De tipo de cambio

De tipo de cambio

JOSÉ MANUEL GUZMÁN IBARRA
Un diario matutino tituló en primera plana: “Se pierden once mil empleos en Zona Franca”. La razón, según detallaba el reportaje, es la pérdida de competitividad frente a China. Se colige de la información que la solución es permitir la devaluación del peso. Algunos líderes de opinión, economistas y sectores de zonas francas presionan al gobierno para detener lo que consideran es una sobrevaluación del peso.

Siendo nuestra economía zonafranco-dependiente, el planteamiento parece tener mucho sentido. Al menos desde la visión más ortodoxa.

El tipo de cambio, para mal o para bien, ha sido dejado a las fuerzas del mercado, y su funcionamiento (a pesar de ser una estructura de mercado imperfecto) parece reflejar de forma impersonal, con bastante eficiencia, sus designios. ¿Por qué hoy, cuando el mercado de divisas parece situarse alrededor del 30 por uno, los antiguos defensores del libre mercado lamentan que la política económica haya revertido la devaluación?

Lo importante no es tanto el tipo de cambio nominal, sino el tipo de cambio real; eso lo sabe todo el mundo. Hoy día, con niveles de precios todavía elevados, es indiscutible que la moneda dominicana está  sobrevaluada. Es decir, hay un encarecimiento relativo de los bienes nacionales versus los bienes internacionales medidos en dólares. Ante esa situación la ortodoxia aconseja devaluación. ¿Cómo puede permitirse que la economía pierda competitividad? Nadie puede plantear que esa sea una estrategia sabia.

Sin embargo, el tipo de cambio, en este contexto particular, puede ser visto desde otro punto de vista. La devaluación que empezó a darse en el año 2002 y que se incrementó en el 2003 tuvo efectos reales. Tanto así que se reconocía que los sectores productores de divisas tenían ganancias extraordinarias por esa vía. El gobierno de entonces planteó impuestos por esas ganancias extraordinarias. La devaluación, originada por emisión monetaria, incrementada por la falta de confianza, y fortalecida por el gasto público, provocó una espiral devaluatoria e inflacionaria que fue detenida sólo con la elección de un nuevo gobierno.

El tipo de cambio, como sabemos, ha respondido a esa recuperación de la confianza, además de ajustarse a una economía con menos circulante, bajando considerablemente. Ha habido una caída tan drástica del tipo de cambio que se habló, demasiado pronto para mi entender, del final de la crisis económica. Los niveles de precios, sin embargo, no han caído en la misma proporción. Así, nuestra moneda se ha apreciado considerablemente, y es lo que algunos sectores denuncian, pidiendo como correctivo la vuelta a la devaluación. ¿Pero no que el tipo de cambio no se puede determinar por decreto?

En contraposición, los avances en el nivel inflacionario, aunque sorprendentes, no guardan relación con la caída en el tipo de cambio. Mientras el tipo de cambio pasa de 51 a 29 por uno, para una reducción de un 43%. Aunque la inflación apenas ha reducido su ritmo de crecimiento, el nivel de precios sigue siendo elevado, y aunque más estable, el consumidor sigue enfrentándose a los precios relacionados con la devaluación anterior. Es por eso que la gente, aunque reconoce mejoría, le parece que ésta todavía no es suficiente.

En ese panorama creo que desde el punto de vista económico, empresarial y moral habría que preguntarse si la necesaria competitividad de los sectores generadores de divisas tiene que ganarse de nuevo con devaluaciones. Me parece que las autoridades deben hacer un mayor esfuerzo para presionar a la baja en el nivel de precios. Si presionamos a que bajen los precios podemos lograr la competitividad que se alega perdida.

Siempre podrá alcanzarse un nivel de equilibrio mejor y más estable si logramos objetivos de precios antes que objetivos cambiarios.

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