De señal a señal
Louise Bourgeois Retrospectiva itinerante: el arte y la psiquis

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Delia Blanco
La obra de arte, en sus aspectos formales puede responder a una lectura intelectual que permite valorar una propuesta visual en el marco de la estética. En este caso hablamos de obras que tienen una resonancia plástica, una armonía y una dinámica entre el medio de ejecución, forma y materia. Pero, hay obras que van más allá de lo visible, obras que contienen un mensaje de emoción que alcanza un alto nivel psicológico, donde no debemos apartar los elementos psíquicos. 

Existen artistas que se expresan a través de esquemas que tienen que leerse abiertamente con significados emocionales, que nos dan una lectura inmediata de sus quebrantos y traumas. Son artistas cuyas obras necesitan lecturas e interpretaciones que van más allá de lo visible, porque una obra de arte es un conjunto de elementos físicos, visibles, pero también psíquicos e invisibles.

Por todo lo dicho, los recursos de lectura y de interpretación van más allá de la visión real y material para alcanzar el inventario de todos los códigos y símbolos, que una vez acercados y unidos nos llevan al centro del ánimo y espíritu del artista. En ese caso, el psicoanálisis nos lleva a  interpretar el inconsciente como una reserva inagotable de los fantasmas, de los sueños y de los miedos. La obra de arte se convierte en un instrumento de sublimación de la realidad.

La obra artística de Louise Bourgeois está en el centro de estos planteamientos, provocando miedos e inquietudes, y una cierta extrañeza o rareza que nunca va a abandonar. El conjunto de su obra es una emoción ligada a su inconsciente que le permite reinventar su vida. Esta  artista francesa, emigrante  a  Estados  Unidos después de la  segunda  guerra  mundial, cruzó todas las corrientes del arte del siglo XX intentando ir siempre más lejos en la búsqueda de su vida fantasmagórica  que se ha replanteado de manera obsesiva en la creación.

 Podemos referirnos a su serie de “Cells”, donde ejecuta inmensas jaulas en las que las rejas son elementos fundamentales. Rejas, que permiten cruzar la mirada, pero también evocar la idea de cautiverio. Se trata del lugar de todos sus recuerdos, pues es la casa, la  que está en el centro de la instalación.

Para el psicoanálisis, los individuos creamos a partir de elementos reales de nuestra infancia, un mito individual donde la realidad y los fantasmas se enredan. Este aspecto es particularmente significativo cuando se trata de Louise Bourgeois, quien en la actualidad, a sus 96 años, no se ha cansado de sacar del seno de su historia familiar la materia prima-psíquica de sus obras: La casa que nos marca a todos y a todas, es la de la infancia, porque es también el primer receptáculo de nuestra psiquis.

Para la artista, las dos series de las “Celdas” están dedicadas a los sentidos, y otras a la niñez y a la memoria, pero todas representan diferentes tipos de dolor: físico, emocional e intelectual, cada Celda se refiere al miedo, y el miedo se aviva como el dolor. En todas estas instalaciones se oye la evocación del mito de Edipo y el lazo de la pasión y la violencia, de la angustia y del misterio.

En “Red Room (childs)” estamos frente a esta ambivalencia. El “Je t´aime” escrito en rojo sobre la almohada, el tren del niño y el instrumento de música sobre la cama se refieren a la paz y a la serenidad de la pareja, sin embargo, un tormentoso dedo de plástico cruzado por un alfiler sale de la cama, así como una especie de vejiga roja, lo que provoca dolor y angustia. Es obvio, que el dedo pinchado por la aguja no deja de referirse a la Bella Durmiente, que justamente después de haberse pinchado el dedo se quedará adormecida durante 100 años esperando al príncipe que la liberará del sortilegio.

Sus gigantescas arañas que surgen a partir de los años 90, y son obras monumentales contemporáneas que se exponen al aire libre en el parque del Museo Guggenheim de Bilbao; en el Parque del Jardín de las  Tuilleries de París; en el museo Reina Sofía de Madrid y en el Museo de Arte Contemporáneo de Tokio.

Esta serie de arañas caracteriza en la artista el trabajo de la línea y del  trazo con referencia metafórica a la trama de la telaraña pero también a la trama textual que nutre desde su juventud.

Las esculturas son un largo y preciso trabajo poético cuyos temas obsesivos no abandonan el carácter conmovedor y emotivo de la obra plástica que siempre sorprende al espectador. El dibujo, la escritura y el volumen están secretamente ligados.

Muchos críticos y psicoanalistas interpretan a la araña como la referencia a la madre de la artista, araña que teje la tela, tejido de emociones y de recuerdos que ella teje y deshilvana cual Penélope.

No es casualidad que una de las obras, del bienio 99-2000, la artista la haya intitulado “Hago, deshago y vuelvo a rehacer”.

La obra de Louise Bourgeois es la revelación de su psiquis, introspección en una curiosa alquimia entre una extraordinaria construcción mental y una indiscutible puesta en escena de una artista que no teme asumir los efectos, las consecuencias que una obra de arte como la suya puede revelar de su laberinto de emociones.

Toda la obra de esta artista nos reenvía a los espejos del complejo de Edipo.

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