De tisanas y teoremas

De tisanas y teoremas

El té de jengibre, las tisanas de anamú y de amansaguapo, forman parte del patrimonio cultural de los dominicanos. Cultura es un vocablo “de amplio espectro”, como se dice de algunos antibióticos capaces de combatir diversos microorganismos. La cultura va implícita en la lengua, las costumbres culinarias, las canciones infantiles. Hay una cultura que hemos heredado de España, otra que nos viene de África, y una tercera que subsiste residualmente en el cazabe y en los nombres propios de lugares y plantas. Negros, blancos, aborígenes taínos, son tres ingredientes étnicos y culturales presentes en la sociedad dominicana. Además, existen otros factores de reciente incorporación: en la música, en los hábitos alimenticios, en el sistema de valoraciones colectivas.

La influencia norteamericana es visible en la comida rápida, en los ritmos que llaman música “country”, “hard rock”, etc. Los monumentos coloniales de la vieja ciudad Santo Domingo, es obvio que forman parte de nuestro patrimonio cultural. La religiosidad de los dominicanos, sus formas específicas de manifestar devoción a los “santos patrones”, procede de ese centro urbano amurallado que contiene un montón de hermosas iglesias. El folclore es, si se quiere, la cultura de los pobres, la de hombres sin “educación superior”. Las personas cultas -con educación universitaria, que dominan ciencias o tecnologías- participan también de la cultura popular. Lo popular y lo culto no son compartimientos estancos.

Son realidades sociales en estrecha comunicación de flujo y reflujo. Conservo el recuerdo de un profesor de geometría que decía a sus alumnos: después que estudiemos el teorema de Pitágoras podremos tranquilamente, beber “guarapo” y comer “jalao”. El merengue dominicano -que nos hace felices repentinamente si lo oímos tocar en el extranjero-, llega hasta nuestros días a través del “chénche matriculado”. Y es la prueba de que las políticas europeas pueden “afectar” los bailes.

El merengue reúne melodía hispánica y acompañamiento africano, para deleite de cultos y populares, de blancos, negros y mulatos. Hasta ahora, nadie insiste en que constituye una “música mulata”, culturalmente híbrida e “interclasista”. El merengue pasó de los barrios bajos a salones elegantes. Es ya, sin ninguna duda, patrimonio cultural de la sociedad dominicana. Pitágoras nunca pudo bailar un “jaleo”, ni comer “jalao”, ni beber guarapo.

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