramiento entre el mundo interno y el mundo individual, es un dolor entre el naufragio y el exilio y el mundo externo de la comunidad. Declaraba el poeta: “Soy una especie de escritor dividido, dentro de mí hay una tradición que sigue un camino y otra que sigue una dirección diferente.

Los elementos miméticos, la danza y la narrativa, dominan, por un lado, y del otro es más fuerte la tradición literaria clásica. Son dos tradiciones que indican la vocación de su forma y de su escritura, pero que, aliadas, hacen la poesía de Derek Walcott con un sentimiento personal obsesivo, con una escritura de deber público donde se integra su responsabilidad, es una estética del compromiso fundamental del poeta con su propia imaginación que lo lleva a la realidad y que,   en muchos casos, hace de él un cronista, un vehículo, una voz de todo lo que le rodea. ¿Quién es el marinero poeta? ¿Será Derek Walcott o el personaje Shabine? ¿Será también, ese marinero, poeta y, entonces,  el mismo Derek Walcott? Parece ser que no puede haber división cuando el poeta dice “No tengo más patria que la imaginación, me siento satisfecho si mi mano da voz al dolor de alguien.”

Es ese sentimiento profundo del dolor, del sufrimiento, de la compasión, esa búsqueda de verdad que hace que Derek Walcott sea  ante todo, un antillano que mantiene su complicidad con el dolor de los hombres y mujeres que han poblado su Santa Lucía querida.

La belleza de sus versos se despliega en una pureza que lo extiende a través de la terza rima dándole a su obra poética una gran luminosidad donde se transparenta un gran compromiso multicultural. Derek Walcott, a pesar de su edad, es un visionario, un hombre que no despega sus ojos verdes del punto más lejano del horizonte. El pasado lo toma en cuenta como conocimiento y consciencia, pero este poeta caribeño de lengua inglesa transmite ante todo en sus versos, sabiduría e inteligencia que ansía recuperar su paraíso perdido con el llanto de un hombre y la inocencia de un niño.

Su obra Omeros es un debate en un dualismo cultural, es la obra del viaje al más allá desde la perspectiva cultural caribeña. Recordemos que a Santa Lucía la nombraron la Helena de las Indias Occidentales. Es la obra de la muerte, del desplazamiento y del viaje. Es la entrada en este nuevo mundo donde se encuentra la Sibila, porque al fin y al cabo, la humanidad se mueve al ritmo de una Odisea transitando por la vida, transitando como Ulises o el viejo remero de la isla.

…consciente como la arena, claro como la luz solar frío como la curva ola como un vaso de agua de las islas.

Su  lazo espiritual con el Caribe no le ha impedido a lo largo de su carrera afiliarse con los poetas del nuevo mundo, reunirse con escritores americanos que se declaraban a favor del sincretismo de las culturas y una estética del nuevo mundo. Él mismo ha dicho “Como mestizo que soy, algo en mí se sobresalta cuando veo la palabra Ashanti y con Warwickshire me sucede lo mismo, ambas, cada una por su lado, está m uy cerca de las raíces de mis abuelos, ambas bautizan a este bastardo, ni orgulloso ni avergonzado, a este nativo de las Indias Occidentales”.

Ha declarado que la tarea para un artista antillano híbrido consiste en recogerse con las secuelas africanas, asiáticas, europeas,  y volver a formar un todo que sea nuevo, un todo que se goce en el fermento y que glorifique la cultura de las Indias Occidentales.

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