De vestigio nazi a balneario de lujo

De vestigio nazi a balneario de lujo

PRORA, Alemania.-En una isla alemana del Báltico, uno de los vestigios arquitectónicos de los nazis se transforma en complejo turístico de lujo para pasar las vacaciones donde Adolf Hitler quería adoctrinar a las masas. Se encuentra en una playa paradisíaca de la isla de Rügen, pero no es asequible a todos los bolsillos. Prora renace con la llegada este verano de los primeros ocupantes de los nuevos apartamentos de lujo.

La construcción de Prora comenzó en 1936 para albergar a 20 000 veraneantes en el marco del programa “La fuerza a través de la alegría” del partido nazi, del que también salió el Escarabajo de Volkswagen (“el coche del pueblo”).

El programa: playa, gimnasia y adoctrinamiento para la clase obrera aria meritoria. Todo en un edificio de 4.5 kilómetros de largo, con ocho bloques de hormigón idénticos de seis plantas frente al mar. Pero el proyecto se frenó con el comienzo de la guerra en 1939. El armazón de hormigón sirvió después de barracones para el ejército de la República Democrática Alemana comunista. Después de la caída del Muro de Berlín en 1989, las ruinas quedaron abandonadas. Dos museos usaban algunas zonas y desde 2011 un albergue ocupaba otra. El lugar “simboliza a la vez la época nazi y la era comunista; se puede ver cómo funcionaban los dos sistemas”, explica Susanna Misgajski, directora de uno de los museos. “Prisioneros de guerra, trabajadores forzosos, refugiados … todos pasaron por aquí en algún momento”, recuerda.

Responsabilidad. Los promotores inmobiliarios aseguran tener en cuenta el pasado. “La historia aquí está omnipresente” y “eso interesa a los clientes», afirma Werner Jung, agente comercial de Irisgerd Real Estate, que transforma uno de los bloques en 270 apartamentos. Pero hace falta un equilibrio. “Por un lado hay que conservar el carácter de recuerdo, por el otro están los inversores que han inyectado millones y quieren rentabilidad”, resume. “Hemos encontrado un término medio”, asegura este hombre de negocios. Por ejemplo, añadiendo balcones discretos. Los promotores tienen una responsabilidad para con la historia, exhorta Katja Lucke, historiadora del otro museo. “La gente ve este edificio gigantesco y queda fascinada”, afirma. “No se puede convertir en algo banal, hay que contextualizar”.

De los ocho bloques, unos pertenece al Gobierno regional, que quiere venderlo, dos a un inversor de Liechtenstein y otro fue destruido. Cuatro fueron cedidos a distintos promotores, que prevén transformarlos de aquí a 2022. Los veraneantes han comenzado a llegar a uno de ellos, bautizado “Prora Solitaire”.

La fachada es de color crema, con balcones. Posee su propio spa, restaurantes y hasta una panadería al último grito.

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