De un lugar de paz, a una zona donde todo pasa

De un lugar de paz, a una zona donde todo pasa

Ella sale con su carterita al hombro. Menuda, camina como aquel que no tiene prisa. Su cita con el destino, al parecer, carece de tiempo o de importancia. Sorteando obstáculos, con  esa dejadez de quien no tiene nada que perder, cruza un par de esquinas. Está como en el aire. Hoy no es un gran día y anda como ida.

Minutos después, sin quererlo siquiera, ella despierta de su sopor.  Un estruendo la hace estremecerse. Son tiros, voces, gritos… confusión. No entiende nada. Mira al cielo. Siente que algo cálido cae por su cuerpo. Es sangre. No se había dado cuenta. Está herida. Herida de olvido, de confianza… de destino.  Tal es su dolor que ni siquiera reparó en que alguien se llevó su cartera.

Al leer estos párrafos,  ¿se imaginó la escena?  ¿Dónde la ubicó? Lo más probable en cualquier barrio de la periferia del Distrito Nacional. Si es así, despierte: este tipo de cosas se repite, casi cada día, en el corazón de la zona metropolitana de Santo Domingo. Piantini, Naco, Paraíso, Serrallés, Ensanche Julieta… todos esos nombres que ayer fueron sinónimo de tranquilidad hoy son el terreno preferido por los delincuentes. Quizás porque, por aquello de que el dinero aparece menos, los ladrones van a pescar donde asumen que encontrarán.

Vivir o transitar por cualquiera de las zonas privilegiadas de la ciudad es ahora un peligro. El terror, más que el miedo, nos embarga cuando estamos en las mejores zonas. Hablar de tiroteos  no es sinónimo de Capotillo o cualquier barrio caliente. No, ya no. Mientras las víctimas se suceden, y las mujeres tememos hasta ir a trabajar, la vida sigue su curso. ¿Las autoridades? ¡Quién sabe!

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