En mis artículos inmediatos anteriores he estado abordando la problemática de la economía mundial asomándose, eventualmente, a otra severa crisis económica y advertía la interrelación entre economía mundial y mercado petrolero. Este último desenvolviéndose en un escenario extraordinariamente incierto. En estas dos primeras semanas del año han brotado demasiados motivos para la preocupación.
Cuando los petroprecios empezaron a desplomarse en el 2014 no pocos escondieron su satisfacción pensando que eso sería fatal sólo para algunas economías cuyas naciones escenificaban conflictos geopolíticos. Ahora han visto que las consecuencias alcanzan a muchos y pueden llegar a estremecer al mundo si se extienden por todos los continentes las consecuencias económicas derivadas de la caída de precios petroleros. Este factor, bajos petroprecios, es bueno y es malo; exime de altas facturas petroleras a importadores y oprime las economías de los productores-exportadores. En los que se produce un ahorro están disponiendo de un superávit financiero que ejerce un efecto positivo en el comportamiento de la economía, pudiendo estimularla. Hay sectores beneficiados que ven abaratar sus costos, como en el caso del turismo, esencialmente por el abaratamiento del combustible y una eventual reducción del costo de los pasajes. Contradictoriamente, la crisis en que han caído países productores puede disminuir el número de turistas viajando.
Ya se ha explicado que fundamentalmente la crisis petrolera se genera ante un incremento de la oferta en un mercado con demanda comprimida por las diversas situaciones que enfrentan las grandes economías, especialmente, en estos momentos, la economía china, que genera mucha incertidumbre. Ante eso las inversiones en la industria petrolera se han desplomado y esto no es poca cosa; se habla de que se han cancelado o postergado inversiones en grandes proyectos que alcanzan un monto por encima de los 380 mil millones de dólares. Uno de los actores más relevantes en la actual situación lo ha sido la economía estadounidense, que vio saltar su producción de algo más de 5 millones de barriles/día a casi 9, especialmente por los famosos pozos de “fracking” – perforación de rocas por medios alternativos -. Aunque inicialmente los bajos precios beneficiaron a un país que era gran importador; eso mismo – los bajos precios – han impactado dramáticamente al sector petrolero con más de mil pozos cerrados porque el “fracking” es demasiado costoso y por ende insostenible con petroprecios demasiado bajos. Unamos a eso el hecho lógico que lo que no se está vendiendo hay que almacenarlo y con ello se incrementan los costos. Se calcula que las reservas almacenadas en varias naciones desarrolladas están por los seis mil millones de barriles.
Obviamente, la contracción en las inversiones generará desempleo; habrá contracción del consumo provocando, adicionalmente, menos inversiones; las grandes economías reducirían importaciones, lo que supone menos exportaciones de nuestras economías. Para desgracia de todos puede estar planeando el dron de una crisis económica global. Estamos obviando que no aparezca con alcance macabro la mano negra del terrorismo internacional.