DEBATE
El primer partido burgués en la RD

<STRONG>DEBATE<BR></STRONG>El primer partido burgués en la RD

Los fundamentos anticlientelistas y antipatrimonialistas del Partido Nacionalista, fundado por Américo Lugo el 28 de diciembre de 1924, primera organización política dominicana que abogó por la creación de un Estado nacional burgués, tanto con sus acciones, como en sus declaraciones y Estatutos, se remontan a la tesis de 1913, pero sobre todo a las ideas contenidas en la carta del 20 de enero de 1916 dirigida por el ilustre abogado y letrado al general Horacio Vásquez.

Carta muy citada, donde Lugo le explica al referido general y ex presidente de la República las razones por las cuales no existe en el país ni Estado ni nación, sino una caricatura de ambos, ya que el llamado Estado dominicano fue creado por Pedro Santana con la exclusión total del pueblo. La inclusión del pueblo, organizado y armado en una voluntad general y con conciencia de comunidad y unidad personal es la condición sine qua non de la existencia del Estado nacional y tal Estado no ha sido posible crearlo en nuestro país porque el pueblo dominicano de ayer, y de hoy, carece de cultura política, de conciencia nacional, de conciencia de formar parte de una comunidad y unidad personal. A esta afirmación, Juan Bosch le añadió, además, la falta de conciencia de clase.

Le he agregado yo la falta de conciencia de ser sujeto.

Con sus razones, Lugo le diagnosticaba a Horacio Vásquez lo siguiente: “El Estado Dominicano, fundado sobre un pueblo y no sobre una nación, no ha podido subsistir sino en condición de farsa o parodia de los Estados verdaderos, o de comedia política ya ridícula, ya trágica, según las circunstancias (…) Hemos sido siempre un pueblo dirigido por el despotismo; jamás nación gobernada por un Estado.

No hay Estado posible donde el pueblo no haya adquirido la conciencia de su comunidad nacional, es decir, de su unidad personal. Sólo elevándose a esa conciencia se convierte en nación y, entonces, como ocurrió, por ejemplo, en los Estados Unidos de América, el Estado que organiza es un verdadero Estado.” (Julio Jaime Julia: Antología de Américo Lugo. SD: Taller, 1977, p. 126).

Como en el país no existían ni ese Estado ni esa nación, Lugo le decía al general Vásquez que trabajaría para el logro de tal propósito. Es así como ocho años después de la carta a Vásquez, Lugo, junto a un grupo de abogados, políticos y personalidades de las diversas provincias y regiones del país, funda, en la fecha señalada, el Partido Nacionalista, en cuyo  emblema figura en la parte superior en latín la inscripción “Principios, no hombres” y en la parte inferior “Igi aya bongbé”, un mito lingüístico inventado por los Tejera y que ha servido de leit-motiv a poemas indianistas de nuestro romanticismo decimonónico.

Pero lo más importante del escudo es el contundente “principios, no hombres”, que subsume la orientación del sentido político del partido en contra de la forma de ejercer la política y administrar los asuntos públicos por parte de los dictadores y caudillos que gobernaron el país desde 1844 hasta 1924 y que ahora, al surgir el Partido Nacionalista, paradoja de la vida, dirige el caudillo de la montonera Horacio Vásquez, quien, con el apoyo de los Estados Unidos, luego de la desocupación militar norteamericana, ha ganado las elecciones a Francisco J. Peynado, un hostosiano a quien Lugo y los fundadores del nacionalismo le atribuían la calidad de hombre de principios, ajeno a las prácticas personalistas.

Los fundadores del Partido Nacionalista fueron personalidades que de una u otra manera lucharon durante ocho años en contra de la ocupación militar norteamericana de 1916-24. Algunos sufrieron vejaciones, prisión, censura y atropellos. Sin embargo, en los estatutos no existe una contundente definición de la ideología nacionalista en cuanto la categoría de pueblo, la política económica, las relaciones exteriores, la defensa, la cultura, la producción industrial y agropecuaria. Es obvio que estas definiciones han debido ser dejadas de lado por cuestiones estratégicas para no “asustar”, razón por la cual los estatutos insisten a todo lo largo de su articulado en reglamentar la forma burocrática de funcionamiento del partido. Probablemente hubo disensiones internas y fuertes luchas para que los elementos claves del nacionalismo no aparecieran en los estatutos y que tales posiciones se contrajeran a declaraciones del partido ante tal coyuntura política o electoral.

Por ejemplo, del capítulo XVI, último de los estatutos, se salta a unas “Disposiciones Generales” y luego a una “Disposición Transitoria”, reveladoras ambas de la lucha sórdida que debió librarse entre el sector más conservador y el sector más nacionalista –y el destino final del partido con la renuncia de Lugo el 25 de diciembre de 1925, cuando faltaban tres días para celebrar el primer aniversario de la fundación de la organización-. De todos modos, el artículo 81 de los estatutos debió aprobarse a instancia de Lugo como una forma de frenar unas ambiciones personalistas que debieron expresarse como disidencia y disgusto.

El referido artículo dice así: “En ningún caso podrá la Asamblea Nacional tratar de la fusión o la alianza del Partido Nacionalista con otro partido político, cuando tal fusión o alianza sea propuesta a base de reparto de empleos públicos.” (Julia, op. cit. p. 319. Léase los estatutos en pp. 305-320).

Como dije ya, la acción del partido en coyunturas políticas o electorales será su verdadera declaración de principios y programa. Dos acontecimientos de este jaez pusieron en jaque al partido. La posición política con respecto la nueva Convención Domínico-Americana y Empréstito y la exigencia a Horacio Vásquez para que dijera si la iniciativa de ese acuerdo era del país o de los Estados Unidos, ya que Lugo y su partido la consideran “nuevos instrumentos de vejámenes y de servidumbre” (Julia, p. 325)

Por oponerse a la Convención y Empréstito en un mitin en el parque Duarte el gobierno de Vásquez encarceló  a los siguientes prohombres del partido de Lugo: Arístides Fiallo Cabral, Rafael Estrella Ureña, Manuel Arturo Peña Batlle, Noel Henríquez y Francisco Augusto Cordero. La protesta del partido no se hizo esperar: “Este hecho de fuerza, realizado al amparo de la ley, es una ofensa y un ultraje inferidos a la majestad de la tribuna, a la augusta libertad del pensamiento y al don divino de la palabra. Es, asimismo, un salto de retroceso, dado en las tinieblas, con el cual quizás se inicie el regreso a los regímenes de la violencia con que se favoreció, inicua y torpemente, la falaz injerencia y la ocupación abusiva, obra del imperialismo, a costa de cuanto integra la dignidad cívica y la absoluta soberanía del pueblo dominicano.” (Ibíd.)

La protesta de fecha 26 de mayo de 1925 la firman Lugo, presidente, Mario A. Saviñón, Luis. C. del Castillo, E. de León, J. Rafael Bordas, secretario general. A esos mismos miembros del Comité Ejecutivo Provisional del Partido Nacionalista, firmantes de la protesta, dirigió  Lugo el 20 de diciembre de 1925 su carta de renuncia de la presidencia de la organización. ¿Por qué renunció?

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