De sueños y utopías

De sueños y utopías

POR JUAN CARLOS CANET
Caemos en el mas común de los lugares al mencionar los sueños y utopías que se levantan al fin de cada año, no solo en individuos, sino también en sociedades, colectividades, empresas y por que no en los estados y naciones. Momentos convencionales de balances, replanteos, propósitos renovados con fervor aunque al pasar de pocos días se conviertan solo en eso, en propósitos.

Pero ante este momento, en que la humanidad toda se encuentra en un punto decisivo en que debe lidiar con su propio destino, con su permanencia como especie, con la desigualdad aberrante que arroja anualmente a  miles de niños en los brazos inexorables de una muerte temprana, con la aterradora violencia ejercida dentro de todas las sociedades y por  sobre ellas en el concierto de las naciones se hace necesario algo mas.

Momento de caos y por sobre ese caos y confusión, sobre ese apilarse indecoroso y obsceno de riquezas extremas y abyetas formas de indigencia de los no convocados, de los que parecen mas bien los condenados de la tierra seguramente se debe estar levantando una nueva utopía, un nuevo sueño para una humanidad agredida.

El hombre, como género, nunca estuvo mucho tiempo sin ellas, algunas fueron mesiánicas, otras buscaban  la justicia de una redención. Nacerá sin nombre y lo adquirirá al andar. Todos los nombres con que la humanidad  bautizó sus sueños no fueron en sus orígenes agradables. “Miserables” por ejemplo llamaron a las turbas francesas que crearon un  sueño de igualdad y fraternidad, el mismo nombre con el que Victor Hugo los inmortalizó; “descamisados” los llamaron a los que, según los periódicos bien pensantes, pusieron sus patas en las fuentes de Plaza de Mayo y con Evita asumieron el nombre derogatorio como bandera.

¿Cuál será el  nombre que tendrá esa nueva utopía, ese nuevo sueño de justicia? Del desprecio nacerá.

¿Qué tendrá como contenido? ¿Quién lo podría saber? Podríamos sí, suponer lo que no debe tener. Ya ahora no se trata de socializar la tierra, es casi inevitable que a pesar de todos los títulos, ella se convierta en patrimonio colectivo de la humanidad, aunque mas no sea que por la simple razón del peso demográfico. ¿Qué es lo que ahora se debería y se tiene que socializar? Solo una cosa “el conocimiento” o sea que el archivo y la memoria de la humanidad tiene que ser patrimonio de todos. podríamos preguntarnos como será la forma en que se ejerza el distributivo del pensamiento. Esa es una gran pregunta, ciertamente no sujeta a ninguna propiedad intelectual capitalista ni tampoco bajo el mandato de ninguna burocracia tipo stalinista, brutal y asesina esta última, del último intento libertario e igualitario de la humanidad.

No tendrá, por supuesto, que ser ignorante de la tierra, de nuestra madre tierra contaminada y prostituida y de su cadena biológica. Si la nueva utopía permitiera que se atentara contra cualquier eslabon de la cadena genética, dejaría también que se atentara contra el ser humano. En la medida en que este concepto se vuelva credo, estará la validación de su nueva ética, de su nueva cultura ética.

Tampoco deberá ser solemne, ni triste, fundamentalmente porque la tristeza desaloja no solo la alegría sino la estética, ropaje de la ética para mostrarse. Hallará de seguro una nueva forma de llamar las cosas como por ejemplo declararse “conservador” de la herencia humana de la tierra y de la biodiversidad. Y rechazar ser un socializador comunista a ultranza tipo “democracias populares” cuya burocracia no hizo nada en conjunto con las empresas mas capitalistas para evitar la contaminación y el calentamiento del planeta.

Que inmensa paradoja para todo el fascismo intelectual que habita el primer mundo tecnológico y sus secuaces terciarios, que se les presente algo fresco y puro, como alquimia nueva, que desafíe sus estratificadas categorías cerebrales, que disloquen sus palabras y las deje girando sin sentido.

Alegre, no convencional, irreverente, creativa, similar solo a si misma, irreprochable en su formulación y con un código interno genético en que la fuerza se constituya en legiones y legiones leucocitarias que expulsen de su seno permanentemente cualquier tentación autoritaria y burocrática. Si así la imaginamos, así la construiremos y así será la nueva utopía.

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