De vez en cuando hay que refrescar las memorias

De vez en cuando hay que refrescar las memorias

Teófilo Quico Tabar

Preocupado por lo que ocurría en el país, en julio del año 2008 escribí un artículo bajo el mismo título que el de hoy. Sobre el cual me permito reiterar algunos párrafos de lo que expuse en aquella ocasión:

“Una de las principales reformas que debería propiciarse en nuestro país, con mucho más urgencia que las que tienen que ver con nuestro sistema electoral, de partidos, como de cualquier otro, es la que tiene que ver con todos los aspectos relativos a los conflictos de intereses que se producen tanto en la esfera oficial como privada. Una de las causas principales de corrupción y lenidad que han prevalecido a lo largo del tiempo”.

“Los conflictos de intereses probablemente han causado mucho mayores daños morales, económicos como institucionales en nuestro país, que todos los demás que se hayan producido en las diferentes esferas. Porque rompen el equilibrio, enturbian la pulcritud, doblegan las normas, desborda la prudencia, desconocen los derechos, propician desigualdades y promueven la corrupción. Y a fin de cuentas lo dañan todo, aunque le den un ligero barniz de contubernio y compadreo que cubra todos esos enmarañados cotejos que ha permitido tanto enriquecimiento rápido como fortunas inimaginables”.

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“Probablemente se hará difícil, no solo intentar redactar un proyecto que persiga ponerle fin a posibles conflictos de intereses o aspectos de esa índole, sino que alguien que pertenezca al sistema de mando, de la jerarquía oficial o de la cúpula dirigente se haga eco de un proyecto de esa naturaleza, que podría ponerle fin a las andanzas libres y abiertas que se realizan en todo momento y en casi todos los lugares. Las que sin lugar a dudas han permitido todo tipo de acciones. Violentando los escrúpulos, la ética y la moral, aunque, repito, revistiéndola de un lustre como el que le ponen a ciertos bizcochos, que como leí de un famoso chef: mientras más mala es la masa, más grueso el suspiro”.

“Lo más grave de todo este complejo propósito, es que muchos asienten con un proyecto de esa naturaleza. Pero como hacen los marrulleros, lo dejan pasar de largo, puesto que al final del camino, o se cansan o se pierden de vista. Esperando que alguien nuevamente levante la bandera un tiempo después y ver qué acontecimiento nuevo haga desviar la atención ante una intención similar”.

“Seguro estoy, de que muy pocos legisladores piensan en la factibilidad de un proyecto de esa envergadura o por lo menos, que tenga tiempo para dedicarle atención a un llamado de esta naturaleza. Probablemente tampoco los que desde la cúpula de las instituciones de orden espiritual, con tantos problemas cotidianos, tengan tiempo para pensar en una legislación que establezca claramente, cuando se producen los conflictos de intereses. Que los prohíba y los penalice”.

Hace relativamente bastante tiempo que escribí ese artículo. Y sé, al igual que otros, que a muchos sectores se les hacía difícil dedicarle tiempo a consejos o señalamientos de esa naturaleza, a pesar de que escritores de la talla del estimado amigo Ramón Negro Veras constantemente reitera conceptos en ese mismo sentido. Pero todavía estamos a tiempo de crear normas que establezcan muros contra ese flagelo.