Debate
En contra de Santana

<STRONG>Debate<BR></STRONG>En contra de Santana

Las opiniones que se viertan sobre temas históricos deben siempre estar avaladas por soportes documentales para que puedan ser creíbles.  Los conceptos emitidos por el señor Aurich a la periodista Ángela Peña, publicados en la página 3 del Suplemento Cultural Areito del periódico Hoy,semanas atrás carecen de fundamentos.

Justificar como él lo hace el Artículo 210 de la Constitución de San Cristóbal y defender a Santana y Báez es colocase del lado de la opresión, la prisión o el exilio de los hombres justos, del entreguismo de la soberanía a cualquier nación extranjera; en fin, es negar a Duarte y el proyecto trinitario.

El Artículo 210 fue sencillamente nefasto en nuestra historia de la Primera República.  En base a él, Santana hizo confeccionar, por decreto del 18 de Enero de 1845, las terribles comisiones militares formadas por miembros de las fuerzas armadas de diversos rangos, las cuales operaban en la capital y en las principales ciudades, juzgando los delitos “políticos”, pudiendo en forma sumaria, enviar al patíbulo a cualquier “disidente”.

Fueron sus primeras víctimas María Trinidad Sánchez, Andrés Sánchez, José del Carmen Figueroa, quienes, juzgados por la Comisión Militar de Santo Domingo, fueron fusilados el 27 de febrero de 1845.  Además de condenar a prisión a Feliciano Martínez, Nicolás de Bari y Blas Figueroa.

Pero antes de eso, ya el 22 de agosto de 1844 Santana había enviado al exilio perpetuo a Juan Pablo Duarte, Ramón M. Mella, Francisco del Rosario Sánchez y Pedro Alejandrino Pina, entre otros trinitarios, por la única razón de haberse opuesto firmemente al Plan Levasseur que pretendía enajenar a Samaná a la República Francesa.

El 22 de diciembre de 1847 fueron llevados al patíbulo los hermanos José Joaquín y Gobernó Gabino Puello, su tío Pedro de Castro y Manuel Trinidad Franco.  El 11 de abril de 1855 Santana mandó fusilar a Antonio Duvergé, su hijo Alcides, Alfonso Ibe, José Dalmau, Tomás de la Concha y Juan María Albert.

En 1849 el Congreso le otorgó de manera “pura, perfecta e irrevocable una casa de dos plantas en la calle El Conde, en indemnización de los inmensos sacrificios que había hecho por la Patria”.  En 1852 el congreso le otorgó, como “tenue recompensa” por los mismos servicios la suma de 16 mil pesos fuertes.  Y en 1854, durante su segundo gobierno se hizo otorgar por ley “el usufructo . . . que pueda sacarse de la isla Saona, por espacio de cincuenta años, sin que ni él, ni sus descendientes quedran sujetos a ninguna retribución a favor del fisco o de la nación”.

Nosotros, ya demostramos en un libro publicado en 1984 siguiendo las precisiones del doctor Joaquín Balaguer en una de las pocas obras escritas con sinceridad que él tituló El Centinela de la Frontera, la falsedad del Santana militar.  Fue dos veces al campo de batalla, el 19 de marzo en Azua, en donde llegó después del combate y se llevó el ejército a Baní; y a Las Carreras, luego de que Duvergé derrotara en El Número a los haitianos.  En Las Carreras hubo “tres escaramuzas con la retaguardia de un ejército en retirada”.

Finalmente, dos acciones imperdonables de Santana:  La primera, cuando en diciembre de 1854 eliminó la constitución que se había puesto en vigor en febrero de ese año, pues la consideraba demasiado liberal, sustituyéndola por un adefesio en ese mes, la cual hemos llamado manual para dictadores, pues adolece de congreso. Y por otro, el crimen imperdonable cometido el 18 de marzo de 1861, cuando nos anexó a España, matando la Primera República.

Por otro lado, afirmar Aurich que Buenaventura Báez era “el más probo intelectual de la época” es irrespetar la verdad histórica de nuestro pueblo.  Fue él, siendo diputado de la Asamblea Constituyente en Puerto Príncipe quien lideró al grupo dominicano que firmó con el cónsul francés en Haití, Levasseur, el plan antinacional que lleva el nombre del cónsul.

Fue él quien durante su segundo gobierno, ganado gracias a la intromisión del cónsul español Antonio María Segovia, estafó a los cosecheros de tabaco del Cibao, imprimiendo más de veinte millones de papeletas falsas, lo cual provocó la Revolución del 8 de Julio de 1857, la que lo derrocó.  Fue él quien mendigó y obtuvo un mariscalato de campo otorgado por la reina Isabel II de España, mientras los bravos patriotas peleaban la Guerra Restauradora.

El fue quien sustituyó la Constitución Liberal que se dieron los prohombres restauradores en 1865, basada en la de Moca de 1858, por el manual para dictadores de 1854.  El fue quien en conveniencia con los aventureros norteamericanos William Caznau y Joseph Fabens anexó de hecho y derecho la República Dominicana a los Estados Unidos, anexión rechazada por el congreso norteamericano.  Fue él quien fusiló al poeta e historiador Manuel Rodríguez Objío y al patriota restaurador Eusebio Manzuela.  Don Juan Isidro Jiménez Grullón le califica como un gángster político.  Y lo era. 

Estas opiniones simplistas y tergiversadoras, por Dios, no se pueden ni se deben pasar por alto.

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