“Debajo de un elevado, indigencia”

“Debajo de un elevado, indigencia”

“Cuando los carros comienzan a pitar y a hacer ruido yo me levanto, eso es a las cinco de la mañana, yo duermo aquí debajo del elevado. Cuando me levanto salgo a buscar qué comer. Visito las cafeterías, comedores, a ver si alguien me da algo. Me paso el día y la noche pidiendo en las calles. Lo que consigo es para comer, no da para más nada. No tengo ropa. Fíjate lo que tengo puesto, es la única ropa que tengo, cuando ya tengo un mes con ella, se ensucia y tengo que votarla. Con lo que tenga a mano voy a la Duarte y compro en una paca por 100 pesos otra ropa. Así vivo”.

Existe una cotidianidad bañada de exclusión, discriminación y negación de todos los derechos humanos, la vida de las personas indigentes. No tienen viviendas sino que viven en la calle, entender su imaginario supone una ruptura con las lógicas sociales en las que el indigente se percibe como “peligroso” o como “demente”, distorsiones de la realidad.

Estas personas viven en la calle porque no tienen dónde vivir, han perdido sus viviendas. La pérdida de sus viviendas y sus medios de subsistencia está vinculada a: crecimiento de la pobreza, desempleo, abandono del campo, cierre de empresas, zonas francas, industrias y comercios. Algunos casos están vinculados a consumo de drogas.

Las personas que son indigentes o en pobreza extrema pueden pasarse varios días sin ingerir ningún alimento porque dependen de lo que aparezca. A veces los alimentos que ingieren son los que recogen de los safacones de la basura o los que la gente deja en restaurantes y comedores.

Las personas indigentes viven muchas situaciones de violencia, discriminación, humillación, abusos sexuales y policiales.

“¿Abusos? a cada rato. Me insultan, me empujan, me pegan y me mandan a trabajar, ¿a dónde voy a trabajar? Hace dos años perdí el trabajo que tenía. Recojo basura y la vendo. La policía me da golpes por verme”. Los relatos de las situaciones de violencia

y discriminación forman parte de su cotidianidad. El rechazo y discriminación hacia los/as indigentes se extiende a comercios, cafeterías, vehículos, semáforos, calles y parques. Los agentes policiales se suman a la lista de abusos y se convierten en uno de los principales actores que ejerce cotidianamente violencia hacia las personas indigentes. Los/as indigentes son parte de los rostros crudos y dramáticos de la

pobreza extrema que se hace presente en muchas comunidades rurales y urbano-marginales de las distintas provincias del país. Incluir esta población supone establecer programas para ello, acompañados de conciencia ciudadana sobre su situación y sus derechos.

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