Debate sobre Irak se centra en el alcance de los poderes presidenciales

<p>Debate sobre Irak se centra en el alcance de los poderes presidenciales</p>

El Senado se movió en la dirección a un debate histórico sobre las resoluciones que se oponen al aumento (“surge”) de tropas en Irak del presidente George W. Bush -la señal más significativa de que el Congreso se reafirma contra un Ejecutivo poderoso desde el inicio de la guerra.

Hasta la perspectiva del debate había generado agrios intercambios, con el senador John McCain cuando acusa a los partidarios de una resolución que se opone al incremento de ser “intelectualmente deshonestos”. John Edwards, un aspirante a candidato presidencial demócrata, que dijo que el Congreso sería culpable de “traición” si no ejerciera sus poderes constitucionales para parar la guerra. Dianne Feinstein, una senadora demócrata, que acusó a los republicanos por “obstruccionismo”, en medio de maniobras de fin de semana por partidarios de Bush para impedir una votación sobre estos problemas.

La resolución central -un texto elaborado por ambos partidos que expresaría la desaprobación del incremento-, no es de obligatorio cumplimiento. Esto provocó que algunos la descartaran por inconsecuente, pero para otros sería el primer voto simbólico de desconfianza en el manejo de la guerra en Irak por parte del Presidente. “Que la mayoría del Congreso resuelva que el Presidente no está haciendo lo correcto, no es nada trivial en tiempos de guerra, aún cuando no tenga efecto legal”, dice Cass Sunstein, un profesor de leyes de la Universidad de Chicago.

El debate forma parte de una batalla que se está intensificando sobre el ejercicio del Poder Ejecutivo de Bush. La preocupación del Congreso ha generado un compromiso de la Casa Blanca sobre su programa de vigilancia contra el terrorismo. Pero cuando se trata de la conducción de la guerra y un cuestionamiento más directo al poder del comandante en jefe, este debate llega al corazón del enfoque filosófico de la administración de su autoridad.

Bush y Dick Cheney, el vicepresidente, han reaccionado al desafío del Congreso con su brusquedad característica. Cheney dijo que una resolución “no nos va a detener”. Bush ha empleado un lenguaje más simple, alegando que el es “el que decide” (“decider” sic.), e invocando su autoridad constitucional como comandante en jefe. La semana pasada, el senador Arlen Specter, el ex presidente del Comité Judicial del Senado, lo enmendó, al observar que el señor Bush “no es el único que decide; que la labor de decidir es una responsabilidad compartida y conjunta”.

Dijo que la expansión de poder de Bush creó “una atmósfera de confrontación”.

Sus comentarios se produjeron durante una audiencia sobre “el ejercicio del derecho constitucional del Congreso de poner fin a una guerra”, iniciado por el senador Russell Feingold, un demócrata, y uno de los críticos más directos de la guerra. La semana pasada, introdujo una legislación para prohibir el uso de fondos para continuar el despliegue de fuerzas en Irak, seis meses después que se pusiera en vigor el proyecto de ley. “Si el Congreso no para esta guerra, no es porque no tenga el poder de hacerlo. Es porque no tiene la voluntad”.

Comparado con ocasiones anteriores, en que el Congreso había hecho valer sus derechos en tiempos de guerra, como en Vietnam, la voluntad política es limitada.

“Una resolución no obligatoria parece estar inutilizada, por comparación. No evita que el Presidente haga nada. No es más que trucos visuales y teatro”, dijo Bruce Fein, un ex funcionario de la administración Reagan.

El poder de más significación -y constitucionalmente claro- con que cuenta el Congreso en tiempos de guerra, es el poder directo del bolsillo. En 1970, el Congreso fijó una fecha para paralizar fondos que impedían que tropas de combate entraran en Camboya. En 1973, aprobó enmiendas que decretaban que después del 15 de agosto de 1973, no se podría utilizar fondo alguno para financiar actividades de combate en o sobre Camboya., Laos, Vietnam del Norte y Vietnam del Sur. En 1987, el Congreso cortó la ayuda militar a los Contras de Nicaragua, y en 1988 aprobó una legislación para restringir el financiamiento a Bosnia, a menos que el Presidente acordara ciertas garantías.

“Hay dos razones por las cuales ahora el Congreso es más débil”, dice Fein. “Todavía existe el factor miedo post 9 de septiembre de 2001. Y ellos temen que si los fondos no llegan a Irak y la situación empeora y todo explota, ellos van a cargar con la culpa. Lo que es más preocupante es que el Congreso, como institución, se esté volviendo estéril para desafiar al Presidente”.

Sin embargo, en la medida que la cuenta de muertes crece en Irak y sube el presupuesto propuesto para la guerra, aumenta la disensión. En medio de las preocupaciones sobre si el Senado siquiera haría una votación sobre una resolución que no obliga a un cumplimiento, Feinstein amenazó el pasado fin de semana: “Si no podemos hacer esto, ustedes pueden estar seguros de que dentro de un mes, más o menos, se va a producir una legislación más contundente”.

VERSION IVAN PEREZ CARRION

Publicaciones Relacionadas

Más leídas