De temas de cada día, triviales y profundos

De temas de cada día, triviales y profundos

Lorenzo de Médicis -el Magnífico- realizador de los ideales del Renacimiento, nos dejó, sin darle importancia, unas breves líneas en verso que han resultado inmortales como todo lo que es realmente grandioso. Me atreveré a traer sus palabras al español, lo mejor que pueda: “Cuán bella es la juventud / que se escapa día a día,/ quien quiera estar alegre, ¡sea!/ que el mañana no es certeza.”

   Los universitarios alemanes de la Edad Media, poseían un canto que era como su himno: “Gaudeamus ígitur, juvenes dum sumus”. Alegrémonos pués, jóvenes aún somos, agregando que luego vendría la molesta vejez y nos poseería la tierra.

   ¿Sentido de fatalidad o sentido de realidad observada y valorada?

   Yo creo que se trata de esto último, de una inteligente comprensión de que el tiempo pasa, y pasa para todos. Manuel Rueda, nuestro formidable intelectual, poeta, pianista y músico (que es otra cosa), le decía -con su vozarrón regañón cariñoso- a su predilecta discípula Miriam Ariza, cuando ésta se sorprendía de las edades de personas conocidas: “!Ajá! ¿Y Ud.  cree que sólo usted cumple años?

      He conocido personas, directamente citaré a Lev Aronson, el cellista compañero mío en la Sinfónica de Dallas que me impidió quedar atrapado en Dallas si aceptaba que me asignaran un violín que costaba tal fortuna  que me obligaría a permanecer en la orquesta hasta pagarlo. A él, a  sus consejos de prudencia y sabiduría le agradezco haberle dado la vuelta al mundo con la Sinfónica de Cincinnatti y encontrarme hoy en mi país, con mi familia y los sube y baja de mi ambiente cargado de absurdidades… pero en mi país, en la tierra de mis antepasados.

   No hace muchos días, por el sorprendente Internet, me enteré de que  Lev había fallecido. No era para sorprenderse, porque él doblaba mi edad, pero me dolió como si una afilada astilla de madera se me hubiera incrustado en el alma.

   Descanse en Paz.

    Lev me decía tener un archivo de cosas positivas, un catálogo de recuerdos gratos y acariciables: Las mujeres que lo habían amado, el aroma de los bosques cercanos a su pueblo, el lejano sonido de las campanas de la iglesia al atardecer cuando el día se agota.

   Aunque nunca me lo mostró, afirmaba tener un cuaderno con todos los momentos gratos que había tenido. Nada negativo. “La vida se encarga de recordarte lo negativo y hay que mandarlo de vuelta atrás, hacia su laberinto enfermizo”. Así decía el viejo sabio.

   Tengo entendido que es su hijo, homónimo,  quien dirige un programa de televisión enormemente exitoso en los Estados Unidos. Varias veces he pensado en escribirle, pero ¿qué significo yo para él, sino un viejo amigo de su padre?

 ¿Pensará que era un hedonista? ¿un firme aferrado al disfrute y al placer?

     Error.

     El posible hedonismo de Lev era el mismo que defendía J. Stuart Mill: un hedonismo altruísta dirigido al bien del prójimo, con un cálculo de placeres no dañinos para los demás.

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