De vuelta a Cannes 2007 de vuelta
a una memoria en el tiempo

De vuelta a Cannes 2007 de vuelta<BR>a una memoria en el tiempo

POR CARLOS FRANCISCO ELÍAS
Paris (Francia) .- Eran planes de amigos, volver de nuevo en el 60 aniversario del Festival International du Film, justo cuando en el tiempo algunos habían hecho de la pasión por el cine su propia profesión y otros la habían mantenido cerca, compartiéndola con otras tareas profesionales.

Las pasiones resisten hasta la trampa de los perversos, sus oscuros designios…

Había pasado el tiempo y el 60 aniversario había llegado como inesperado, mirando ahora un planeta más adolorido y más triste que en otras ediciones de hace años. En mi caso particular, el 60 aniversario ha llegado justo cuando pensaba, luego de conocer a lo largo de todo este tiempo tantos festivales, que los festivales glamour no tienen tiempo para  la nostalgia, ni para recordarse de nadie; craso error, a veces sí lo hacen, especialmente cuando a los 60 años se pretende hacer un memorial humano de quienes con su presencia hicieron época en esos años dorados de Cannes, de los  que puedo dar fe : 1977, 1978, 1979, 1980, 1982, 1987 y 1988.

Eran momentos especiales, el cine internacional buscaba respiros importantes, mientras en gran parte de América Latina el cine militante se prestaba a construir respuestas a los movimientos autoritarios, que animaban la presencia de dictaduras en casi todo el Cono Sur de nuestro hemisferio.

Exiliados brasileños, argentinos, uruguayos y chilenos entonces daban a Cannes aquel sabor de  que el futuro prometía claves interesantes para abordarlo.

La transición política española entonces joven, traía  aquella frescura de viento libre entre canciones y películas, entre conciertos y muchedumbres en la bien amada  casa del Lago, pletórica de estruendos y proposiciones libertarias, que no escapaban a un destape desaforado y suculento ( preguntaría Marcos Rodríguez : «Qué habrá sido de Yolanda Rîos,» )…

Cuando vuelve ese tiempo, mirado ahora desde la simbólica avenida  La Croissette, piedra de dulzura y escándalos fílmicos; senos rodando en busca de oportunidades y cámaras, se comprueba que Cannes no cambia; en todo caso cambia quien desde su espíritu taciturno mira hacia el Mediterráneo; azulado y triste, impávido  ante el  ruido de la cinematográfica avenida que este año 2007, le promete nuevos escándalos, habituales de la estación festivalera.

Cuando uno vuelve, busca los viejos atajos; la rue Tony Allard, las conversaciones con el intrépido español Julio Diamante, partisano de cultura firme, escudero de la famosa muestra de Benalmadena, historiador de cómo el cine circulaba clandestinamente bajo el régimen de Franco en la España añeja de Ostias (en las dos formas : tragada y como golpeo) y oscurantismos religiosos, que con el paso del tiempo han visto su espacio reducirse, arrinconado por la fuerza racional de la libertad intelectual, parida en aquella trasición.

Entonces, el cine independiente tenía  fragancias y caminos  que recorrer y justamente en los festivales de Cannes de los años arriba  citados, este festival a pesar de todo su glamour dejó espacio para que las cinematografías en el exilio tuvieran un lugar y posibilidades reales de expresión, no reconocerlo sería un flaco servicio testimonial a la verdad fílmica.

Eran otros tiempos y quizás otras ideas, pero las ideas fundamentales siguen, columnas de cuarzo bruto, lógica que la racionalidad ante la realidad no desvía:  que el cine y su posibilidad democrática es posible, tan posible como aquel mundo reclamado como posible; que las visiones elitistas, acurrucadas en ceguera de visiones estrechas,  se quedan en sus brillosas tumbas de neón y pop corn, tratando de negar ese descubrimiento importante para la calidad de la vida interior a los más.

De vuelta a Cannes, la vieja promesa frente a la mar se  hace nueva, por aquellos días hermosos; donde la fraternidad no pedía permiso, emborrachaba a todo el mundo, en aquel universo no perdido, nació el furor de esta pasión por las imágenes, la creencia profunda de que siempre será mejor el amor al cine  que el amor a Dios ( » Ha blasfemado de nuevo, una vez mâs » segûn F. Ginebra)…

Aquí estuvo la fuente primera que me hizo pionero en eso de descubrir festivales, los anales del viejo Listín Diario dan fe de esas andanzas fabulosas que me dieron  una concepción y un criterio, que por cierto, luego de tanto tiempo sigue intacto y espera solo la oportunidad en camino, privada claro está , para mostrar que sí es posible una visión masiva del cine y sus ulteriores beneficios culturales, que la cultura no es un circo de pobres y que la cultura cinematográfica en la República Dominicana en particular, aún tiene retos fundamentales, organizativos y lúdicos sobre todo…

Todos aquellos años han pasado, para mí no en vano.

La perspectiva es clara: esta renovación de votos de los años Cannes en pleno 2007, apunta hacia otras visiones, busca el yodo de un mar fílmico que promete mirar el futuro con grandes ilusiones; dejando a la mediocridad anciana su amargo sabor de no poder producir redes de metales sangrientas, para impedir el crecimiento y el paso agigantados de los otros: porque el  que corre con inteligencia y canta, burla con destreza esas espumas de amargura de los que decidieron vigilar.

Otras tareas mejores que aquella esperan, volver  a Cannes en el 60 aniversario, vivir de nuevo aquellos ajetreos, infatigables, vale bien la  pena conjugando siempre lo mejor de todos esos años con los nuevos encuentros en un universo fílmico donde el cine emergente promete grandes sorpresas, grandes sorpresas.

Señores, lo  mejor de  Cannes es el can que dentro de un marco de inteligencia y gusto por el cinema se arma en Cannes y con can si lo sabre yo (jajajajajajajajaja)… cfelias@hotmail.com

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