Pocas son las ciudades europeas tan científicamente trazadas como París. La capital francesa goza de dos mundos intensos: uno a cielo abierto, y otro envuelto en la mística de la intimidad, de la confidencia y de la pasión.
Bajo el cielo parisino, azul en verano salpicado de nubes y gris de otoño o en primavera condensado y bajo, la urbe es un trazado elegante e inteligente de un horizonte siempre abierto a una perspectiva monumental o natural de parques y jardines, espacios verdes que le ofrecen al ciudadano un gran descanso y le permiten recrear el ocio.
París, vive a través de todos sus siglos y experiencias coqueta como la Chanel. Lucida y caprichosa como la Bardot, sabia y sensual como la Deneuve. Hablamos de las divas parisinas más glamorosas y aún no superadas.
Quién se planta frente a la bóveda central del Carrousel de Napoleón, dando la espalda al Louvre, se deja llevar por un río de emociones donde la mirada se puede humectar al derramarse por las Tullerías, pasar por el Obelisco de la Place de la Concorde, subir los Campos Elíseos, entrar de nuevo en el punto central del Arc du Triomphe (Arco de Triunfo), y dejar correr la vista hasta los edificios contemporáneos del Arc de La Défense. Esta trayectoria arquitectónica, abraza en un abrir y cerrar de ojos más de veinte siglos de civilización.
En el mismo Louvre, la Pirámide del arquitecto chino-americano Py, provocó escándalo rechazo y politiquería frente al presidente Francois Mittérand quien tomó la decisión de restauración del Museo del Louvre, y la integración de la pirámide de cristal, con las piedras nobles de la época de Louis XIII. Atrevimiento asumido a plena conciencia por el más Monarca de los Presidentes democráticos franceses, que en su discurso de inauguración del controversial monumento, señaló: Es un honor para la democracia francesa integrar a un genio de la arquitectura internacional en el proceso de ampliación del Louvre, el más admirado y querido de los museos del mundo y el más visitado. A partir de hoy la Pirámide del arquitecto Py, es una razón suplementaria para venir a París y para visitar nuestro Louvre
Mittérand, hizo del urbanismo un instrumento de democracia, renovando el patrimonio, entregando al aire libre de las orillas del Sena, espacios de esparcimiento para las poblaciones envejecientes que encuentran en lo que fueron los depósitos de las cuvas vineras caminos peatonales para caminar, reconocer la flora de la ciudad con sus arboledas endémicas e históricas, como los robles, los tilos, las polonias y los cedros.
En los antiguos almacenes de los mayoristas de vinos Saint-Emilion, Chateau Laffitte, Nuits Saint Georges, tenemos hoy, galerías de arte, bibliotecas, comedores sociales, salas de cine y teatro experimental; y en pleno verano, animaciones de calle y conciertos.
Francois Mittérand, innovó el plano urbanístico de la ciudad integrando los barrios más abandonados a la cultura y al ocio. La idea sencilla y genial consistió en recuperar, en transformar, e integrar la memoria del pasado al presente. Nunca se trató de destruir y borrar, sino más bien, de renovar y seguir haciendo historia.
Si tomamos un barco-bus en el Sena, llegamos a los puertos de arena del río, pero cruzamos los muelles de Tolbiac, donde se yergue la Biblioteca Nacional, la más voluminosa de Europa, abierta como un libro, con una fantástica selva de especies exóticas que crecen y florecen en las laderas del edificio, protegidas por la cristalera de la contracción. Lo que hace apenas veinte años era un terreno baldío de la sociedad de transportes nacionales, se ha convertido en uno de los mayores centros del pensamiento contemporáneo internacional, abierto al público y a los mayores investigadores del mundo.
París, es además, una ciudad en la que se puede gozar de estilos arquitectónicos y específicos desde la Edad Media, como podrán disfrutar en el Barrio Latino, del cuál me canso explicando a mis amigos caribeños, que es latino por la enseñanza en latín que hasta el sigloXVI allí se impartía, y también, por la enseñanza de letras románicas de la parisina Universidad Sorbonne.
Los enamorados de la arquitectura barroca o renacentista francesa, encontrarán una joya en el Barrio del Marais, sobre todo, si entran por la rue Sully Morland, o por la calle Beautreillis, y por la Place Sainte Catherine. Observarán en sus fachadas, ramos esculpidos de vanidades y de querubines, pero también, de escenas de caza cuando estamos al pié de la entrada de una casa palaciega, mejor llamada por los franceses hotel particulier, es decir, una morada perteneciente a un apoderado de la nobleza o de la burguesía.
En esta misma zona, los balcones lucen rejas forjadas por los mejores herreros con diseños del sol, que nos recuerdan la época clásica de Louis XIV.
Luego, si queremos salir del cielo abierto, nos metemos por las callejuelas de la isla San Luís, (Ile Saint Louis), y penetramos otras moradas con calzadas de adoquines, patios para caballerizas, y al fondo, encontramos artesanos de arte que restauran muebles antiguos, sobre todo, de la época de Louis XVI.
Debajo del cielo y en el corazón de su tierra, París es una sinfonía de sitios y lugares que hicieron la historia de la democracia. Si llega a la Rue Saint Antoine, justo en mi barrio, – y perdonen mi pasión por defenderlo, algo muy común en nosotros los parisinos- pueden entrar en el bar de vinos de barril, La Tartine, espacio donde Fernando Arrabal, Sabater, Ciprián y Julio Cortàzar, se apasionaban de literatura, y se indignaban frente a las dictaduras del momento. A pocos pasos, podemos llegar a la rue des Lombards, donde Cortázar lanzó en el 1980, Les trottoirs de Buenos Aires, café-concierto de estilo porteño, en el que se presentaron las mayores voces del tango en París, en presencia del Gato Solitario, de Susana Minardi , Astor Piazzola y Valeria Munárriz.
Y si cruzamos el puente Notre Dame, pasamos por los mayores clubes de jazz, como Les Trois Maillets, donde Nina Simone clavó el taco de sus zapatos en la cola de un piano, cuyo pianista no le daba el swing y el feeling, que la diva embriagada necesitaba…
París, es a, cielo abierto y a noche cerrada, el lugar donde los cafés todavía contienen el espíritu renovador y revolucionario para aquellos que quieran cambiar el mundo tomándose un café, en el famoso café Danton ( muy frecuentado por los exiliados de los 60-70, y los estudiantes que fuimos parte del 68, allí conocí a Maximiliano Gómez El Moreno- famoso dirigente de izquierda, quien a los pocos meses fuera asesinado en Bruselas); del Odeón, el Atrium de Saint Germain, o en el Select de Montparnasse, cuartel general del artista y dirigente de izquierda, querido amigo Silvano Lora; de los maestros sudamericanos de las artes plásticas: Matta, Seguí, y de muchos seguidores del nouveau roman, que quisieron oponerse a los existencialistas del Café de Flore y del Deux Magots, del village Saint Germain.
París es bella e intensa por la fuerza de convivir con las secuelas y las huellas del pasado, y ofrecer la ciudad muchísimo al urbanismo del futuro, integrando el servicio público al ciudadano, pues, el transporte urbano permite penetrar y saborear la ciudad con un ticket, que le monta en autobús guagua en español dominicano, por las orillas del Sena, un metro que le deja al pié de la Tour Eiffel, y un servicio nocturno de autobuses que invitan a salir de noche a todos los bolsillos, ricos y pobres.